El nuevo desembarco de Alhucemas
LAS MANIOBRAS conjuntas norteamericano-marroqu¨ªes en la costa mediterr¨¢nea del Reino alau¨ª han provocado protestas oficiales de Argelia y Libia, temerosas de que los delicados equilibrios en el Norte de Africa, amenazados de desestabilizaci¨®n por el litigio del Sahara, se hallen en v¨ªsperas de alguna alteraci¨®n dram¨¢tica. Aunque el Gobierno de Calvo Sotelo hab¨ªa sido advertido de esos ejercicios militares la elecci¨®n de la bah¨ªa de Alhucemas como escenario de las maniobras ha evocado los recuerdos del desembarco realizado por las tropas espa?olas, al mando del general Sanjurjo y con la colaboraci¨®n francesa, cuando el Reino de Marruecos estaba sometido al protectorado de Francia y Espa?a. Ni que decir tiene que esa resonancia no debe ser transformada en una advertencia, ya que hasta los m¨¢s susceptibles encontrar¨ªan invencibles dificultades para dar significaci¨®n com¨²n a dos acontecimientos tan s¨®lo unidos por la localizaci¨®n geogr¨¢fica y la log¨ªstica.La noticia, sin embargo, puede servir para reflexionar sobre el marco geopol¨ªtico de la estrategia exterior que se propone desarrollar el futuro Gobierno socialista, cuyo compromiso de congelar de inmediato la integraci¨®n militar espa?ola en la OTAN y de celebrar, sin plazo definido, un refer¨¦ndum para decidir nuestra permanencia en la Alianza Atl¨¢ntica significa un notable distanciamiento respecto a las l¨ªneas esbozadas por el Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo. La ausencia de acuerdo de las principales fuerzas del arco parlamentario es la causante del hecho negativo de que no exista, al menos todav¨ªa, una definici¨®n de nuestra estrategia internacional como asunto de Estado, a salvo de los cambios de Gobierno cada cuatro u ocho a?os. En este terreno, las responsabilidades hist¨®ricas de Calvo Sotelo son graves, ya que la impugnaci¨®n del PSOE al ingreso de Espa?a en la OTAN es indisociable de la forma atropellada con que el todav¨ªa presidente del Gobierno impuso su voluntad de la integraci¨®n. En cualquier caso, los casi diez millones de votos obtenidos por el PSOE en las ¨²ltimas elecciones se pronunciaron a favor de un programa que inclu¨ªa la modificaci¨®n de esa decisi¨®n o, al menos, la necesidad de que nuestra integraci¨®n en la Alianza Atl¨¢ntica no se haga de espaldas a la opini¨®n p¨²blica.
La OTAN naci¨® con la decidida colaboraci¨®n de los partidos socialistas europeos, que consideraron imprescindible esa alianza militar para frenar o disuadir a la Uni¨®n Sovi¨¦tica de sus eventuales movimientos expansionistas hacia Occidente tras la conclusi¨®n de la II Guerra Mundial. Aunque el PSOE haya puesto en cuesti¨®n la conveniencia de que Espa?a se integre en un pacto nacido hace m¨¢s de tres d¨¦cadas, la posici¨®n negativa de Felipe Gonz¨¢lez no se extiende a la existencia de la organizaci¨®n militar en sus actuales perfiles, sino al aumento del n¨²mero de sus miembros. Las insatisfactorias respuestas dadas por algunos de nuestros futuros aliados militares a las peticiones espa?olas en otros puntos de inter¨¦s nacional, desde la integraci¨®n en la Comunidad Econ¨®mica Europea hasta la negociaci¨®n en torno a Gibraltar y las garant¨ªas sobre Ceuta y Melilla, apoyan esa actitud adversa de los socialistas espa?oles a la entrada en una organizaci¨®n que, seg¨²n sus criterios, no necesita militarmente de nuestro refuerzo. Otro argumento complementario del PSOE para justificar su postura es la posibilidad de que nuestra acci¨®n diplom¨¢tica en Latinoam¨¦rica y en otras zonas del mundo pudiera quedar lastrada.
Estos razonamientos tienen que enfrentarse con la evidencia de que pueden no ser comprendidos o aceptados por Estados Unidos y por otras naciones europeas en las que los partidos socialistas o socialdem¨®cratas -en el Gobierno o en la oposici¨®n- apoyan sin vacilaciones las grandes directrices de la pol¨ªtica exterior de sus pa¨ªses. De a?adidura, el futuro Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez tiene que revalidar, a trav¨¦s de su mayor¨ªa parlamentaria en las Cortes Generales, los acuerdos con Estados Unidos, que vinculan a Espa?a de forma bilateral, con la estrategia militar occidental. La resistencia del PSOE a nuestro ingreso en la OTAN no ha utilizado nunca el argumento del neutralismo, sino la suficiencia de los pactos con los norteamericanos para contribuir al equilibrio general del planeta.
Las maniobras conjuntas del Ej¨¦rcito Real y de la VI Flota en la costa mediterr¨¢nea pueden hacer surgir la inquietud, coloreada por el recelo, de que problemas preocupantes de nuestra pol¨ªtica exterior, originados por las fricciones derivadas de las relaciones de vecindad con Marruecos, Argelia, Portugal y Francia, pudieran resultar agravados, en nuestra contra, como forma de presi¨®n para conseguir una rectificaci¨®n del rumbo de la estrategia internacional del futuro Gobierno socialista. Todos sabemos que el litigio sobre Ceuta y Melilla podr¨ªa servir de demag¨®gica v¨¢lvula de escape para los conflictos internos del Reino de Marruecos y que s¨®lo la vigilancia de la comunidad internacional, cuyo liderazgo en Occidente ejerce Estados Unidos, podr¨ªa actuar de freno eficaz a la improbable, pero no imposible, tentaci¨®n de exportar hacia las reivindicaciones territoriales los problemas y tensiones de la monarqu¨ªa alaui. En esa perspectiva, el nuevo desembarco de Alhucemas puede carecer de todo significado, pero contiene una semilla de inquietud respecto a un viraje de la pol¨ªtica norteamericana en el Mediterr¨¢neo.
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