Asombro de D'Ors y del siglo
En este a?o Zabaleta cumplir¨ªa 75 a?os lo que para un artista creador es, con gran frecuencia, la c¨²spide de su madurez- de no haber sido por aquella desidia que, en 1960, le llevara a una absurda muerte, de la que todav¨ªa sus amigos no nos hemos recuperado.Desde entonces le hemos recordado en sus aniversarios, con publicaciones, exposiciones y actos, quienes fuimos sus compa?eros de viaje y de aventuras, de azares y de entusiasmos, de preocupaciones de triunfos compartidos, de admiraci¨®n hacia una obra tan enraizada en nuestra circunstancia que consider¨¢bamos -y consideramos- tambi¨¦n nuestra.
El arte modemo hab¨ªa seguido un camino dificil y, entre nosotros demasiado lento. Los intelectuales del 98, que con tanto acierto asu mieron la idea de una Espa?a nue va frente a la pobre y escu¨¢lida y beoda de carnaval vestida no supieron, en cambio, ver en profundidad el hecho cultural que el arte nuevo europeo representaba. Tu v¨ªeron que ser los propios creadores espa?oles de este arte un P¨ªcasso, un Juan Gris, un Mir¨®, un Dal¨ª (el buen Dal¨ª de su juventud) entre otros-, y algunos alertados pensadores -Eugenio d'Ors, Ram¨®n G¨®mez de la Serna- quienes comenzaran a participar y a divulgar los nuevos caminos de la creaci¨®n art¨ªstica.
Zabaleta, en sus a?os de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, desde 1924 a 1931, descubre aquel mundo y aquellas posibilidades. Los poetas de la generaci¨®n del 27 han entrado de Heno en el surrealismo, y el surrealismo Hega tambi¨¦n al mundo de la pintura y la escultura. El nuevo cap¨ªtulo del arte moderno es para Zabaleta otra revelaci¨®n. Los sue?os de Quesada, los muchos aspectos ins¨®litos de la realidad quesade?a, van a ser el nuevo mundo inagotable de las realizaciones de Zabaleta. Entre el vigor y la rudeza del mundo de Solana -una primera revelaci¨®n para Zabaleta- y el lirismo y el misterio incomparables del subsconsciente -a los que llega culturalmente tras las lecturas de Freud, de los poetas surreal¨ªstas franceses y de las obras de Miro, Dal¨ª, Max Emst, Magritte, Tanguy, etc¨¦tera-, la obra de nuestro quesadefio, encerrado en s¨ª m¨ªsmo, va a adaptar un lenguaje social, enraizadamente local y, al mismo tiempo, un¨ªversal, desde uno de sus aspectos m¨¢s intelectuales y sofisticados.
El encuentro con Eugenio d'Ors, en 1942, fue, en este sentido, una revelaci¨®n mutua. Zabaleta necesitaba del intelectual de mundo que viera en su obra m¨¢s all¨¢ de la rudeza popular. Eugenio d'Ors, hu¨¦rfano de artista tras su decepci¨®n con Picasso, buscaba cl¨¢sico moderno, el C¨¦zanne de Espa?a, el hombre que asumiera, desde una ra¨ªz local, desde un rigor arquitect¨®nico, la ¨ªlimitada libertad del mundo del arte; Zabaleta lleg¨® a ocupar durante la d¨¦cada de los a?os cincuenta un lugar primer¨ªsimo en la vida cultural de nuestro pa¨ªs. Pensar lo que hubiera podido ser a partir de entonces, de haber podido continuar el desarrollo de su obra, sena una cuesti¨®n pueril, aunque a veces no podamos evitar plante¨¢rnosla.
Hoy a Zabaleta s¨®lo podemos contemplarlo desde una perspectiva hist¨®rica. La obra de Zabaleta es un producto del pasado, aunque, por sus valores, por lo que represent¨® y representa, merezca que , entre todos, la situemos culturalmente en el lugar adecuado. Con seriedad y sin localismos, pero tratando de ev¨ªtar que nuestra tradicional desidia y abandono contribuyan al olvido de esta obra excepcional.
Lo deseable para ello ser¨ªa que ahora, al cabo de m¨¢s de veinte a?os de su muerte, las nuevas generaciones de estudiosos del arte que no le conocieron personalmente se ocupen de la obra de Zabaleta, analicen el per¨ªodo en que se produjo y cuanto en ¨¦l signific¨®, y vean y difundan los caracteres de permanencia que pueden darle actualidad y proyecci¨®n.
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