La acci¨®n sovi¨¦tica en Asia y Africa, freno a la distensi¨®n
Muchos han aducido que el presidente Carter no llev¨® bien el asunto del desaf¨ªo geopol¨ªtico sovi¨¦tico. Pero, de la misma manera, Carter supo ver la contienda bajo dimensiones diferentes: menos decisiva para la pol¨ªtica americana, m¨¢s involucrada en los asuntos del Tercer Mundo y m¨¢s fluida, pues consideraba transitorias las ganancias sovi¨¦ticas. La invasi¨®n de Afganist¨¢n quebr¨® esta imagen en pedazos. El tercer esfuerzo para lograr la distensi¨®n entre EE UU y los sovi¨¦ticos concluy¨® con la imposici¨®n de sanciones por Carter, el colapso del tratado SALT y la crisis polaca.Cada etapa de acuerdo ha conseguido algunos avances. La reuni¨®n en la cumbre de 1955 en Ginebra lleg¨® al acuerdo impl¨ªcito de que la guerra no era inevitable; este acuerdo se convirti¨® en la doctrina oficial sovi¨¦tica. En 1964, las dos potencias acordaron expl¨ªcitamente que pose¨ªan ciertos intereses comunes, a pesar de su enraizado antagonismo. Entre 1972 y 1975 se ampli¨® la zona de intereses comunes y se fijaron en Europa asuntos importantes. Despu¨¦s de cada per¨ªodo de acuerdos, el deterioro subsiguiente ha resultado peligroso; en parte, a causa del amargor de la desilusi¨®n. Las relaciones no han degenerado en otro estancamiento pol¨ªtico.
Ha comenzado un nuevo debate sobre la pol¨ªtica norteamericana. Todav¨ªa se centra en el problema de c¨®mo mantener la relaci¨®n entre las superpotencias antes que en buscar una soluci¨®n. Pero esta vez la cuesti¨®n central es c¨®mo responder a la debilidad sovi¨¦tica. El debate no consiste tanto en el desacuerdo sobre el diagn¨®stico de los males sovi¨¦ticos como en el enfrentamiento en cuanto a las normas pol¨ªticas de actuaci¨®n.
El punto de partida com¨²n es que la URSS est¨¢ entrando en un per¨ªodo importante de transici¨®n hist¨®rica. Su econom¨ªa se halla sumida en serios problemas -extendidos tambi¨¦n por el extranjero-, se enfrenta con graves problemas de disensi¨®n en su imperio de Europa ciel Este y se muestra incapaz de idear un sistema para transferir el poder pol¨ªtico.
Liberalizaci¨®n interna
Un grupo aduce que si Occidente niega las posibilidades sovi¨¦ticas para aliviar sus problemas a trav¨¦s de la ayuda exterior -tanto pol¨ªtica como econ¨®mica-, Mosc¨², inevitablemente, se volcar¨¢ en reformas internas que ir¨¢n forzosamente acompa?adas de una liberalizaci¨®n. Esta posibilidad prev¨¦ una soluci¨®n impuesta: una revoluci¨®n desde la c¨²spide. Es m¨¢s compatible con la tradici¨®n sovi¨¦tica que el modelo polaco, que inclu¨ªa una revoluci¨®n democr¨¢tica desde la base. Seg¨²n esta opini¨®n, varios grupos de intereses sovi¨¦ticos recibir¨¢n fuertes incentivos para inclinarse por la reforma del statu quo porque la alternativa puede muy bien conducir a la anarqu¨ªa. Parad¨®jicamente, los que propugnan la pol¨ªtica m¨¢s f¨¦rrea para aislar a la URSS prev¨¦n los cambios m¨¢s profundos en un sistema en el que ellos insisten que nada ha cambiado b¨¢sicamente desde hace 65 a?os.Este argumento posee la virtud de su consistencia intema. Es mucho m¨¢s amorfa la opini¨®n que se le opone. Aduce que el cambio en la URSS ser¨¢ paulatino y evolucionista, que no es probable una ruptura repentina o un cambio redical. Esta corriente mantiene que las fuerzas exteriores que animan las corrientes internas pueden inducir al cambio en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Nixon, por ejemplo, aduce que se necesita un "contexto m¨¢s amplio de distensi¨®n", que si hay una "complicada mezcla de incentivos tanto positivos como negativos, la Uni¨®n Sovi¨¦tica responder¨¢. Tal como lo hizo a principios de los a?os setenta, moderar¨¢ su actitud".
Los observadores resaltan la curiosa convergencia entre proponentes y oponentes de la distensi¨®n, quienes parecen coincidir en que el sistema sovi¨¦tico puede ser verdaderamente transformado. Algunos cr¨ªticos aducen que son err¨®neas ambas teor¨ªas, que EE UU deber¨ªa tan s¨®lo procurar influir en las posiblidades de la pol¨ªtica exterior sovi¨¦tica antes que enmara?arse tratando de cambiar el sistema sovi¨¦tico. Tambi¨¦n existen versiones m¨¢s extremas. Algunos tachan de irrelevantes. los an¨¢lisis de los factores sovi¨¦ticos y afirman que con el tiempo todo quedar¨¢ solucionado siempre que EE UU fortalezca su potencia militar. Otros concluyen que todo el debate est¨¢ absurdamente equivocado. La Rusia sovi¨¦tica, dicen, presenta b¨¢sicamente el mismo problema que Alemania en la d¨¦cada de los treinta. Los acuerdos, el compromiso, no solamente resultan ilusorios, sino que tienden inexorablemente hacia el apaciguamiento.
La p¨¦rdida del 'imperio'
Por ¨²ltimo, existe un factor abierto a una diplomacia activa occidental. Este factor tiene las mayores posibilidades de ¨¦xito. La correlaci¨®n favorable de fuerzas que ha alentado o permitido una amplia expansi¨®n de la influencia sovi¨¦tica est¨¢ cambiando -una vez m¨¢s- en Europa, en el noreste de Asia y a lo largo de toda la periferia meridional de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, incluyendo Oriente Pr¨®ximo. En cada zona, la URSS se est¨¢ encontrando con un nuevo bloque de fuerzas.En Occidente, la finlandizaci¨®n de Europa occidental puede a¨²n constituir la pesadilla de Washington, pero la realidad m¨¢s apremiante es que la v¨¢lvula de seguridad de la URSS en Europa oriental se est¨¢ desintegrando. La revoluci¨®n m¨¢s profunda de Europa ha tenido lugar en Polonia, donde un partido comunista establecido se ha derrumbado completamente y ha tenido que ser sustituido por un r¨¦gimen militar. El nuevo r¨¦gimen tambi¨¦n ha resultado incapaz de gobernar. La URSS puede, desde luego, apuntalar su imperio de Europa oriental con sus bayonetas. Pero queda en pie la cruda realidad: Europa oriental ya no es un trampol¨ªn para presionar a Occidente, ni siquiera una v¨¢lvula de seguridad, sino una zona de infecci¨®n b¨¢sica para el sistema sovi¨¦tico. Si la URSS desea retener una influencia efectiva por otros medios que los de la pura fuerza, debe proporcionar amplios apoyos econ¨®micos, consentir reformas importantes, como en Hungr¨ªa, y conceder una buena dosis de autonom¨ªa pol¨ªtica. Esta actitud clama por un ambiente de distensi¨®n.
La continuidad de las relaciones chino-sovi¨¦ticas durante los ¨²ltimos a?os ha demostrado que la ruptura china con Mosc¨² no fue un capricho personal del presidente Mao Zedong.
Aunque algunas de las manifestaciones externas de? conflicto chino-sovi¨¦tico se hayan apaciguado, la lucha b¨¢sica por el dominio de Asia oriental e Indochina ha comenzado. Los a?os venideros puede que presencien alguna suerte de reconciliaci¨®n, pero s¨®lo ser¨¢ superficial. La nueva direcci¨®n de Pek¨ªn ha decidido retardar el crecimiento del poder chino. As¨ª los sovi¨¦ticos han conseguido cierto respiro.
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