Las autoridades sovi¨¦ticas desarticulan una amplia red clandestina de videocasetes

M¨¢s de un centenar de personas -que formaban parte de una red clandestina de copia, venta, alquiler, exhibici¨®n e intercambio de videocasetes- han sido detenidas en la Uni¨®n Sovi¨¦tica a lo largo de los tres ¨²ltimos meses, seg¨²n ha podido saber EL PAIS.

En algunos casos, algunos de los detenidos hab¨ªan llegado a instalar en sus propias casas aut¨¦nticas salas de exhibici¨®n, a las que acud¨ªan los espectadores, despu¨¦s de pagar sus entradas, para ver pel¨ªculas er¨®ticas o de acci¨®n, g¨¦neros ¨¦stos completamente ausentes de las pantallas de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.

Especializados en doblaje

Otros se hab¨ªan especializado en el doblaje y la reproducci¨®n de videocasetes, instalando en bater¨ªa varios grabadores de v¨ªdeo, lo que les permit¨ªa la copia m¨²ltiple de un solo original.A pesar de que la URSS a¨²n no ha puesto a la venta ning¨²n aparato de videocasetes, ¨¦stos pueden comprarse en el mercado negro o en los komisioni (establecimientos que venden art¨ªculos de segunda mano).

Normalmente, suelen proceder de sovi¨¦ticos que los han comprado en Occidente, o de algunos extranjeros que -ilegalmente- los han vendido en Mosc¨².

El sistema preferido por los sovi¨¦ticos es el VHS, cuyos modelos han llegado a alcanzar cotizaciones de hasta 17.000 rublos (m¨¢s de dos millones de pesetas), lo que equivale a los ingresos ¨ªntegros de nueve a?os de salario del sovi¨¦tico medio, y supera el precio del autom¨®vil m¨¢s caro de la URSS, el Volga, que cuesta poco m¨¢s de 15.000 rublos.

El alto precio de estos aparatos en el mercado negro ilustra la fuerte demanda existente. Si bien los precios son naturalmente m¨¢s asequibles, los canales paralelos ofrecen tambi¨¦n al consumidor sovi¨¦tico otro tipo de productos culturales de Occidente: desde copias piratas de m¨²sica rock hasta ediciones clandestinas de literatura pol¨ªtica o de ¨¦xitos de ventas como El padrino.

El clandestino boom de los videocasetes ofrec¨ªa a los sovi¨¦ticos muy bien dotados econ¨®micamente la posibilidad de ver recientes pel¨ªculas occidentales que no hubieran sido admitidas por la r¨ªgida censura de la URSS.

Una cinta, 50 rublos

Por una cinta virgen -tra¨ªda de contrabando del extranjero- se llegaban a pagar unos cincuenta rublos -cerca de 8.000 pesetas-, precio ¨¦ste que se multiplicaba por diez o veinte si la casete ten¨ªa impresionado un filme occidental de ¨¦xito reciente.

Utilizando el mecanismo de doblaje de sus v¨ªdeos dom¨¦sticos, los distribuidores piratas superpon¨ªan a la banda sonora la traducci¨®n en ruso de los di¨¢logos.

De este modo tan artesanal -y previo pago- algunos ciudadanos sovi¨¦ticos pod¨ªan gozar con las aventuras de James Bond, el equilibrismo er¨®tico de Emmanuelle y el porno duro de Garganta profunda. O temblaban viendo Tibur¨®n o Terremoto.