Los costes sociales del milagro japon¨¦s / 1
De unos a?os a esta parte, Jap¨®n es el pa¨ªs que el mundo entero, al menos el mundo industrializado, m¨¢s envidia. Como dice un autor franc¨¦s, H. C. de Bettiguies, "de una curiosidad intrigada ( ... ) en los a?os sesenta ( ... ), se pasa hoy a una admiraci¨®n sistem¨¢tica, cuasi m¨ªstica y misionera". Y no s¨®lo se le mira y se le contempla con ojos de asombro, sino que, lo mismo que en los a?os cincuenta se peregrinaba a Estados Unidos para aprender c¨®mo funcionaban la econom¨ªa y las empresas americanas, ahora los peregrinos (pol¨ªticos, empresarios, gerentes) se dirigen al Extremo Oriente en busca de la luz.A decir verdad, no faltan razones para sentirse deslumbrado ante los ¨¦xitos econ¨®micos del antiguo imperio nip¨®n. Si consideramos la evoluci¨®n de las grandes magnitudes que m¨¢s dolores de cabeza dan a los hombres de las econom¨ªas occidentales, es evidente la ventaja de Jap¨®n. Su incremento anual medio del PIB (1975-1980) supera en m¨¢s de un punto al del pa¨ªs occidental m¨¢s aventajado. Su tasa de inflaci¨®n es de las m¨¢s bajas (s¨®lo se sit¨²a por debajo de ¨¦l la Rep¨²blica Federal de Alemania). Y su tasa de desempleo, la bestia m¨¢s negra de la crisis actual, en 1982 no es m¨¢s que del 2,4% ?Para hacer so?ar! Una cifra s¨®lo imaginable en la dorada d¨¦cada de los sesenta.
Esta situaci¨®n de Jap¨®n es tanto m¨¢s apreciable cuanto que: 1) Desde el punto de vista de su estructura econ¨®mica se trata de un pa¨ªs con escas¨ªsimos recursos naturales (entre los que hay que contar antes que nada la falta de petr¨®leo); lo cual, como dice un documento del Banco Exterior de Espa?a, "le hace fuertemente dependiente de las importaciones de combustibles y materias primas". Desde el punto de vista coyuntural, Jap¨®n es, adem¨¢s, el pa¨ªs desarrollado que m¨¢s se vio afectado por la recesi¨®n de 1976: del ¨²ltimo trimestre de 1973 al primero de 1975 su producci¨®n industrial disminuy¨® en un 18,1%.
?D¨®nde est¨¢ el truco?
?Qu¨¦ sucede en ese imperio del lejano Oriente para que le vayan tan bien las cosas? ?Qu¨¦ hacen sus pol¨ªticos, sus empresarios, sus trabajadores para lograr esas asombrosas cotas de eficiencia? ?Qu¨¦ tiene de espec¨ªfico su estructura social para que produzca efectos tan saludables? ?D¨®nde est¨¢ el truco?La respuesta no es sencilla. Pero s¨ª podemos decir que la combinaci¨®n afortunada de una serie de factores productivos parecen aportar una primera aproximaci¨®n a la misma.
Ante los problemas planteados por la crisis, los japoneses han sabido encontrar dos nuevos cauces que les permitieran seguir rellenando el embalse de su capacidad econ¨®mica. Estos dos nuevos cauces han sido, por un lado, el de la reorientaci¨®n de su aparato productivo y, por otro, el de la renovaci¨®n de su infraestructura tecnol¨®gica.
El primero de ellos les ha llevado a intentar colmar una vieja brecha: el de sus relaciones comerciales con el exterior. En este sentido, una buena parte de su capacidad productiva ha dejado de producir bienes para el consumo interior para hacerlo para el mercado exterior; de ah¨ª la agresividad actual del comercio exterior japon¨¦s.
El segundo cauce abierto por la econom¨ªa japonesa para contrarrestar la crisis ha sido el de la renovaci¨®n de su aparato t¨¦cnico productivo. Ning¨²n pa¨ªs ha hecho un esfuerzo mayor que el suyo en este campo durante los ¨²ltimos a?os. En la ¨²ltima d¨¦cada Jap¨®n ha renovado la mayor parte de su tecnolog¨ªa productiva: el 61% de sus m¨¢quinas-herramientas tienen menos de diez a?os; porcentaje muy superior al de las dem¨¢s naciones desarrolladas. Dicha renovaci¨®n, como puede imaginarse, ha sido realizada con la ¨²ltima tecnolog¨ªa: los japoneses tienen instalados en sus empresas m¨¢s robots que el resto de los pa¨ªses en su conjunto.
Esta renovaci¨®n tecnol¨®gica, junto con un desarrollo constante y casi inimaginable de la intensidad del trabajo, se ha traducido en un incremento sorprendente de la productividad, muy superior al de Estados Unidos, Alemania, Francia y Gran Breta?a. Ventaja que se hace a¨²n mayor si tenemos en cuenta que el incremento medio anual japon¨¦s del coste salarial por hora de trabajo es inferior al de los pa¨ªses que acabamos de citar. Y ventaja que se hace a¨²n mayor si consideramos que Jap¨®n no es s¨®lo el pa¨ªs industrializado en el que se trabaja un mayor n¨²mero de horas, sino que, adem¨¢s, es el ¨²nico en el que desde 1975 se ha incrementado el n¨²mero de horas trabajadas por operario.
En este mismo sentido relativo a la aportaci¨®n del factor trabajo al incremento del PIB y, junto a ¨¦l, el mantenimiento de unas tasas reducidas de desempleo e inflaci¨®n, hay que a?adir a¨²n dos informaciones significativas: el bajo ¨ªndice de absentismo laboral y la pr¨¢ctica au sencia de conflictos colectivos. Seg¨²n H. Ishida, resumido por el ISDI, dossier n? 139, "una encuesta efectuada en 1976 revela que para el 34,1% de las empresas, la tasa de absentismo es inferior al 1%; para el 17,6% est¨¢ comprendida entre el 1% y el 2% para el 10,4%, entre el 2% y el 3%; para el 25,3% se establece entre el 3%, y el 6%, y para el 12,6% es superior al 6%", y, seg¨²n el mismo autor, "los estudios comparativos del Centro Japon¨¦s de Productividad revelan que los ¨ªndices medios de absentismo en Estados Unidos (muestra de tres empresas), en Europa (muestra de tres empresas alemanas y dos suecas) y en Jap¨®n (ocho empresas) eran, respectivamente, del 5%, 14% y 1,8%". Respecto a la importancia de los conflictos colectivos, en ese mismo a?o la tasa espa?ola fue de 23,8%.
La combinaci¨®n de todos estos factores hace m¨¢s comprensible el milagro japon¨¦s y hasta, en un primer nivel, podr¨ªa explicarlo en buena parte. Pero, a un mismo tiempo, introducen nuevas inc¨®gnitas, tan dif¨ªciles o m¨¢s de solventar como la primera. La reorientaci¨®n de la econom¨ªa, la reestructuraci¨®n tecnol¨®gica suponen profundos cambios sociales; ?c¨®mo es posible que la poblaci¨®n japonesa los acepte sin conflictos? Trabajar m¨¢s, tanto en n¨²mero de horas como en intensidad, a pesar del desarrollo tecnol¨®gico, es un reto por el que diricilmente pasar¨ªan los trabajadores occidentates; ?qu¨¦ tiene de especial Jap¨®n para que suceda lo contrario?
Algunos aspectos del comportamiento de los trabajadores tienen una respuesta puntual. Por ejemplo, el del absentismo. Seg¨²n la legislaci¨®n japonesa, las bajas laborales no son retribuidas m¨¢s que en un 60% del salario base, y eso a partir del cuarto d¨ªa de baja; con lo cual la gripe o el accidente de trabajo le salen car¨ªsimos al operario. No es de extra?ar, por tanto, que en muchos casos prefiera la baja por vacaciones (normalmente retribuidas) antes que la baja por enfermedad.
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