Las autonom¨ªas entre la solidaridad y el recelo
EL FUTURO Gobierno socialista tendr¨¢ ante s¨ª el importante reto de poner en funcionamiento el Estado de las Autonom¨ªas. La decisiva participaci¨®n del PSOE en la aprobaci¨®n de la pol¨¦mica Ley Org¨¢nica para la Armonizaci¨®n del Proceso Auton¨®mico, rechazada por los partidos nacionalistas, parece adelantar las grandes l¨ªneas de la pol¨ªtica auton¨®mica del futuro gobierno socialista, m¨¢s preocupada aparentemente por el funcionamiento uniforme del aparato estatal y la equiparaci¨®n de las diferentes comunidades que por dar una respuesta distinta a los problemas diferentes que plantean catalanes y vascos. Sin embargo, el aplazamiento de la puesta en vigor de la LOAPA y los recursos previos de inconstitucionalidad interpuestos ante el Tribunal Constitucional abren las puertas para la reconsideraci¨®n de una estrategia que se enfrenta con una complej¨ªsima constelaci¨®n de factores.Posiblemente los adversos resultados electorales obtenidos por los socialistas en las elecciones a los parlamentos vasco y catal¨¢n en marzo de 1980 influyeron negativamente en sus planteamientos de futuro respecto a las dos primeras comunidades aut¨®nomas que hab¨ªan entrado en funcionamiento. La idea de que Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco permanecer¨ªan indefinidamente bajo el control de partidos de base social interclasista, ideolog¨ªa nacionalista y afinidades pol¨ªticas con la derecha estatal tal vez hipotecaron, de forma m¨¢s o menos consciente, la estrategia socialista, temerosa de que los eventuales planes de reforma desde las Cortes Generales y el Gobierno, una vez alcanzado el poder en las urnas, encontraran invencibles resistencias en ambos territorios. Ese planteamiento no pod¨ªa sino quedar reforzado por las excelentes perspectivas electorales del PSOE en otras comunidades auton¨®micas, especialmente la andaluza. Sin embargo, los comicios del 28 de octubre de 1982 han devuelto al PSC-PSOE la primac¨ªa en Catalu?a y han demostrado que el PSE-PSOE, el segundo partido en el Pa¨ªs Vasco (el primero, si se incluyera Navarra), no ha entrado en ning¨²n guetto sino que puede aspirar a influir de manera decisiva en las instituciones vascas de autogobierno y a establecer incluso relaciones de colaboraci¨®n y alianza con fuerzas nacionalistas de izquierda como Euskadiko Ezkerra.
La desaparici¨®n de esa enga?osa sensaci¨®n de exterioridad de Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco respecto al resto de los territorios espa?oles, facilitada por los buenos resultados de los socialistas en las ¨²ltimas elecciones generales, seguramente contribuir¨¢ a una consideraci¨®n menos pasional y mas reflexiva de los complicados problemas que nacen de sus autonom¨ªas. De otro lado, los comicios del 28 de octubre tambi¨¦n han demostrado que, mientras las artificiales opciones nacionalistas en otros territorios se disolv¨ªan como azucarillos, el catalanismo y el abertzalismo, que hicieron un fuerte hincapi¨¦ durante la campa?a en su oposici¨®n a la LOAPA, siguen contando con fuertes respaldos populares y no son absorbibles por partidos de ¨¢mbito estatal. Los movimientos migratorios, los cambios econ¨®micos y las interdependencias territoriales han enviado al baul de los recuerdos los proyectos independentistas como programas pol¨ªticamente realizables pero no han apagado el rescoldo de las emociones diferenciadoras ni han hecho desaparecer, pese a la heterogeneidad social, cultural y linguistica de unas poblaciones marcadas por la emigraci¨®n de las ¨²ltimas d¨¦cadas, las reivindicaciones de catalanes y vascos a recuperar sus se?as de identidad. Dado que esa situaci¨®n pr¨¢ctica de empate obligar¨ªa en cualquier caso a nacionalistas y no nacionalistas a convivir dentro de un mismo marco, cualquier pol¨ªtica estatal que cayera en la tentaci¨®n de dividir a vascos y catalanes en dos comunidades merecer¨ªa el mas severo reproche.
Tanto el nacionalismo vasco moderado del PNV como el nacionalismo catalanista de CiU, que ejercen el gobierno en ambas Comunidades y que poseen una fuerte implantaci¨®n social en los dos territorios, se mostraron de acuerdo en la conveniencia de racionalizar el desmadrado proceso auton¨®mico y de cooperar a la adopci¨®n de los ajustes necesarios para que el in¨¦dito dise?o del Estado de las Autonom¨ªas entrara en funcionamiento. Sus discrepancias con la LOAPA no han sido, por lo tanto, de principio sino de procedimientos y de contenidos. La campa?a electoral de Felipe Gonz¨¢lez, especialmente su mitin en Anoeta, abri¨® nuevas perspectivas de entendimiento y negociaci¨®n que no debieran ser ni olvidadas ni desaprovechadas. Los recelos de las regiones mas pobres hacia las nacionalidades hist¨®ricas no carecen, por supuesto, de argumentos. Sin embargo, no parece justo meter en un mismo saco la din¨¢mica de industrializaci¨®n de casi un siglo, que propici¨® el desarrollo catal¨¢n y vasco por procesos objetivos y no por planes maquiav¨¦licos, y las eventuales tentativas de convertir sus autonom¨ªas en tapaderas de negocios privados. Aunque algunos absurdos enfoques tercermundistas as¨ª lo sostengan, las situaciones de injusticia y de atraso de Andaluc¨ªa no tienen como causa eficiente el superior nivel de actividad econ¨®mica de Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, actualmente enfrentados con grav¨ªsimos problemas de crisis industriales, desempleo masivo y defientes equipamientos urbanos para la poblaci¨®n emigrada. La especificidad cultural y linguistica de ambas comunidades, de la que participan amplios sectores de su poblaci¨®n, exige, por otra, esas respuestas diferentes que las cuestiones diferentes exigen. Los caminos de la solidaridad no se allanan con los agravios comparativos o con err¨®neas imputaciones de los males propios a chivos expiatorios. Ni Madrid tiene porqu¨¦ ser una bota sobre el cuello del Pa¨ªs Vasco o de Catalu?a ni el atraso andaluz o extreme?o debe buscar los culpables en las comunidades industrializadas. Si el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez lograra asentar el Estado de las Autonom¨ªas sobre esas bases de mutuo entendimiento, rec¨ªpocra comprensi¨®n, voluntad de negociaci¨®n y respeto simult¨¢neo por las diferencias y por las exigencias de la solidaridad la democracia espa?ola habr¨ªa dado un paso de gigante.
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