D¨¢maso
Uno es buen necr¨®logo de vivos, no porque los mate, sino porque los salva. Cuando menos, literariamente. (La necrol¨®gica de muertos no la hago nunca, por f¨¢cil.) D¨¢maso es el gorrioncillo universal de mi barrio, el estornino universal de negro, el torete del aire, como llaman los entendidos a los estorninos, que no se est¨¢n quietos. Vamos al mismo banco, casi a los mismos bancos: de sol y de pastizara. A veces, cuando ¨¦l beb¨ªa, yo iba m¨¢s a su casa. D¨¢maso Alonso. Ahora, para qu¨¦. No es que yo fuese s¨®lo por la priva, claro. Pero leerle ya lo leo. Y le quiero hasta la locura. De sus enfermedades s¨¦ por los amigos. Y, lo que es m¨¢s importante, de sus saludes. Ahora deja la Academia, y hace bien, porque le da la gana. Nuestros encuentros han sido siempre encuentros itinerantes:-Paseamos un poco, Umbral, si te parece, y vamos hablando. El m¨¦dico me ha dicho que ande.
Y llevaba en la mano, por el calor, el sombrero duro y negro, y en ese sombrero todo el decoro del institucionismo, del escritor como instituci¨®n social, moral. Una vez nos dimos a la wodka, en su chaletito de Alberto Alcocer, hoy embozado de chinos y rascacielos:
-La wodka no sale a golpes, D¨¢maso.
-Pues ¨¦ste no ha sido malo.
Y llenaba el vaso de lim¨®n. Me parece que no me est¨¢ saliendo mal esta alegr¨ªsima necrol¨®gica en vivo, que son las buenas. Nada de levantar cinco mil durandartes escribiendo de un muerto. Yo a D¨¢maso le quiero con todo mi abuelismo de ni?o sin abuelo. Ahora le han puesto en la tapia de entrada un "Viva Tejero". Jes¨²s, qu¨¦ cruz. Habr¨ªa que hacer un alegr¨ªsimo (superlativo de Vicente, otro que tal) libro de necrol¨®gicas de vivos. Uno se niega, ya digo, a cobrar por los muertos. Y uno se niega, naturalmente, a escribir sin cobrar. D¨¢maso ha hecho lo que hab¨ªa que hacer con la Academia: convertirla en un laboratoro del idioma, llenarla de cient¨ªficos de la palabra, obviar en lo posible la vanidad hueca y hueco grabada de los, "creadores", que no conduce a nada. Lo dice Alberti, lo dice Pepe Hierro: "Somos analfabetos, ponemos faltas, vamos en zapatillas, qu¨¦ hacemos all¨ª". Me lo ha dicho Miguel Delibes:
-Si yo no s¨¦ declinar los verbos, Paco.
Mejor que un recinto de la pompa y la circunstancia, mejor que el ¨¢mbito hueco para el escritor de oquedades (y no son los altos casos que he citado), la Academia como laboratorio del idioma:
-Es en la que m¨¢s se trabaja del mundo, Umbral.
Ha convertido el XVIII de la peluca y la casaca en el XX de la cibern¨¦tica. Pep¨ªn Vidal es injusto, en su libro estructuralista, con D¨¢maso y Bouso?o. El estructuralismo ya ha pasado y la vieja / nov¨ªsima ling¨¹¨ªstica sigue ah¨ª. Pep¨ªn s¨®lo respeta un poco a Fernando L¨¢zaro, que es el hombre / bisagra entre lo uno y lo otro. Lo dem¨¢s es la vanidad eligi¨¦ndose a s¨ª misma. En las entrevistas y cr¨ªticas siempre me llaman, a m¨ª, "academizable", e incluso "acadernicable", lo cual invalida a cualquiera, D¨¢maso, maestro, vecino, tronco. A m¨ª me pasa como a Miguel, que no s¨¦ declinar los verbos.
Una Academia de la Lengua hoy, s¨®lo tiene sentido como laboratorio del idioma. En eso la ha convertido D¨¢maso y por eso ahora se va tranquilo, necrol¨®gico en vida de s¨ª mismo. Pienso que lo m¨ªo, escritor sin g¨¦nero, son las necrol¨®gicas en vida.
Hermanos en la wodka, que nunca me habr¨ªa dado mi ascetal abuelo, tengo confesado que uno est¨¢ en la literatura porque es el reino de los padres que no se mueren nunca. Un tiempo sin orfandad. Y no digamos los abuelos. D¨¢maso, estomino jaspeado de mi barrio madrileflo y gongorino, se ha retirado a tiempo de hacerme ¨¦l a m¨ª la necrol¨®gica, que yo no estoy bueno, D¨¢maso.
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