Los Gabos de la calle Caponata
Eran Gabo -antes Gabito-, la Gaba-Mercedes, antes Cocodrilo Sagrado- y los entonces Gabitos, que no ser¨¢n ahora Gabos porque se llaman verdaderamente Rodrigo y Gonzalo, como en una aventura de Romancero. Andaba el Gabo mayor entonces loco por una hija y nos ten¨ªa mucha envidia a mi mujer y a m¨ª porque "¨¦ramos madres"... Viv¨ªan en Barcelona, comienzos de los setenta, en la calle Caponata. Nada que ver con la Caponata televisiva, gallina de los programas infantiles, a la que -de haber existido entonces- hubieran hecho m¨¢s caso que a su padre los hijos del futuro Nobel de Literatura. Ya en aquella ¨¦poca admiraban m¨¢s a Ernma Cohen, a¨²n no gallina, pero s¨ª reciente do?a In¨¦s en la tele, que al padre escritor. O al menos eso dec¨ªan. Pasaban ostentosamente de la fama del progenitor, cuando no era todav¨ªa moda el pasar. "Mejor es Shakespeare", me dijeron un d¨ªa. Ellos iban a lo suyo -minerales, m¨²sica, tebeos- y de refil¨®n se demostraban cultos.Todos escribimos ahora de uno y otro Garc¨ªa M¨¢rquez, todos presumimos de su amistad. No es corriente -lo ha declarado Beatriz de Moura aqu¨ª mismo- que le den el Nobel a un amigo. Ni a un conocido siquiera. Incluso no es corriente -lo ha dicho en chiste Romeu, tambi¨¦n aqu¨ª mismoque se lo den a un escritor que ya hab¨ªamos le¨ªdo... Y cada uno luce ahora su trocito de convivencia con Gabo. ?No dijo ¨¦l que escrib¨ªa para que se le quisiera? Garc¨ªa Hortelano afirma -otra vez aqu¨ª- que el Nobel se lo han dado para que nos alegremos sus amigos.
Escrito aqu¨ª
Insistir en lo de "escrito aqu¨ª" no es gratuito trat¨¢ndose de Gabo Este peri¨®dico ha albergado ¨²ltimamente los mejores art¨ªculos que uno recuerda haber le¨ªdo nunca. Suyos, y puntuales cada semana Puros relatos en los que pasan cosas. Narrador en todo y siempre, merece que en sus Obras Completas -ya con la vitola del Nobel 82- figuran gloriosamente estas cr¨®nicas de un magisterio anuncia do desde que empez¨® a escribir precisamente, art¨ªculos.
Un servidor, empe?ado siempr en conocer -y si posible era amistar- a los escritores admirados, decidi¨® caer por la calle Ca ponata con cualquier excusa en cuanto empez¨® a leer los Cien a?os. Desde la misma cafeter¨ªa -un desayuno posterior en m¨¢s de doce a?os- donde empec¨¦ a deslumbrarme con el d¨ªa en que Aureliano descubri¨® el hielo, evoqu¨¦ ahora como m¨¢gico el momento en que all¨ª mismo decid¨ª llamar a la puerta de ese hombre ruidoso o callado, seg¨²n; vestido con mono de mec¨¢nico o chaquet¨®n furiosamente a, cuadros; loco por las m¨²jeres; vicioso de la m¨²sica, que se encerraba entonces -Barcelona de moda, pleno boom hispanoamericano- todas las ma?anas, para ver si pod¨ªa escribir algo despu¨¦s de tan descumunal novela. A veces se pasaba la jornada d¨¢ndole ¨¢ un destornillador. Pero, aunque no hubiera vuelto a escribir nada, merecena este premio de ahora, y el reconocimiento de tant¨ªsimos lectores que and¨¢bamos entonces chalados por aquel libro.
Rechazar el Nobel
Yo pens¨¦ que realmente no iba a escribir nada m¨¢s, pero porque no le dejaban admiradores y visitas, periodistas, viejos amigos, e intrusos de mi especie. Todo el mundo le hablaba de Cien a?os, en la peluquer¨ªa, en la calle, en el aparcamiento, en el supermercado... Le telefoneaban para discutirle cosas de los personajes. Rara vez se hab¨ªa visto tan viva comunicaci¨®n con un libro. Pero quer¨ªan comerse al responsable. Gaba-Mercedes-Cocodrilo le filtraba puertas y tel¨¦fonos, y aunque a ¨¦l se le ve¨ªa orgulloso, empezaba a estar fatigado por la fama... Luego vendr¨ªa Vargas Llosa, despu¨¦s Donoso, nos visitar¨ªan Cort¨¢zar y Fuentes, se quedar¨ªa Onetti, y las persecuciones se repartir¨ªan mientras la pasi¨®n del boom ciertamente decrec¨ªa.
Una noche de entonces (yo hab¨ªa conseguido superar los controles y me aprovech¨¦ siempre que pude) me ense?¨® una botella de champ¨¢n: "Para cuando rechace el Nobel". Pero algo m¨¢s tarde me dir¨ªa: "He encontrado una f¨®rmula muy c¨®moda para calificar este premio: es bueno cuando lo adjudican bien, es malo cuando lo adjudican mal". Cierto, Gabo. Y ahora t¨² no lo rechazas porque lo, adjudicaron muy bien, de veras. Tus amigos espa?oles de aquel comienzo de tu fama estamos encantados. A lo mejor, en Caponata, nos ponen eso de "Aqu¨ª vivi¨® un premio Nobel". ?No te partes de risa?
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