Salvar la P
Primer sarao diplom¨¢tico con el PSOE en el Poder, o casi. La Infanta Margarita me sirve la cena en pie, y me trae servilleta, mientras charlo con Guido Brunner, el embajador alem¨¢n, que es uno de los hombres m¨¢s inteligentes e ir¨®nicos que ha descubierto uno en estos ¨²ltimos tiempos en que ya no se descubre nada.-Estoy leyendo tu libro Los helechos arborescentes, Umbral, y me encanta ese Moro Muza que quiere dar a todo el mundo "por retambufa". Es tu libro m¨¢s quevedesco.
Luego me presenta al embajador del Ir¨¢n, cordial, practicable, entre la cortes¨ªa y la dificultad de un castellano que a¨²n no conoce absolutamente y se obstina en hablar: hace bien; as¨ª lo aprender¨¢. Los chicos y los perros del barrio estaban en torno de un coche sigiloso y poco visto, que supon¨ªan carroza del embajador iran¨ª. Result¨® ser el de un periodista espa?ol. Y luego dicen que el periodismo es caro. El conde de Orgaz me pide que escriba algo contra el regalo de corbatas, que nos amenaza a los caballeros como todas las navidades.
-Ser¨¢ peor, conde. Nos regalar¨¢n fijativos para el pelo, que ahora vuelven los fijativos.
Juan Garrigues, con su traje fucsia/cadmio/fatalismo, que es el que se pone siempre para estas cosas, me acerca a Dubinin, el embajador ruso, con el que tengo charlado a jirones aqu¨ª y all¨¢. Dubinin me dice que en Rusia se ha publicado mi libro Carta abierta a una chica progre (un viejo libro antifranquista de los setenta), y luego me habla diplom¨¢ticamente de unos diplom¨¢ticos rublos. Espero que esos rublos pasen pronto de la gaseosa condici¨®n de diplom¨¢ticos a la usadera condici¨®n de mi bolsillo. En todo caso, me alegra que las chicas progres de Petersburgo -s¨¦ que las hay-, las Lolitas entre Bizancio. y Andropov, sepan de una adorable progre antidictatorial espa?ola de hace quince a?os, toda de furia y plateresco. En Mosc¨² no cree en las l¨¢grimas se insinuaba ya una Lolita sovi¨¦tica. Dubinin me pregunta de pronto:
-?Qu¨¦ le preocupa hoy m¨¢s a usted, como escritor y como hombre, de la situaci¨®n espa?ola?
-Salvar la pe.
Tengo que explic¨¢rselo, claro. Porque, como ya escrib¨ª aqu¨ª, antes de las elecciones, en la pe de psocialismo est¨¢ toda la diferencia con los socialismos reales/irreales, impuestos, antidemocr¨¢ticos. Lo que un socialismo no habr¨ªa podido, el psocialismo lo pudo. Hay que salvar la pe (salvar la diferencia, que dicen las feministas). Salvar al psocialismo de los golpistas/terroristas, del abertzalismo indiscriminado, del olarrismo insondable y del cuarenta?ismo esf¨ªngico que lo ha soltado el otro d¨ªa, por voz de una de sus grandes esfinges:
-Yo ya le dije a Gonz¨¢lez que a su partido le sobraba la O.
De modo que quer¨ªan dejar un partido socialista sin bases sociales, obreras. No le sobraba la O al PSOE, sino que le completaba la pe, al psocialismo, y lo diferenciaba y diferencia de otros socialismos mucho menos fascinantes para el electorado espa?ol. Mercedes Formica, en oros chapados, pasa y queda como la reina literaria de la nostalgia y el feminismo nacional sin gritos. Carmen Garrigues me lleva a la cocina, donde cuatro deliciosas primeras doncellas (ya le hab¨ªa echado yo el ojo a una morenita a lo Taxi Driver) se han declarado en huelga si no me presento a firmarles unos aut¨®grafos con el lapicero sin punta de las cocinas. Terminado su trabajo, se van a la noche, adolescentes y libres, a invertir en para¨ªsos seguramente muy naturales lo que acaban de cobrar.
Qu¨¦ lejos de aquellas primeras doncellas de Benavente, hier¨¢ticas, impersonales y casi inexistentes, como esclavas. Si el psocialismo te¨®rico estaba en el sal¨®n, entre Dubinin y yo, debatido, el psocialismo pragm¨¢tico, como siempre pasa, estaba en la cocina.
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