Mr. Hyde y el doctor Jekyll, las 'dos caras' de Manuel Fraga ante el electorado
En uno de los muchos d¨ªas madrugadores de la campa?a electoral que ha protagonizado el l¨ªder de Alianza Popular Manuel Fraga, ¨¦ste, desayunando en el aeropuerto de El Prat con los informadores, dijo que en cada persona hab¨ªa dos personas. Comentaba Fraga esta apreciaci¨®n a prop¨®sito de P¨ªo Cabanillas, y lo dec¨ªa con cari?o. Probablemente conoce muy bien Fraga lo que debe ser coexistir desde la cima de una naci¨®n con un lobo estepario dentro, pero sin el alivio que debi¨® sentir Hermann Hesse cuando escribi¨® el libro sabiendo que de ¨¦l no depend¨ªa el futuro de un pa¨ªs.
Un periodista de los cuatro que le entrevistaron en televisi¨®n se lo pregunt¨®. Y Fraga fue r¨¢pido en su respuesta: "Yo no soy Mr. Hyde y el doctor Jekyll". Sin embargo, durante los veinti¨²n d¨ªas que ha durado la campa?a electoral del l¨ªder de Alianza Popular-Partido Dem¨®crata Popular, no ha sido posible despejar la cluda sobre la veracidad de tal afirmaci¨®n. ?C¨®mo se puede comprender a un se?or que niega rotundamente haber pronunciado la famosa frase de "La calle es m¨ªa" cuando consta en las grabaciones del archivo de Radio Nacional??Cu¨¢l es el verdadero Fraga?
Cabe preguntarse si el verdadero Fraga es el que comprende a los golpistas o el que pide la pena de muerte para quienes quebranten seriamente la disciplina militar. Y tambi¨¦n hay otros datos aparentemente contradictorios: Fraga admite en su seno y busca los votos de la ultraderecha antidemocr¨¢tica, convierte a su partido en el ¨²nico que inserta publicidad ele ctoral en El Alcazar y se apresura a aclararle a su director que ¨¦l no se refiri¨® -como as¨ª fue- al cierre de este pol¨¦mico diario; pero al mismo tiempo da ¨®rdenes a su secretario general, Jorge Verstrynge, para que sanee el partido de antidem¨®cratas, se agarra del brazo de Marcelino Camacho un 27 de febrero y le planta cara a Tejero, la ma?ana del d¨ªa 24, en el Congreso de los Diputados.
En un terreno algo m¨¢s alejado de la pol¨ªtica, hemos podido ver, a lo largo de estos veinti¨²n d¨ªas, c¨®mo Fraga se re¨ªa a carcajadas cuando Peridis le dibujaba en plan misil y sus colaboradores juraban en arameo ante lo que consideraban una pu?alada trapera contra el l¨ªder. El se re¨ªa, se re¨ªa de s¨ª mismo con espontaneidad y encajaba con admirable sentido democr¨¢tico las cr¨ªticas, en ocasiones feroces, emitidas desde las emisoras de radio o los peri¨®dicos. Pero a la vez llamaba mentiroso en p¨²blico a un periodista que cont¨® que en uno de los actos previstos en Sevilla hab¨ªa asientos vac¨ªos, hecho que todos pudimos comprobar.
Se lamentaba de coraz¨®n, as¨ª lo dijo, cuando se enter¨® de las inundaciones en el Levante espa?ol. Sin embargo, no corri¨® a ver en el sitio el dolor de aquella gente, porque para ¨¦l, tambi¨¦n lo dijo, "los m¨ªtines de Barcelona y Palma de Mallorca son irrenunciables". Despu¨¦s, en las tierras de la cat¨¢strofe, se llen¨® de fango hasta m¨¢s encima de las rodillas para comprobar personalmente los tr¨¢gicos efectos de las lluvias, sin olvidar pronunciar dos m¨ªtines exclusivamente electoralistas, ese mismo d¨ªa, en Alicante y Castell¨®n. Estas apreciaciones podr¨ªan convertirse en una especie de historia interminable, pero las mencionadas tal vez hayan sido las m¨¢s significativas.
Valent¨ªa y capacidad de trabajo
Por lo que se refiere a la campa?a electoral, hay algo que sobresale en el l¨ªder aliancista: su valent¨ªa y su capacidad de trabajo. Manuel Fraga ha viajado pr¨¢cticamente solo. Jos¨¦ y Eduardo, sus dos escoltas, no le han quitado el ojo de encima y le han resguardado con admirable profesionalidad en todos sus desplazamientos. Pero Fraga parece no temer a nadie, y cuando visit¨® San Sebasti¨¢n y Navarra lament¨® profundamente que los periodistas reflej¨¢semos que hab¨ªan sido los dos ¨²nicos lugares donde el l¨ªder aliancista no hab¨ªa recorrido las calles. Manuel Fraga se sac¨® la espina en Bilbao, al final de la campa?a electoral y en un viaje improvisado, paseando por el centro de la capital vizca¨ªna y meti¨¦ndose de lleno en los mercados y en los barrios obreros de Baracaldo.
Miedo en Bilbao
En Bilbao hubo una se?ora que, pese a simpatizar con el l¨ªder, no quiso fotografiarse con ¨¦l por temor a que luego tomaran represalias contra ella. Fraga no olvid¨® este detalle, y a partir de ese momento no desaprovech¨® ninguna
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oportunidad de contar el incidente y comprometerse a "restablecer las libertades en el Pa¨ªs Vasco". Recordaba Manuel Fraga con emoci¨®n el riesgo que hab¨ªan corrido miles de vascos al asistir a sus m¨ªtines y tuvo que cubrirse el rostro en Bilbao, desbordado por los acontecimientos, cuando varios centenares de personas, en su mayor¨ªa mujeres, le acompa?aron y le aclamaron por la Gran V¨ªa hasta su coche.Ni un s¨®lo asesor de imagen ni otro l¨ªder de repuesto le han acompa?ado en sus viajes. Se acostaba tarde, se levantaba pronto y, a sus sesenta a?os, no suspendi¨® un solo acto por afon¨ªa, cansancio o agotamiento. El salvaba, de cara al auditorio, a muchos candidatos provinciales cuyos discursos produc¨ªan a veces verg¨¹enza ajena, sobre todo los candidatos al Senado, verdaderos fabricantes de perlas cultivadas. Hubo uno, en Cartagena, que lleg¨® a asegurar que, calculadora en mano, hab¨ªa comprobado que no pod¨ªa ser cierto que en Espa?a aborten clandestinamente 300.000 mujeres al a?o. Otros dos le llamaron regalo de la Providencia y otro, en Campello (Alicante), le compar¨® con el detergente que lava m¨¢s blanco, entre otras florituras.
En su fuero interno, Fraga sabe que no va a ganar estas elecciones, pero conf¨ªa en que todas las fuerzas conservadoras logren obtener la mayor¨ªa necesaria para poder formar un Gobierno de coalici¨®n. Por esta raz¨®n no se oy¨®, en los m¨ªtines pronunciados por Fraga en tierras vascas y catalanas, la m¨¢s leve cr¨ªtica a sus antagonistas electorales: el Partido Nacionalista Vasco y Converg¨¦ncia i Uni¨®. A¨²n conf¨ªa el l¨ªder aliancista en conseguir la uni¨®n de todas las fuerzas no socialistas y llegar a la Moncloa este mismo a?o. En una de las conferencias de Prensa que celebraba cada d¨ªa en todas las provincias que ha visitado se le pregunt¨® si, de confirmarse esa hip¨®tesis, renunciar¨ªa a ser presidente del Gobierno: "Har¨¦ lo que sea mejor para Espa?a", respondi¨® el Fraga gallego.
Respaldo financiero
El despliegue electoral ha sido espectacular, superior con mucho al de pasados comicios: se ha notado que la coalici¨®n AP-PDP ha contado con un s¨®lido respaldo financiero de los grandes bancos y los empresarios. La cara de Fraga con la frente cortada era la imagen omnipresente all¨ª donde iba y la cancioncilla del Queremos que..., mas o¨ªda que un lanzamiento de Julio Iglesias. Las bases de Alianza Popular, o al menos quienes han asistido a los m¨ªtines de Fraga, eran un curioso fen¨®meno de observaci¨®n: una mayor¨ªa de mujeres -lo que parece confirmar que la derecha contin¨²a siendo, en buena parte, matriarcal-, jubilados, grandes y medianos empresarios y chicos y chicas j¨®venes, hijos de los anteriores, con modelitos a la ¨²ltima moda y pelos engominados.
Nadie le ha preguntado a Fraga por qu¨¦ condenan el aborto y defienden la pena de muerte. Nadie ha levantado la voz para interrogarle sobre c¨®mo es posible que AP sea el partido de los trabajadores, como reza su canci¨®n electoral, y sea simult¨¢neamente el partido mimado y apoyado por los empresarios. Sus seguidores han encontrado un nuevo caudillo; ya no se sienten hu¨¦rfanos, confian en ¨¦l, le aclaman y har¨¢n lo posible por instalarle cuanto antes en la Moncloa.
La extrema derecha que coexiste en AP con una minor¨ªa de dem¨®cratas convencidos y una mayor¨ªa de fraguistas, sin m¨¢s, no parece preocuparle a Fraga. Conf¨ªa en su carisma, en su autoridad y en el trabajo de Verstrynge para contenerles. En cualquier caso, dicen los dirigentes aliancistas, todo lo que se haga por integrar a la derecha antidemocr¨¢tica en el sistema democr¨¢tico es digno de elogio, siempre y cuando la operaci¨®n no concluya invertida.
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