Pascal Gerard,
veinticuatro a?os, casada, secretaria de profesi¨®n en la ciudad francesa de Nancy, se ha quedado en la calle, sin trabajo, por negarse a llevar sujetador en una empresa en la que trabajan hombres y mujeres. As¨ª lo decidi¨® anteayer el tribunal de la ciudad ante el que la empleada hab¨ªa demandado al propietario. El asunto ya comenz¨® en 1980, cuando Pascal recibi¨® una carta de despido fundada en que su vestimenta incitaba al nerviosismo al resto del personal de su oficina. La se?ora recurri¨® a los tribunales y estos ¨²ltimos, emitieron su veredicto: el dirigente de la empresa, "en virtud de su poder disciplinario, puede intervenir si el comportamiento de un empleado turba la marcha de la empresa". La justicia estima, que, en efecto, la evoluci¨®n de las costumbres, ahora, permite los senos al aire, "pero dicha tolerancia se limita a los lugares de placer" (playas, piscinas, camas). En un lugar de trabajo, el sujetador es de rigor, salvo si se tratase de un cabar¨¦ o similares. El Tribunal de Nancy se extiende ampliamente en sus consideraciones para justificar el veredicto, e ilustra la perversidad ligona de los pechos desnudos de Pascal al resaltar que las turbulencias sexol¨®gicas-laborales ocurrieron durante el invierno, "cuando la temperatura de los locales de la empresa apenas llegaba a la permitida y, esto, hasta tal punto, que el m¨¦dico hab¨ªa aconsejado a los empleados que se abrigaran al m¨¢ximo". Una parte de los habitantes de este pa¨ªs, informa , se escandaliza "ante un veredicto moralista, propio de los tiempos en que las se?oras se ba?aban en camis¨®n". Pero no son menos los que piensan que la joven Pascal, si quiere trabajar, debe mitigar el jaleo de sus senos con unsujetador y el de su busto con blusas m¨¢s tupidas.
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