El retorno de Walesa
WALESA HA reaparecido en libertad -en una libertad relativa, condicionada a un comportamiento prudente- con la misma moderaci¨®n que ten¨ªa cuando fue detenido. Que es la que corresponde a la Iglesia cat¨®lica. En el mes de octubre de 1981 Walesa s¨®lo obtuvo el 55% de los votos para la presidencia de Solidaridad, frente a tres candidatos radicales que manten¨ªan en sus discursos la idea de que el poder s¨®lo cae bajo presi¨®n, que el sindicato debe ser un martillo golpeando la cabeza del Gobiemo y que la Uni¨®n Sovi¨¦tica era un tigre de papel. La tendencia violenta no gan¨® las votaciones, pero s¨ª tuvo la suficiente fuerza como para continuar convocando huelgas y manifestaciones mientr¨¢s Walesa y la Iglesia se esforzaban en pactar de forma que hubiera un nuevo Gobierno moderado, renovado. La situaci¨®n se rompi¨® como se sabe: con la ley marcial y con las detenciones masivas, en las que cay¨® el mismo Walesa. No puede extra?ar ahora verle salir de su prisi¨®n en el mismo estado de ¨¢nimo, alegando que est¨¢ dispuesto a continuar su trabajo por medios pac¨ªficos, defendiendo la creaci¨®n de nuevos sindicatos por la nueva ley de Jaruzelski -en nombre de la democracia y la pluralidad- y decidido a una serie de conversaciones que le permitan escuchar la voz de la patria. No parece un hombre domesticado, no est¨¢ amansado por la larga prisi¨®n: es coherente consigo mismo y con las mismas posiciones que manten¨ªa y defend¨ªa, aun en contra de muchos de sus compa?eros, cuando fue detenido once meses atr¨¢s.Las circunstancias, sin embargo, no son las mismas. El poder del general Jaruzelski ha dado pruebas suficientes de que la autoridad est¨¢ enteramente en sus manos: ha podido desmembrar los movimientos clandestinos, encerrar a miles de personas, declarar fuera de la ley el sindicato Solidaridad y mantener la ley marcial sobre el conjunto de la naci¨®n sin sufrir ninguna respuesta violenta interior y sin que la presi¨®n exterior le llevase por otro camino. Eso s¨ª, frente a una resistencia pasiva continua y sin la menor posibilidad de restaurar la econom¨ªa polaca. La situaci¨®n del pa¨ªs -alimentos, nivel de vida, producci¨®n, trabajo- ha empeorado. La idea actual de Jaruzelski parece ser la de negociar desde su posici¨®n de fuerza los acuerdos que hubieran sido trascendentales de obtener en octubre del a?o pasado. Su posici¨®n es innegablemente mejor: entre negociar con un pueblo levantisco y seguro de s¨ª -como lo sigue estando de su raz¨®n- a hacerlo con un pueblo presa del desencanto y que trata de atrapar lo posible despu¨¦s de haberlo perdido casi todo, hay un abismo. La entrevista que tuvo Jaruzelski con el primado Glemp el d¨ªa 8, que condujo a la confirmaci¨®n de la visita del Papa en el mes de junio pr¨®ximo, conten¨ªa ya el principio de la liberaci¨®n de Walesa (que el mismo d¨ªa escrib¨ªa al general Jaruzelski pidi¨¦ndole una entrevista) y, sin duda, el levantamiento de la ley marcial para m¨¢s adelante. Es indudable que dentro de todos estos acontecimientos aparece Jaruzelski como el poder inevitable, como la condici¨®n absoluta sin la cual no puede intentarse el camino de la normalizaci¨®n. O del posibilismo.
Especular con la idea de que este conjunto de acontecimientos se produzca en relaci¨®n con la muerte de Breznev es poco consistente. A la URSS le conviene esta aceptaci¨®n del r¨¦gimen de Jaruzelski por el Papa y por la Iglesia polaca en los momentos en que se celebra la Conferencia de Madrid y como medio de rebatir el acta de acusaci¨®n que ha comenzado a levantarse aqu¨ª. Si la pol¨ªtica de Andropov no parece que pueda ser m¨¢s que la del continuismo, en ¨¦l est¨¢ inscrita la negociaci¨®n y la diplomacia, que parec¨ªan bloqueadas por la situaci¨®n de Polonia, blandida por Reagan. Y tampoco hay que atribuir la decisi¨®n de Reagan de suspender las sanciones a las empresas y pa¨ªses aliados que contribuyan a la construcci¨®n del gasoducto de Siberia a este ablandamiento de las circunstancias. Es m¨¢s bien una renuncia a algo que no pod¨ªa mantener, a una orden no cumplida y a una sugerencia desde?ada por sus propios aliados. La seguridad de que a cambio de la suspensi¨®n del embargo las naciones implicadas van a mostrar mayor firmeza en sus relaciones comerciales con la URSS no es m¨¢s que una forma de salvar la cara.
La p¨¦rdida de votos de Reagan en las elecciones de mitad de mandato, la seguridad europea de mantener sus posiciones independientes, el camino -triste- a la normalizaci¨®n en Polonia y el cambio de rostro en el Kremlin son algunas de las circunstancias que parecen iluminar las relaciones internacionales inmediatas. Podemos estar as¨ª en el umbral de grandes cambios.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Josef Glemp
- Wojciech Jaruzelski
- Guerra fr¨ªa
- Ley marcial
- Solidarnosc
- Opini¨®n
- Yuri Andropov
- Lech Walesa
- Polonia
- URSS
- Administraci¨®n militar
- Bloques pol¨ªticos
- Incidentes
- Bloques internacionales
- Estados Unidos
- Centroeuropa
- Iglesia cat¨®lica
- Partidos pol¨ªticos
- Pol¨ªtica exterior
- Conflictos pol¨ªticos
- Cristianismo
- Defensa
- Historia contempor¨¢nea
- Sucesos
- Religi¨®n