Karol Wojtyla, condena el divorcio y el aborto y recuerda la responsabilidad de los padres
Los altavoces de la plaza de Lima recordaban trozos de la biograf¨ªa del Papa desde dos horas antes de su llegada, a las 17.35 horas de ayer. "Karol, por aquel tiempo, era un muchacho absolutamente normal. Juega al f¨²tbol y lo hace de portero", o la pregunta que le hicieron sobre si le gustar¨ªa hacerse sacerdote: "no creo, no s¨¦, no lo he pensado, responde Wojtyla, enrojecido el rostro".Para entonces, los casi 600 sacerdotes que iban a dar la comuni¨®n en la misa del Papa, esperaban ya sentados en sillas de tijera, revestidos con albas y estolas y sosteniendo un cop¨®n cada uno. La inmensa mayor¨ªa de ellos era de edad media o avanzada y un cura joven explic¨®, que, los de menos edad, no se hab¨ªan ofrecido de forma tan numerosa para participar en la ceremonia. Estaban tambi¨¦n preparados los 120 componentes de los coros de las parroquias de Nuestra Se?ora de las Delicias y Nuestra Se?oras de las Nieves y funcionaban, desde antes del mediod¨ªa, los vendedores de objetos aleg¨®ricos a la visita.
En la misa de Juan Pablo II con las familias cristianas estaba prevista la presencia de treinta o cuarenta organizaciones, tanto famifiares como profesionales y de diversos tipos. Tambi¨¦n estaba la Universidad de Navarra, con la misma pancarta m¨®vil con que sus miembros recibieron al Papa el d¨ªa de su llegada, y que ayer situaron justo enfrente del altar.
La gente se agolpaba por todas las calles adyacentes sin saber por donde aparecer¨ªa el Papa, hasta que, desde el micr¨®fono, el sacerdote monitor explic¨® la ruta. Tambi¨¦n contaba que, como los "ministros de la comuni¨®n tienen cada uno un cop¨®n con formas que ser¨¢n consagradas al consagrar el Papa y los concelebrantes, nadie deber¨¢ moverse, porque, en el momento oportuno, los sacerdotes se subir¨¢n a 30 autobuses y, acompa?ados por miembros del servicio de orden con un paraguas, para que se vea donde est¨¢n, dar¨¢n la comuni¨®n".
Por el micr¨®fono tambi¨¦n se ordenaba no aplaudir en la homil¨ªa, se indicaba que "ahora podr¨ªa haber un flamear de banderas y se recordaba una obviedad para muchos: que las palabras del Papa .no van contra nadie ni pretenden influir en lo pol¨ªtico o lo temporal". No obstante, la gente no pudo contenerse y cuando con ¨¦nfasis declamatorio el Papa habl¨¦ de la indisolubilidad del matrimonio, en contra de los anticonceptivos y del aborto, dijo que el placer no es la norma fundamental de la comunidad conyugal o defendi¨® que nadie puede usurpar el derecho de los padres a educar a sus hijos, los presentes rompieron en ovaciones y vivas al Papa.
El sacerdote animador daba ¨®rdenes de ensayar los c¨¢nticos lit¨²rgicos y, en tono radiof¨®nico, contaba a quienes no pudieran verlo que "se palpa el calor y el entusiasmo; la muchedumbre llega hasta San Juan de la Cruz, es realmente sobrecogedor, ?Dios lo ha querido!", al tiempo que ped¨ªa un aplauso para la Virgen de la Almudena, que presid¨ªa el acto. Recordaba por el micr¨®fono que "cuando el Santo Padre d¨¦ su ¨²ltima bendici¨®n pod¨¦is sacar las estampas, las medallas y los rosarios, porque todos quedar¨¢n bendecidos", cuando apareci¨® por la plaza del Cuzco el autom¨®vil papal.
Juan Pablo II fue recibido entre gritos, aplausos y flamear de banderas. Salud¨® "en el nombre del Padre, del Hijo y del Esp¨ªritu Santo, la paz sea con vosotros y comenz¨® la ceremonia. En el momento de la comuni¨®n, que el Papa solo dio a alrededor de setenta personas escogidas, irrumpieron en la plaza de Lima los microbuses amarillos de la EMT para que se subieran los sacerdotes que iban a dar la comuni¨®n. La plaza se convirti¨® en una gran estrella cuyos brazos los formaban filas de paraguas blancos y amarillos -que llevaban en el mango el sello de los mismos grandes almacenes que repartieron el domingo las palomas blancas de cart¨®n para recibir a Juan Pablo II-, debajo de los cuales iba parte de los sacerdotes a distribuir la comuni¨®n. En algunos casos, los ministros de la Iglesia ten¨ªan que detenerse ante un miembro del servicio de orden que les cerraba el paso y que, al caer en el error, separaba a la gente agolpada alrededor.
Cuando el Papa estaba procediendo a consagrar, un hombre desde un lugar elevado le grit¨® dos veces "T¨² eres el Anticristo", pero fue inmediatamente reducido por los servicios de seguridad. Los diversos encargados del orden, con gran profusi¨®n de brazaletes y acreditaciones de todos los colores, se mostraron, a juicio, incluso, de fuentes de la oficina de Prensa diocesana, m¨¢s emocionados por ver al jefe de la Iglesia cat¨®lica que por organizar la avalancha humana. Llegaron a impedir la entrada al recinto reservado al ex ministro Jos¨¦ Luis Alvarez, que tuvo que hacer valer su invitaci¨®n.
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