Israel quiere la paz
Las fuerzas sociales y pol¨ªticas que en Israel defienden la tesis de que los conflictos con el pueblo palestino deben dilucidarse por medio de negociaciones y no por las armas constituyen una inmensa mayor¨ªa, seg¨²n el autor. En este y otros puntos decisivos, agrega, la actitud de los israel¨ªes ha sido deformada por la informaci¨®n internacional.
Para un pa¨ªs como Israel, una guerra por propia iniciativa es doblemente problem¨¢tica (atendiendo al hecho de que toda guerra es de por s¨ª un problema), porque a las conocidas presiones externas se puede peligrosamente sumar la discusi¨®n interna. M¨¢s a¨²n, en una guerra como la reciente, que no s¨®lo sobrevino por iniciativa israel¨ª, sino que -a diferencia, por ejemplo, de la guerra de los Seis D¨ªas- no fue el resultado inexorable de una realidad que imped¨ªa cualquier otra opci¨®n. Por el contrario, al decir de Men¨¢jem Beguin, "¨¦sta fue una guerra con opciones" y, por tanto, puede ser comparada s¨®lo con la campa?a ,de Suez de 1956.Para una guerra de este tipo es menester crear lo que se llama "el consenso nacional". Fue Beguin quien mand¨® llamar a su despacho, al comienzo de la invasi¨®n, a los l¨ªderes laboristas para lograr su apoyo, y en un primer momento lo logr¨®.
Pero lo logr¨® tan s¨®lo para una guerra de las tres que se sucedieron en el territorio liban¨¦s. En efecto, para el pueblo de Israel hubo tres guerras diferentes englobadas en una sola, tres momentos bien distintos y diferenciables entre s¨ª desde el punto de vista de los objetivos y, por ende, del consenso interno. La primera guerra es la que propiamente deber¨ªa denominarse la paz de la Galilea y que dur¨® escasamente tres d¨ªas. Los efectivos de la OLP estaban emplazados peligrosamente en la zona sur de L¨ªbano, y tanto la Galilea occidental (con ciudades como Nahar¨ªa) como la zona de la alta Galilea, que se conoce con el nombre de el dedo de Galilea (con ciudades como Kiriat Shmon¨¢), estaban al alcance de la artiller¨ªa y las katiushas palestinas. La imagen de ni?os pernoctando en refugios antia¨¦reos en esa zona pas¨® hace a?os a ser cotidiana. No es de extra?ar, entonces, que el objetivo de "alejar la artiller¨ªa de la OLP a cuarenta kil¨®metros de los poblados", tal como se enunciara en un principio, gozara del apoyo casi un¨¢nime de la poblaci¨®n israel¨ª.
La segunda guerra
Pero sucede que inmediatamente despu¨¦s comenz¨® la segunda guerra, la que ten¨ªa por objetivo "destruir la infraestructura de la OLP en suelo liban¨¦s", y all¨ª comenz¨® a resquebrajarse el consenso logrado en la primera. Ya en esta etapa, la organizaci¨®n Paz Ahora congreg¨® casi 100.000 manifestantes en contra de la guerra en la plaza central de Tel Aviv, un suceso in¨¦dito en la historia b¨¦lica de Israel. Esa falta de consenso se convirti¨® definitivamente en disenso al abordarse la ¨²ltima etapa de la guerra: la entrada en Beirut occidental. La matanza perpetrada por las falanges libanesas en los campamentos de Sabra y Chatila fue el ¨²ltimo clavo en el ata¨²d del apoyo al Gobierno, y nadie debi¨® haberse sorprendido de que 400.000 personas salieran a manifestar su repudio en la mayor manifestaci¨®n que haya conocido jam¨¢s el Estado de Israel.
Que nadie se llame a enga?o. Las fuerzas pacifistas israel¨ªes, las que sostienen que el conflicto con el pueblo palestino puede y debe ser dilucidado por medio de conversaciones y diplomacia y no por medio de las armas, han demos trado ser mayor¨ªa en todos los niveles: en las manifestaciones callejeras, en el Parlamento e incluso en buena parte del Gabinete. Sin embargo, nadie podr¨ªa afirmar seriamente que la OLP es realmente el interlocutor pacifista, con objetivos pol¨ªticos justos y valederos deshecho en ansias de dialogar con el Estado jud¨ªo para encontrar una soluci¨®n al problema que aqueja al pueblo palestino. El mundo parece olvidar (pero no los israel¨ªes, incluidas las fuerzas pacifistas) que la carta magna de la OLP propone como objetivo la destrucci¨®n del Estado de Israel y que durante a?os bas¨® su lucha en asesinatos masivos e indiscriminados de civiles israel¨ªes en el mundo entero, incluidos ni?os, mujeres y ancianos. Para poder ilustrar sobre el sentir de los israel¨ªes habr¨ªa que hacer uso de ejemplos hipot¨¦ticos, abusando tal vez de la imaginaci¨®n del lector. ?Cu¨¢l ser¨ªa el sentir de la poblaci¨®n espa?ola si la poblaci¨®n vasca estuviera liderada por una organizaci¨®n que emplea el terror como recurso y cuyo objetivo declarado sea no ya una autonom¨ªa, sino la eliminaci¨®n de Espa?a como perteneciente a los espa?oles, reivindicando el derecho a "un Estado vasco en todo el territorio espa?ol"? Esa ser¨ªa la verdadera contrapartida a lo que para Israel es la OLP.
As¨ª y todo, cuando, en parte a ra¨ªz de esta cruenta guerra, algunos l¨ªderes palestinos como Nayef Hawatm¨¦ declararon que estar¨ªan dispuestos a adoptar una posici¨®n m¨¢s moderada, que luche por la constituci¨®n de un Estado palestino al lado (y no en lugar) de Israel, sus palabras encontraron un cauteloso eco en importantes c¨ªrculos pol¨ªticos israel¨ªes. Las encuestas recientes demostraron que hay en Israel una gran mayor¨ªa dispuesta a arribar a un acuerdo de paz que involucre concesiones territoriales en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, incluido un 11% que estar¨ªa dispuesto a la creaci¨®n de un Estado palestino lindante con Israel. Pero el verdadero problema radica en que (como afirmara un dirigente de Paz Ahora en entrevista a Tiempo), "hasta el d¨ªa de hoy no surgi¨® entre los palestinos una r¨¦plica de Paz Ahora".
La matanza de Sabra y Chatila conmovi¨® hondamente a la opini¨®n p¨²blica israel¨ª. Grandes c¨ªrculos, provenientes incluso del mismo partido oficialista, exigen, a ra¨ªz de ello, la renuncia del ministro de Defensa, Ariel Sharon, indic¨¢ndole como responsable por lo que all¨ª ocurri¨®. Pero responsabilidad no quiere decir -ni siquiera en boca de la m¨¢s ac¨¦rrima oposici¨®n- culpa o intenci¨®n premeditada. Las fuerzas pacifistas, los hombres de buena voluntad, el pueblo, en su enorme mayor¨ªa, cumplieron y cumplen con su deber ciudadano y humano al exigir la investigaci¨®n y la renuncia de quienes son parciales responsables de lo sucedido. Pero incluso ellos mismos no pueden sino rechazar con indignaci¨®n las acusaciones lindantes con el antisemitismo de quienes en el mundo entero pretenden inculpar a Israel de haber perpetrado esa matanza cuando es bien sabido que ni un solo soldado israel¨ª particip¨® de la misma. ?C¨®mo debe reaccionar un israel¨ª de buena conciencia, ?ante las condenas internacionales que se olvidan sistem¨¢ticamente de mencionar a las fuerzas falangistas libanesas que perpetraron la matanza?
A veces da la impresi¨®n de que el dolor genuino y la buena voluntad son propiedad exclusiva del pueblo israel¨ª, en tanto que el mundo del siglo XX, acostumbrado ya a matanzas y silencios, aprovecha la tragedia para oscuros fines pol¨ªticos. De otra manera, era dable esperar que quien se?ala la responsabilidad israel¨ª por lo que no hizo (evitar, en el mejor de los casos, una matanza perpetrada por terceros), acuse claramente a quienes realizaron la matanza, que no son desconocidos, y que, a pesar de todo, son recibidos como hermanos en la familia de las naciones. ?C¨®mo evitar, entonces, que el israel¨ª piense refiri¨¦ndose al inundo?: "Dime con qui¨¦n andas y te dir¨¦ qui¨¦n eres".
Israel Rabinowicz es director-editor del semanario israel¨ª en espa?ol Tiempo, de Tel Aviv.
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