Las bicicletas
Jos¨¦ Luis G¨®mez, hombre total del teatro total, y Eduardo Haro-Tecglen, maestro y amigo, parece que andan metidos en un cirio o mu?eco con lo de Las bicicletas son para el verano, comedia de Fernando Fern¨¢n-G¨®mez que obtuviera el premio Lope de Vega (cosa ya en principio abstrusa, cuando este premio ha servido para descubrir noveles valiosos -fue el caso de Buero Vallejo- y no para consagrar a profesionales, m¨¢s que consagrados, sagrados ya en el teatro de Espa?a.Voy a meterme en lo que no me importa -o s¨ª-, pues que se me dio a leer la funci¨®n un verano (¨¦poca de bicicletas), en el campo, porque le a?adiera yo una modesta nota a otras m¨¢s ilustres y subidas que iban en programa. Me apasion¨® la funci¨®n (he hablado varias veces de ella en esta columna), pese a que el realismo narrativo, en cualquier g¨¦nero, sea cosa que me amuerma. Pero no creo que Las bicicletas sea realismo, como no lo era La colmena, de Cela (por eso no han podido hacer de aquella novela una buena pel¨ªcula). Un jueves santo que Fernando se lo pas¨® entero en mi retiro off/Madrid, con torrijas, parch¨ªs y amiga/amante/lo que sea (otro ilustre autor acaba de actualizar el impecable sistema de promisear la educaci¨®n sentimental de cr¨ªticos y autores con el contenido de las funciones), tuve el vago desasosiego de comprobar que Fernando no me hablaba de mi nota ni me daba las gracias, y no por necesidad m¨ªa de halago, sino por famosa timidez suya, quiz¨¢. De modo que tampoco mantengo contubernio con este se?or y amigo, sino que me parece que el caso va siendo ya social, general, pol¨ªtico, m¨¢xime cuando el marco de todo ello es el Teatro Espa?ol, propiedad del Ayuntamiento y durante el cuarenta?ismo, del Municipio/Estado, naturalmente. Las bicicletas cuenta la guerra civil en Madrid, lo cuenta bien, muy bien, a trav¨¦s de una gran compa?¨ªa, nos presenta el Madrid "de rostro humano", no el Madrid fascista o antifascista. El teatro se llena o llenaba todos los d¨ªas, en un plebiscito caro (el teatro es caro) a favor de la democracia, ya que la tesis diluida de la obra es que "Franco no trajo la paz, sino la Victoria". Estamos en un pregobierno socialista, con un Ayuntamiento socialista, y todos los inconvenientes, administraciones, papeles y papelas que se exhiben para justificar la retirada de la funci¨®n en pleno ¨¦xito no hacen sino asimilarnos al socialismo real de los pa¨ªses burocratizados por el zarismo/estalinismo. Para que nuestro psocialismo sea verdadero, actual, abierto, democr¨¢tico, hay que dejar que ese chorro de pueblo directo, versicolor y fresco que atraviesa la obra de Fem¨¢n-G¨®mez, entre en contacto con el otro chorro, r¨ªo o corriente de personal que hace colas en la calle para ver la obra. Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra, que parecen preocupados por una pol¨ªtica cultural que no sea pendolismo o propaganda (las recientes becas literarias del Ministerio/uced¨¦ son el ¨²ltimo golpe cuarenta?ista), Felipe y Guerra, digo, as¨ª como el alcalde Tierno, tienen en el contencioso de esta obra la primera oportunidad de probar que saben hacer cultura dejando que la cultura se haga sola, como es el caso de Las bicicletas. Claro que todos tres encuentran hoy m¨¢s altos y complejos menesteres en que ocuparse, m¨¢s, por encima del floreo cr¨ªticos/Teatro Espa?ol, debiera estar ya la jurisdicci¨®n, puesto que de teatro y premio jurisdiccionales se trata, eliminando inconvenientes burocr¨¢ticos.
Lo del Espa?ol me interesa en la medida en que es el primer caso cultural que se le plantea al psocialismo, y nadie, entre los pol¨ªticos, parece haberse enterado de ello. Nuestros cr¨ªticos tienen sus buenas razones para denunciar el secuestro de una obra, y los directores/inspiradores de los teatros nacionales, sus buenas razones, asimismo, para hacer lo que hacen. Pero Las bicicletas se ha convertido en un test (este Fernando, siempre conflictivo en la vida nacional) y la nueva Administraci¨®n debiera salvarlo brillantemente. Las soluciones no son para el verano.
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