Las Lolitas
Estuve en el estreno (reestreno) de Lolita, m¨¢s que nada por ver a las Lolitas nacionales de cuando entonces, que est¨¢n empezando ya, todas, a carrocearse, como dir¨ªa mi querido Onetti: "Vos, Umbral, te est¨¢s carroceando".Cuando estrenaron Lolita, en el milenio franquista, uno esperaba m¨¢s de tan importante libro (no el mejor de Nabokov, empero) y de tan gran director. Funcion¨® entoncies el recurso legendario a la censura: "Lolita se desnuda, pero lo han censurado". Lolita no se desnudaba en el libro ni en la pel¨ªcula, ni ten¨ªa por qu¨¦. Lolita, gracias al genio literario de Nabokov, ha dado ya nombre gen¨¦rico a un personaje universal, como Don Juan o la Celestina. Es decir, la adolescente que vive en el cruce invivible de la atracci¨®n por el maduro, muy antigua y muy moderna, y la explotaci¨®n del maduro, muy de la cultura de mam¨¢. Lolita es una rebelde sin causa, como su casi contempor¨¢neo James Dean, y con todas las causas posibles. El gap generacional, que est¨¢ cambiando el mundo, no comienza en Marcuse, en Par¨ªs/68 ni en Allen Ginsberg. Comienza en Lolita. Como toda anticipada, como todo anticipado, como los pioneros de cualquier causa, Lolita no lo tiene claro. Nuestras Lolitas nacionales, por entonces, dudaban entre el feminismo, el Partido Comunista, el "Felipe" (que no era Gonz¨¢lez), la quema del sost¨¦n, el destino de friegaplatos en Londres, el marido de su t¨ªa o el ingl¨¦s comercial / nocturno / acelerado / intensivo. En 1860, cuado la m¨¢quina de coser Singer se impone masivamente en los grandes talleres industriales europeos, como instrumento laboral de la mujer, moralistas y feministas denuncian el pedaleo de la m¨¢quina (como luego el de la bicicleta), que, al parecer, produce "irritaci¨®n o excitaci¨®n sexual en las proletarias".
De todas estas cosas ha tenido que irse librando la mujer en un siglo y, en la desigual peripecia (sufragismo, safismo, sexismo, feminismo), Lolita supone una reca¨ªda en lo anterior, como pudo decirse que la Guerra Europea fue una reca¨ªda en el XIX, ya bien entrado el XX. Stanley Kubrick no supo recoger en su filme ni el clima densa y sutilmente er¨®tico de la novela, salvo la escena de los pies (que me parece no es del libro), ni, lo que es m¨¢s importante, el nacimiento de una nueva generaci¨®n americana, la de los cincuenta, de la que Lolita es la semilla rubia. Nabokov lo dice bien: "Lolita era la destinataria ideal de todos los anuncios". Lolita es la ni?a/consumo, y en el profesor maduro que de pronto irrumpe en su vida cree encontrar el punto de apoyo para rebelarse contra una madre hist¨¦rica, un padre muerto y un hogar tediosamente pequefloburgu¨¦s. (Esto estaba empezando a pasar en toda Norteam¨¦rica, una vez terminada la guerra.) Pero Lolita, s¨ª, es un cruce de caminos, y el instinto conservador de tiranizar al hombre con la tiran¨ªa de los d¨¦biles, acaba malvers¨¢ndola. Claude Alz¨®n, en Mujer mitificada, mujer mistificada, libro reciente del que ya he dado raz¨®n aqu¨ª, nos trae la noticia de Shulamit Firestone -La dialectique du sexe-, que es al feminismo lo que Enri Levi a los nuevos fil¨®sofos; una brillante y confusa reaccionaria que, en nombre del feminismo y la diferencia, pretende recaudar nuevamente a las mujeres del mundo en sus hogares a cuadritos curiosamente de acuerdo con los grandes almacenes, que saben que en el ama de casa hay una consumista sin fin. Nuestras Lolitas de cuando entonces, ya digo, se han hecho unas mujeres ordenadas, con un proyecto sugestivo de vida en com¨²n o en solitario, una situaci¨®n y un progresismo que, como el nuestro, se ha quedado en te¨®rico. Pero tranquilas, que la arruga es bella.
Lolita era casi pornograf¨ªa y hoy s¨®lo es sociolog¨ªa. Un escritor l¨²cido e inmigrante supo diagnosticar Am¨¦rica a trav¨¦s de una ni?a y supo, de paso, diagnosticar a las ni?as. La movida viene de Lolita a los greempace, pasando por El Corte Ingl¨¦s, planta juvenil. Lolita, hoy, quemando Electras y Edipos, quiere salvar las ballenas.
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