Los mesones encantados
La inmensa mayor¨ªa de los lectores del t¨ªtulo que campea sobre estas l¨ªneas lo ha asociado, de forma autom¨¢tica (?instintiva?), a una encantadora posada en la que comer bien o a una m¨¢gica fonda en donde dormir rodeado de fantasmas; si se trata de un lector empedernido puede que piense en alg¨²n pasaje del Quijote; s¨®lo un f¨ªsico habr¨¢ pensado en el ¨¢tomo, en una part¨ªcula orbital denominada mes¨®n y en una de sus propiedades, recientemente descubierta: la charme o encanto, nombre que, por otra parte, se les agradece. ?Pueden sacarse consecuencias estad¨ªsticas de este ejemplo?En este pa¨ªs, la cultura es sin¨®nimo de humanidades; oficial y popularmente la ciencia no existe y a nadie se le ocurre pensar en ella como generadora de cultura. Los datos estad¨ªsticos los saco de algo m¨¢s contundente que del juego de palabras que constituye lo de los mesones encantados: de Televisi¨®n Espa?ola. En un programa como A fondo, subtitulado Entrevistas con personalidades del mundo de las letras, las ciencias y las artes, la presencia de un cient¨ªfico era la excepci¨®n que confirmaba su ausencia; no hay muchos de altura, es verdad, pero no parec¨ªan cumbres inaccesibles la mayor¨ªa de los representantes del saber que por all¨ª desfilaban. El antagonismo de las dos culturas parece tener carta de naturaleza en Espa?a; de un lado, los humanistas, y de otro, un vac¨ªo a duras penas cubierto por los m¨¦dicos, porque la figura del doctor, el licenciado en Medicina, s¨ª es valorada, tanto que es el ¨²nico personaje al que el doctorado se le da por a?adidura. Los telediarios son a¨²n m¨¢s crueles: al premio Nobel se le atosiga para que en breves segundos exponga de forma clara y exhaustiva su descubrimiento sobre la bios¨ªntesis de amino¨¢cidos, mientras que al futbolista de turno se le regalan generosos iminutos para justificar la uretritis gonoc¨®cica que le hizo fallar un penalti. El novelista puede conseguir un lugar intermedio si ha ganado el Cervantes. La consecuencia de esta infravaloraci¨®n estad¨ªstica del cient¨ªfico es; obvia, un colonialismo industrial que a la larga, qui¨¦n lo iba a decir, se hace tambi¨¦n cultural.
La historia de la ciencia en Espa?a es la historia de la contumacia en el error, y eso que opciones existieron. El conflicto imperial entre jud¨ªos, musulmanes y cristianos puede servirnos para entender los or¨ªgenes de esta ausencia, en la medida en que estaba ligada a las castas vencidas. La casta victoriosa, la cristiana, no valor¨® positivamente el cultivo de las actividades cient¨ªficas; lo del trabajo tampoco le iba al cristiano viejo, y, ya se sabe, s¨®lo es rentable el trabajo de los dem¨¢s y s¨®lo trabaja el que no sirve para otra cosa. Tras la guerra de la Independencia, Orfila, un hombre que pod¨ªa haber sido clave, residente en Par¨ªs, todav¨ªa con nacionalidad espa?ola, se ofreci¨® al duque de San Carlos para levantar en su patria los estudios cient¨ªficos; vana esperanza, el restaurador de la Inquisici¨®n no quiso aceptar el m¨ªnimo de libertad intelectual que se le exig¨ªa, respondiendo que la universidad no estaba para dar albergue "... a la infame chusma de cerveceros, boticarios, mec¨¢nicos y fabricantes de pintura".
El efecto liberador de la ciencia en la vida social, a trav¨¦s del proceso continuo de racionalizar la realidad fisica, no va con un car¨¢cter que s¨®lo se entusiasma con valores eternos. Asumimos al pie de la letra el unamuniano "que inventen ellos". Puede que la suspicacia proceda del car¨¢cter contradictorio de los bienes aportados por los hombres de ciencia. Si por un lado suavizan las condiciones materiales de nuestra vida, por otro se convierten en una amenaza para la humanidad, al caer en manos de pol¨ªticos moralmente ciegos; pero lo mismo ocurre con las ideas de los humanistas cuando los mencionados pol¨ªticos las transforman en ideolog¨ªas totalitarias.
Saltemos por encima de los pol¨ªticos ciegos y demos un voto de confianza a los que piden luz y taqu¨ªgrafos. El arte turba, la ciencia tranquiliza, en arte s¨®lo sirve lo que no puede explicarse, en ciencia lo que el empirismo nos demuestra, dos caminos profundamente dispares que apuntan a una meta com¨²n: el hombre, o, si ustedes lo prefieren, los problemas del hombre, no tan dispares en su metodolog¨ªa; la literatura empieza justo donde acaban las citas del cr¨ªtico y la ciencia en donde termina la erudici¨®n, m¨¦todos que a uno le gustar¨ªa ver interrelacionados con mayor frecuencia para acabar con la hisp¨¢nica figura de la cultura unidimensional. Los frutos pueden ser tan originales como esta rotunda definici¨®n del principio de incertidumbre, de He?semberg, en la pintada de un retrete universitario, "Heisemberg pudo haber estado aqu¨ª". O este no menos definitorio poema que nos explicita la tan conocida como incomprensible f¨®rmula einsteniana (e=mv2) de la relatividad: "Hubo una damisela, la se?orita Cruz, / que aprendi¨® a desplazarse m¨¢s r¨¢pida que la luz. / De modo relativo, despu¨¦s de una salida, / volvi¨® la noche antes al punto de partida".
Me encuentro con mi amigo Emilio Mu?oz (la inmensa mayor¨ªa de los lectores piensa de inmediato en el torero a quien no tengo el gusto de conocer, mi amigo es el vicepresidente del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas), y ambos nos lamentamos del fen¨®meno que estoy exponiendo. La ausencia de cient¨ªficos en la vida p¨²blica y en los medios elimina toda posibilidad de que con sus opiniones creen una corriente de afinidad y simpat¨ªa hacia la m¨¢s progresiva de las actividades, capaz de rellenar un hueco hist¨®rico que tan caro estamos pagando; y en un tiempo tan lleno de congresos, la mayor¨ªa fr¨ªvolos y sin sentido, proponemos la creaci¨®n de un simposio (etimol¨®gicamente, lugar de encuentro para charlar y beber) de las dos culturas, reunidos los luminosos nombres de las letras y las artes con los oscuros de los laboratorios. Quiz¨¢ la opini¨®n p¨²blica reparara en estos ¨²ltimos, algo as¨ª como hizo Santana con el tenis. Vaya lo que proponemos, como se acostumbra en estos casos, a quien corresponda, invisible autoridad que no es que no corra a responder, es que ni siquiera acusa recibo. Si esta vez falla el mecanismo y el que puede se encarna con ganas de facilitar el encuentro, ya tenemos pensado el lugar donde realizarlo, en un mes¨®n encantado de la calle de la Libertad.
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