Felipe Gonz¨¢lez, la biograf¨ªa de un hombre corriente
El 24 de octubre de 1.981, el 29 congreso del PSOE reelige, por unanimidad, a Felipe Gonz¨¢lez como secretario general. Siete a?os antes, tambi¨¦n en octubre, y un poco por casualidad, Gonz¨¢lez, entonces 32 a?os y conocido tan solo como Isidoro, tomaba las riendas del partido, en el congreso de Suresnes. Pocos imaginaban entonces que aquel joven, que ingresaba en la claridestinidad, ser¨ªa, ocho a?os despu¨¦s, el primer jefe de Gobierno socialista que Espa?a tuviese tras casi medio siglo con la derecha en el poder. "Mi biografia es la de un hombre corriente, no tiene ning¨²n aliciente". Felipe ha repetido esta frase hasta la saciedad a cu¨¢ntos periodistas se le acercan tratando de indagar revelaciones sensacionales en su pasado: ni fue monaguillo, ni estuvo en el Frente de Juventudes, ni aprendi¨® jam¨¢s el Cara al Sol -"tampoco s¨¦ muy bien la letra de La Internacional"-, ni protagoniz¨® nunca las rocambolescas aventuras que otros hubieron de correr durante el franquismo.La biograf¨ªa de Felipe Gonz¨¢lez M¨¢rquez es la de un hombre como tantos otros, que jam¨¢s busc¨® el poder -en varias ocasiones, incluso, huy¨® de ¨¦l-, y a quien el destino ha colocado donde est¨¢. El, que parece considerar un handicap la falta de atractivo period¨ªstico de su vida, tampoco puede ignorar que el hecho de ser un hombre corriente, sin n¨²meros uno en oposiciones, le acerca al com¨²n de los espa?oles, demasiado acostumbrados a otras lejan¨ªas biogr¨¢ficas. Hasta la calificaci¨®n de su cartilla militar es la de tantos otros oficiales de complemento: "manda bien, poco efectivo, disciplinado y falto de pr¨¢ctica".
Ahora, a sus cuarenta a?os, esta a punto de convertirse en el presidente del Gobierno m¨¢s joven que Espa?a haya tenido jam¨¢s. Llega al poder con una imagen p¨²blica irreprochable y dif¨ªcilmente atacable, hecho admitido incluso por sus adversarios. Tal vez su falta de ambici¨®n pol¨ªtica y la innegable impresi¨®n de honestidad consigo mismo y veracidad con los demas que comunica, sean los responsables de esta imagen. Pocos pol¨ªt¨ªcos habr¨¢n llegado al frente del Ejecutivo con un caudal semejante: los periodistas, en su mayor¨ªa, le miman, al menos hasta ahora; los otros l¨ªderes le respetan; el pueblo le quiere. Ni siquiera parece ser el blanco favorito de algunas fuerzas recalcitrantes hacia la democracia, que, al menos, le aceptan, por el momento.
Un desconocido entusiasta y servicial
La aventura personal de este hombre corriente comenz¨® un 14 de octubre de 1.974. Nicolas Redondo, un metal¨²rgico a quien gusta luchar desde la sombra, acaba de rechazar la secretar¨ªa general que se le ofrece en el XIII congreso del partido, celebrado en Suresnes. Los otros dos militantes del interior que podr¨ªan aspirar al cargo, M¨²gica y Pablo Castellano, quedan descartados, por su anterior militancia en el PCE el primero, por ser calificado de socialdem¨®crata el segundo. Solo queda un candidato posible, y ni siquiera est¨¢ presente en la Casa de la Cultura del peque?o municipio franc¨¦s: permanece en el hotel, aquejado de un oportuno dolor de est¨®mago. De ¨¦l se sabe que le llaman Isidoro, que procede del peque?o, pero activo, n¨²cleo sevillano del PSOE, que contribuy¨® decisivamente a la escisi¨®n respecto a Llopis y su n¨² cleo de Tolouse y que el d¨ªa ante rior hab¨ªa presentado un gran informe pol¨ªtico ante los asistentes al congreso. Adem¨¢s, el prestigio so Redondo le apoya, lo mismo que Guerra (entonces, solamente conocido por El Canijo, a causa de su extrema delgadez), el hombre que hab¨ªa precipitado, mediante un art¨ªculo en El Socialista, la ruptura con Rodolfo Llopis. Hasta aquel momento, Felipe Gonzalez no pasaba de ser un entusiasta militante de las Juventudes Socialistas, m¨¢s por adscripci¨®n personal que org¨¢nica; la estructura del PSOE en el interior era casi inexistente, e incluso los periodistas mejor informados tan solo pod¨ªan citar media docena de nombres -Pablo Castellano, Peces-Barba, G¨®mez Llorente o el propio M¨²gica- como representantes oficiales del partido socialista dentro de Espa?a. Probablemente, la polic¨ªa franquista supo pronto cu¨¢l era la verdadera personalidad de Isidoro. Pero el dato no trascender¨ªa a la opinion p¨²blica hasta un a?o despu¨¦s.
No mucho antes de ser nombrado secretario general del partido, Felipe era el chico servicial que, en su seiscientos, llevaba a los dirigentes del partido en Sevilla -como Alfonso Fern¨¢ndez- hasta Madrid. All¨ª, el joven Felipe era excluido de las reuniones en la capital, y ten¨ªa que aprovechar el tiempo viendo alguna de las pel¨ªculas a¨²n no estrenadas en su ciudad. Aquel Felipe Gonz¨¢lez acababa de abrir un bufete laboralista en la calle Cabeza del Rey don Pedro, y jam¨¢s hab¨ªa adquirido la m¨¢s m¨ªnima notoriedad, si se except¨²a el haber protagonizado un sonoro abucheo en la Universidad sevillana al ministro de Informaci¨®n y Turismo, Manuel Fraga Iribarne. Y, sin embargo, desde que inici¨® los estudios de Derecho, Felipe Gonz¨¢lez hab¨ªa adquirido un compromiso. No, al principio, con un partido concreto. Pero s¨ª, seg¨²n explica ¨¦l mismo, con una cierta forma de entender la vida, la sociedad, la justicia. El, explica, se deb¨ªa a sus compa?eros del barrio sevillano de Bella Vista, quenunca llegar¨ªan, lo mismo que sus propios hermanos, a la Universidad. Por ello, tras una breve etapa dando clases de Derecho Pol¨ªtico, a su regreso de Lovaina, se decidi¨® por abrir un despacho laboralista. No era, al iniciar sus tareas, un bufete comprometido pol¨ªticamente. Por entonces, la oposici¨®n se centraba en el Partido Comunista, y a Felipe Gonz¨¢lez nunca le propusieron entrar en el PCE.
La soledad de los emigrantes
Puede que la idea le rondara alguna vez por la cabeza, pero las expulsiones por Carrillo de Fernando Claud¨ªn y Jorge Sempr¨²n, de las que se enter¨® estando en Lovaina, le apartaron definitivamente de la senda comunista.
Como a cualquier otro joven universitario encerrado hasta entonces en la irrespirable atm¨®sfera franquista, el ambiente europeo de
Felipe Gonz¨¢lez, la biograf¨ªa de un hombre corriente
Lovaina, donde acudi¨® becado para seguir un cursillo de econom¨ªa, le fascin¨® y le abri¨® nuevos campos, influyendo decisivamente en su compromiso: "qu¨¦ decepci¨®n de Europa, qu¨¦ inmensa soledad la de los emigrantes. Est¨¢n desamparados, oprimidos, explotados y, para colmo, odiados como seres inferiores, como raza maldita. Mi decisi¨®n se complet¨® aqu¨ª, el camino emprendido he de recorrerlo como sea, y pronto" (carta a su novia, noviembre 1.965).Felipe Gonz¨¢lez cree en los hor¨®scopos. Sabe que los Piscis, como ¨¦l, son introvertidos y, como ¨¦l, reacios a hablar de su vida personal. Sin embargo, esta vida personal y familiar del secretario general del PSOE marca muchas de sus actitudes. Confiesa que a?ora los tiempos colegiales de libertad y sabe que nunca recuperar¨¢ los a?os invertidos en la pol¨ªtica, a?os sin los flirteos, sin las novelas, sin las pel¨ªculas, sin la libertad de movimientos que tuvieron, en cambio, otros j¨®venes de su edad, no sometidos al marcaje de la escolta policial. Su mujer, Carmen Romero, dice entenderlo, y compartirlo. Se casaron entre dos viajes a Francia, ¨¦l sin corbata, provocando no cierto disgusto en la familia de la novia, hija de un coronel m¨¦dico. Carmen compartir¨¢ las primeras conversaciones con Llopis, el congreso de Suresnes. Despu¨¦s, Pablo, David, Mar¨ªa. Carmen no se ve como primera dama: alimenta la imposible esperanza de mantener sus clases de ingl¨¦s en el Instituto, su revista Nuestra Escuela, su Federaci¨®n de la Ense?anza de UGT. Ser¨¢ ella la principal responsable de imprimir un estilo nuevo.
Era previsible: todo va a cambiar en la vida, pese a todo nada corriente, de Felipe. Ya no volver¨¢ a su despacho de Santa Engracia, ni a su casa de Pez Volador. La transformaci¨®n, incluso f¨ªsica, se ha consumado y Felipe Gonz¨¢lez, ex Isidoro, escuchar¨¢ dentro de pocas semanas c¨®mo el impasible ujier de azul le dice, tras subir la escalinata: "Buenos d¨ªas, presidente".
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