Los pies sobre la tierra
Esas esperanzas se renuevan hoy, tras el triunfo socialista, que preconiza un sustancial cambio: lo esperamos tambi¨¦n en esta especial¨ªsima parcela de la vida p¨²blica espa?ola, que tanta importancia tiene en la pol¨ªtica exterior de Espa?a.Como se ha dicho no hace mucho, los estudios americanistas o latinoamericanistas en Espa?a, en relaci¨®n a los de nuestros m¨¢s pr¨®ximos vecinos europeos, no quedan ciertamente muy bien parados. Seg¨²n Carmelo Mesa-Lago (Latin American Studies in Europe. Nueva York, 1979), para el a?o 1977-1978, Espa?a ocupaba el cuarto lugar en cuanto a programas de estudio e investigaci¨®n; el cuarto lugar asimismo, en cuanto a programas acad¨¦micos; en tercer lugar, en cuanto al n¨²mero de americanistas; el segundo, en cuanto a recursos bibliotecarios, y solamente el primero, en lo referente a publicaciones, situ¨¢ndonos en el tercer lugar del ranking ofrecido por el profesor de Pittsburgh, de manera tentativa. Pa¨ªses como Alemania, Reino Unido e incluso Francia realizan un mayor esfuerzo econ¨®mico, organizativo y de todo orden, en relaci¨®n con el americanismo, que el pa¨ªs que ha sido hasta hace muy poco tiempo la madre patria y ahora es la hermana mayor de una supuesta comunidad iberoamericana de naciones.
Recientemente, la Asociaci¨®n de Antiguos Colegiales del Guadalupe, dirigi¨¦ndose a la opini¨®n p¨²blica espa?ola, dec¨ªa, entre otras cosas: "Nos preocupa la vitalidad, verdaderamente abrumadora, y el dinamismo con que act¨²an en nuestros pa¨ªses instituciones francesas, norteamericanas, inglesas, alemanas o sovi¨¦ticas, que nunca podr¨¢n tener, d¨ªgase lo que se diga, el mismo significado espec¨ªfico que las espa?olas, y que ¨¦stas, en cambio, generalmente se caracterizan por una vida mortecina, languideciente, a veces esclerotizada, a todas luces alejadas de lo que deber¨ªan ser".
Podr¨ªa pensarse que ello es debido al tradicional desinter¨¦s de la Administraci¨®n por las cuestiones culturales, y mucho de verdad hay en ello, sin duda, pero en este momento, m¨¢s a¨²n que eso, lo que existe es una total falta de coordinaci¨®n y cooperaci¨®n entre las muchas instituciones y personas que trabajan en este campo, lo que constituye, tambi¨¦n, un vicio nacional.
Instituciones y personas
Una r¨¢pida e incompleta enumeraci¨®n de instituciones americanistas en Madrid, incluir¨ªa las siguientes: los departamentos de Antropolog¨ªa Americana y de Historia de Am¨¦rica, en la facultad de Geograf¨ªa e Historia, y la secci¨®n de Estudios Iberoamericanos de la de Pol¨ªticas y Sociolog¨ªa, de la Universidad Complutense; el Instituto Gonzalo Fern¨¢ndez de Oviedo, del CSIC; el Museo de Am¨¦rica, y el propio Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana.
Adem¨¢s de los presupuestos ordinarios de esas instituciones y organismos, la Administraci¨®n ofrece ayudas a trav¨¦s del Ministerio de Asuntos Exteriores, el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, el Ministerio de Cultura, la Comisi¨®n Asesora de Investigaci¨®n Cient¨ªfica y T¨¦cnica y el Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia.
Todo ese esfuerzo econ¨®mico y de personas, se halla totalmente desconectado, de manera que lo que se hace en un centro es ignorado muchas veces por los que trabajan en temas parecidos de otra instituci¨®n, incIuso de la misma ciudad, como es el caso de los mencionados; ?no digamos, si se trata de instituciones que se localizan en ciudades diferentes!
Es evidente que una simple labor de coordinaci¨®n permitir¨ªa extraer un mayor rendimiento a los escasos fondos dedicados a la investigaci¨®n y la ense?anza del americanismo en Espa?a. La tradicional tendencia a crear reinos de taifas en todos los campos y el inveterado individualismo han conducido a un irracional uso de los exiguos medios disponibles. De ah¨ª que los no escasos americanistas espa?oles nos encontremos dispersos, desarticulados, inconexos, ignorantes unos de otros, al mismo tiempo que desconocidos de nuestros administradores, quienes, puestos a descubrir, descubren Mediterr¨¢neos cada d¨ªa, lo que conduce, inevitablemente, a un mal uso de los recursos, a duplicidades in¨²tiles y, sobre todo, a una total frustraci¨®n de quienes realizan una labor, casi siempre ignorada, sistem¨¢ticamente menos preciada por los bur¨®cratas y que escasamente sirve para mantener el prestigio personal profesional en el ¨¢mbito internacional.
Mitolog¨ªa del americanismo espa?ol
Esperemos que la sensibilidad de los pol¨ªticos y de la opini¨®n p¨²blica, ante uno de los programas de pol¨ªtica internacional m¨¢s importantes que tiene planteado Espa?a, cambie con el nuevo Gobierno socialista, ya que en esto, como quiz¨¢ en otras muchas cosas, el rey Juan Carlos, siempre como adelantado de Espa?a en Am¨¦rica, se ha encontrado desatendido por la acci¨®n de Gobierno que completase y reafirmase las directrices marcadas por ¨¦l en sus ya numerosos viajes a diversos pa¨ªses de Iberoam¨¦rica.
Entre las cosas que hay que corregir en relaci¨®n con la pol¨ªtica iberoamericana de Espa?a, hay una que afecta a los espa?oles mismos, a su manera de entender Am¨¦rica. En este sentido, alg¨²n d¨ªa se escribir¨¢ sobre la mitolog¨ªa del americanismo espa?ol. Quiero decir que, frente a las tesis oficia listas, seg¨²n las cuales Am¨¦rica fue la gran empresa espa?ola que transform¨® a nuestro pa¨ªs en la madre patria de numerosas naciones, primero hijas, luego hermanas, se podr¨ªa elaborar una antitesis en la que se demostrar¨ªa que Am¨¦rica fue siempre una pesada carga para Espa?a, llevada a rega?adientes y contra la voluntad de la mayor parte de los espa?oles, cuya antipat¨ªa, o al menos incomprensi¨®n de los problemas del otro lado del Atl¨¢ntico, se evidencia actualmente en mil detalles cotidianos.
Est¨¢ hoy en la calle, y varios esritores lo han puesto de manifiesto en diversas ocasiones en estas mismas p¨¢ginas, el hecho de que, en respuesta a la tremenda y dram¨¢tica emigraci¨®n espa?ola del espa?ol a?o 1939, tan fratemalmente recibida, por regla general, en los pa¨ªses de habla espa?ola de Am¨¦rica, la acogida que el Gobierno y el pueblo espa?ol est¨¢ dando a los numerosos exiliados de diversos pa¨ªses de Am¨¦rica Latina en nuestro pa¨ªs, en estos momentos, es la m¨¢s detestable demostraci¨®n de ego¨ªsmo e insolidaridad. Y eso, cuando el hecho mismo de que esos grupos de personas se dirijan a nuestro pa¨ªs no demuestra otra cosa sino que, efectivamente, en ellos s¨ª existe ese fraternal amor hacia nosotros, identificaci¨®n con nuestra cultura y una confianza m¨¢s all¨¢ de todo l¨ªmite en cuanto a las condiciones de libertad en que se puede vivir en Espa?a.
Pero si nos remontamos al pasado, y cuanto m¨¢s quiz¨¢ mejor, comprobaremos que efectivamente Am¨¦rica nunca ha sido verdaderamente querida o comprendida, no ya por la Administraci¨®n o el Gobierno, sino, lo que es m¨¢s grave, por el propio pueblo espa?ol, para el que aquellas tierras, aquellas culturas, aquellos intereses, se hallaban siempre demasiado alejados de los suyos propios.
Este aspecto, como cualquier otro, de una pol¨ªtica, puede y debe remediarse a partir de un replanteamiento de nuestra actitud colectiva respecto de los pa¨ªses hermanos del otro lado del Atl¨¢ntico, olvid¨¢ndonos de aquella obsoleta unidad espiritual, e insistiendo, por el contrario, en los v¨ªnculos reales que nos unen y en las caracter¨ªsticas que nos separan y, por tanto, que nos identifican a ellos y a nosotros, porque el conocimiento no es otra cosa que eso. Cuando as¨ª suceda y nuestros estudiantes de bachillerato se enorgullezcan de aquello de lo que nos debemos sentir orgullosos y se averg¨¹encen de lo que nos debe causar verg¨¹enza de nuestra acci¨®n como pueblo en Am¨¦rica, sinti¨¦ndonos con los pies sobre la tierra, entonces podremos pensar en que es posible hablar de una comunidad ib¨¦rica de naciones.
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