El cine como gozo
Cuentan quienes estuvieron en ellos, que los rodajes de Raoul Walsh eran aventuras no menores que las propias aventuras que narraba en sus pel¨ªculas. Robert Parrish describe en su salsa al gran cineasta como "una fuerza de la naturaleza, un individuo de energ¨ªa desbordada, que siempre, incluso en sus peores filmes, acababa introduciendo alg¨²n pasaje de sorprendente vitalidad". Pues bien, imaginen una pel¨ªcula en la que casi todas sus secuencias son de esta especie, tocadas de alegr¨ªa y de vitalidad. Sin respiro, escena tras escena, un filme que juega a ser, y que es, una reconciliaci¨®n contagiosa con los aspectos m¨¢s gozosos de la aventura por la aventura misma. Eso es El mundo en sus manos.Un tipo pragm¨¢tico le pregunt¨® con aires de suficiencia a Edmund Hillary por qu¨¦ hab¨ªa subido al Everest. Hillary contest¨®: "Porque est¨¢ ah¨ª". En esa admirable tautolog¨ªa est¨¢ contenido el sentido del juego de la aventura por la aventura misma, emprendido por el cine a trav¨¦s de filmes como El mundo en sus manos, mediante los cuales los individuos ahogados en el prosaicismo de las sociedades industriales podemos aun cruzar el ¨²ltimo mar imaginario, o ascender a la ¨²ltima monta?a so?ada. Son, tambi¨¦n ellos, los ¨²ltimos ejercicios de reconciliaci¨®n del hombre con el esfuerzo humano como juego. Como el Everest, est¨¢n ah¨ª.
El interlocutor pragm¨¢tico de Hillary dir¨ªa que filmes como este s¨®lo son diversiones. El sue?o de una noche de verano de Shakespeare y Las cuatro estaciones de Vivaldi, tambi¨¦n. No obstante podr¨ªamos ir un poco m¨¢s dentro de esta diversi¨®n y buscar en ella algunos s¨ªntomas -por lo dem¨¢s innecesarios, ya que el juego considerado en s¨ª mismo es un asunto muy serio- de trascendencia. Por ejemplo, la secuencia de la carrera de veleros entre el capit¨¢n Jonathan Clark -Gregory Peck- y el inefable "Portugu¨¦s" encarnado por Anthony Quinn.
Es una de las secuencias de las llamadas de montaje paralelo m¨¢s perfectas de la historia del cine. La doble acci¨®n, en s¨ª misma loca, acaba con converger en una sola acci¨®n doblemente intensa. La graduaci¨®n de la secuencia sigue los cauces de una serie progresiva de saltos din¨¢micos, que solo mediante un conocimiento exhaustivo de las leyes, codificadas por el muy trascendente Serguei M. Eisenstein, de la intensificaci¨®n dram¨¢tica por choque es posible llevar a cabo. ?Cabe mayor trascendencia que la de Walsh, cuando tom¨® el genial modelo de la secuencia de los puentes levadizos del Neva del Octubre de Eisenstein, para hacer de ella un canto a la habilidad de los hombres?. ?Hay mayor trascendencia que la captura de la alegr¨ªa en estado puro?.
Esta es una gran secuencia, entre muchas magistrales, de esta divertida pel¨ªcula de Walsh, ant¨ªdoto contra el antijuego autoflagelatorio a que se ve sometido el espectador de cine hoy d¨ªa, que parece haber perdido sus lazos con la capacidad humana para gozar. Pero hay otras maravillas en El mundo en sus manos: los actores. Peck y Quinn, magn¨ªficos. ?Y John McIntire, uno de los m¨¢s grandes monstruos secundarios del cine cl¨¢sico de HolIywood?. Est¨¢ ah¨ª.
?Y ese milagro adicional de que la amu?ecada y p¨¢nfila Ann Blyth est¨¦ a la altura de sus enormes colegas, rebosando vida y desparpajo? Ese, sin duda, fue un milagro personal de Walsh, experto en poner sal, sirvi¨¦ndose de todo tipo de trucos, en la jeta de las actrices m¨¢s sosas. Por ejemplo, se cuenta que Jane Wyman, que lleg¨® al cine como aspirante a damita dulce, era tan efectivamente dulce, que solo sab¨ªa mirar a la c¨¢mara como un gatito asustado. Pero Raoul Walsh necesitaba, que el gatito ara?ase. Y el gatito ara?¨®. Joel McCrea, el oponente de Wyman, se fue hacia Walsh: "La chica esta no reacciona, Raoul", le dijo desesperado. Walsh hizo un aparte a McCrea: "Por lo visto es pudorosa ?no?. Pues bien, cuando m¨¢s rom¨¢ntica est¨¦ la cosa, y al mismo tiempo que la miras embelesado, ponle, de repente una mano en la entrepierna, Joel, a ver qu¨¦ pasa". As¨ª asom¨® la luz de fiera en la mirada de pasteler¨ªa de la Wyman, esa luz que le vali¨® un oscar por Belinda, y que brot¨® de una groser¨ªa de Walsh. Y ahora, imaginemos que c¨²mulo de argucias tabernarias tendr¨ªa que urdir Walsh para que la archisosa Blyth echara lumbre por los ojos en cada plano de este c¨¢lido filme.
El mundo en sus manos se emite hoy a las 19.30 por la segunda cadena.
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