Los obst¨¢culos del cambio
Una vez m¨¢s, y al igual que sucediera durante el pasado a?o con la conmemoraci¨®n del cincuentenario de la II Rep¨²blica espa?ola, se ha insistido en las diferencias abismales que separan a la sociedad espa?ola de entonces y de ahora, lo cual es evidente, pero se ha relegado a un lugar muy secundario la similitud gen¨¦rica de algunos de los obst¨¢culos que se opon¨ªan y se oponen a la consolidaci¨®n de la democracia en Espa?a.El olvido no deja de ser sorprendente. Tal vez pueda ser explicado por el temor que suscita el sangriento fracaso con que culmin¨® la primera experiencia democr¨¢tica intentada durante este siglo en nuestro pa¨ªs. O por el firme deseo de que no pueda repetirse. Pero, por encima de las diferencias en los acontecimientos concretos, en ¨²ltima instancia, el objetivo, entonces y ahora, es similar, si no igual: modernizar la sociedad espa?ola desde la moderaci¨®n, acometiendo con firmeza la resoluci¨®n de los problemas y las desigualdades m¨¢s flagrantes, pero sin controlar, m¨¢s que de forma muy parcial, el poder. Y ante objetivos similares no parece arriesgado esperar resistencias parecidas, aun cuando la forma concreta que adopten pueda ser diferente.
Dos ejemplos, entre los muchos que podr¨ªan citarse y sobre los que deber¨¢ actuar el Gobierno socialista para llevar a cabo su programa, permiten concretar estos obst¨¢culos. No es necesario ser experto en econom¨ªa para ser consciente de que la desigualdad de la distribuci¨®n de la renta disponible es en Espa?a muy superior a la de los dem¨¢s pa¨ªses desarrollados. Seg¨²n las estimaciones m¨¢s fiables, la d¨¦cima parte de las familias est¨¢n obteniendo el 40% de la renta generada por el conjunto de la sociedad. Y parece evidente tambi¨¦n que siguen existiendo sectores igualmente minoritarios, pero no menos poderosos, que tienen una concepci¨®n patrimonial del Estado.
Ni unos ni otros van -ni quieren ni pueden- a aceptar pasivamente una reforma democr¨¢tica. Y esta afirmaci¨®n no trata de valorar intenciones a priori, sino constatar que la historia no ofrece ni un solo ejemplo de que los privilegios hayan sido, no ya abolidos, sino ni siquiera limitados, voluntariamente o sin resistencia de los privilegiados.
El componente ¨¦tico en la actuaci¨®n pol¨ªtica que aporta Felipe Gonz¨¢lez -y con ¨¦l cabe suponer que el conjunto de su partido- supone una transformaci¨®n notable sobre la situaci¨®n preexistente. Pero este componente tambi¨¦n lo tuvo la actividad de Manuel Aza?a, y ello no evit¨® que fuera derrotado en las elecciones de 1933. Precisamente en una contienda electoral que llev¨® al gobierno a Alejandro Lerroux y a su partido, que pod¨ªan presumir de algunas cosas, pero no de ¨¦tica pol¨ªtica.
?Posible proceso de radicalizaci¨®n?
El proyecto de modernizar la sociedad espa?ola, intentado por los sectores sociales que apoyaron a la coalici¨®n vencedora el 12 de abril de 1931, fracas¨® en buena parte por la ausencia de una conciencia clara -entre sus dirigentes y entre sus electores- de la gravedad de los problemas a los que se enfrentaban y de las dificultades que exist¨ªan para resolverlos a corto plazo.
A la falta de acierto de unos ministros con escasa o nula experiencia en la gesti¨®n del poder ejecutivo, que estaban convencidos de que la falta de eficacia pod¨ªa suplirse con trabajo y honestidad, se sumaron las exageradas expectativas de una gran parte de los ciudadanos, que, quiz¨¢ porque as¨ª se hab¨ªa dejado que lo pensaran, creyeron que con la llegada de sus representantes al Gobierno pod¨ªan solucionarse todos los problemas, y hacerlo adem¨¢s en un breve per¨ªodo de tiempo.
La incapacidad de los dirigentes para transmitir al conjunto del pa¨ªs cu¨¢les eran sus objetivos concretos y cu¨¢les los obst¨¢culos al cambio que encontraban, resultado tanto de su incomprensi¨®n de los problemas fundamentales como de su convencimiento de que permanecer¨ªan en el Gobierno hasta que hubieran podido poner en pr¨¢ctica sus proyectos, determinar¨ªa su paso a la oposici¨®n parlamentaria menos de tres a?os despu¨¦s de su llegada al poder y la profundizaci¨®n de la radicalizaci¨®n social de resultados bien conocidos.
Descartada hoy, al menos en principio, la posibilidad de que la ineficacia y la incomprensi¨®n de los problemas vaya a ser la caracter¨ªstica de los Gobiernos resultantes del intento de modernizar Espa?a que inaugura el 28 de octubre, cabe esperar tambi¨¦n que el partido del futuro Gobierno acierte a explicar a su heterog¨¦neo electorado, y por extensi¨®n al conjunto de los ciudadanos, cu¨¢les son los obst¨¢culos y las resistencias que boicotean en cada momento su proyecto de cambio.
De otra forma, puede aparecer, dentro de pocos a?os, como ¨²nico responsable de unos fracasos que pueden ser, en realidad, ¨¦xitos de un poder menos n¨ªtido, pero no menos eficaz" que el del Gobierno de la naci¨®n. Y contribuir con ello a abrir un proceso de radicalizaci¨®n de consecuencias dif¨ªciles de evaluar.
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