Eurocomunismo: r¨¦quiem y elogio
Han pasado ya varios d¨ªas desde que Gerardo Iglesias sustituyera a Santiago Carrillo en la Secretar¨ªa General del PCE. D¨ªas en que el sucesor y su medio han proporcionado ya algunos datos para contrastar la impresi¨®n inicial de que el cambio encerraba ante todo un prop¨®sito de continuidad. Reconozcamos que el pasado pol¨ªtico de Iglesias abonaba sobradamente tal hip¨®tesis. En los ¨®rganos de direcci¨®n comunistas hab¨ªa sido en todo momento una punta de lanza en las intervenciones que llamar¨ªamos de refuerzo, destinadas a afilar los puntos salientes de la argumentaci¨®n del secretario y a subrayar la validez global de sus planteamientos, sin atreverse nunca a dejar la falsilla m¨¢s all¨¢ del matiz confirmativo. As¨ª ocurri¨® en 1980-1981, a lo largo del debate que precede al X Congreso y en la a¨²n cercana crisis de junio tras las elecciones andaluzas: por la informaci¨®n de Mundo Obrero puede, verse c¨®mo son Ballesteros y el propio Carrillo quienes dan las grandes razones contra el intento de rectificaci¨®n de Camacho y Sartorius, mientras Iglesias encabeza el coro de leales. Es el primero en, la lista de los miembros del Comit¨¦ Central que "fueron replicando a las posiciones expuestas por Nicol¨¢s Sartorius y Marcelino Camacho".Luego, tras la sucesi¨®n, en discursos, declaraciones y coloquios radiof¨®nicos, nada nuevo. Carrillo matiza sutilmente la distinci¨®n en'tre l¨ªder y secretario al hablar de qui¨¦n ir¨¢ a las consultas de la Zarzuela. Su sucesor anuncia sorpresas. Pero, por el momento el discurso no pudo ser m¨¢s tradicional. El partido lo ha hecho bien, ¨¦l en Asturias practicaba un excelente eurocomunismo y su ¨²nico problema al asumir el nuevo cargo es de tipo ecol¨®gico, por la nostalgia del verde, las vacas y el ambiente del Principado. Paralelamente, el discurso oficial se encierra en lo que Tierno Galv¨¢n ha llamado el perfectismo, recurso conservador consistente en dar la espalda a las cuest iones reales en nombre de una problem¨¢tica subalterna en torno al mejor hacer para este caso, en el funcionamiento del partido, de sus ¨®rganos de direcci¨®n, etc¨¦tera. "Yo llego a la Secretar¨ªa General sustituyendo a Carrillo", explicar¨¢ su sucesor, "pero no por que la pol¨ªtica que vino defendido y a la que contribuy¨® decisivamente se ponga en tela de juicio...". Al parecer, el joven secretario podr¨¢ "poner sobre la mesa" aquellas reformas que estime pertinentes; eso s¨ª, con la calma y la discreci¨®n ineludibles. Por eso va hacia una conferencia nacional, donde estatutariamente s¨®lo caben retoques de forma, en vez de a un congreso extraordinario que "pod¨ªa dividir al partido".
Mirando hacia atr¨¢s
Antes del desastre andaluz, prevalece en la direcci¨®n del PCE la idea de que por cada intelectual renovador perdido se ganaban dos obreros; aun en junio, contrapon¨ªa Carrillo la solidez del grupo sectario o prosovi¨¦tico a la nimiedad de "los trescientos del ARI". Ahora, con un espacio cada vez m¨¢s reducido, la l¨ªnea de defensa oficial se mantiene. Toca confiar en que las aguas vuelvan naturalmente a su cauce. Incluso la restricci¨®n del voto tiene su lado bueno: esos 800.000 electores son pocos, pero "firmes, de personas que podr¨ªan estar afiliadas al partido". Y como respaldo de semejante cuento de la lechera, toque de rebato para redoblar esfuerzos y probar que el comunista de pura raza es aquel que no se desalienta. As¨ª como en los tiempos de la Komintern. siete obreros de la barriada X o tres de la f¨¢brica Y serv¨ªan para encarnar la verdadera clase obrera, al expresar al diario oficial su acuerdo con el frente ¨²nico, la denuncia del socialfascismo o el procesamiento de renegados y trotskistas, tambi¨¦n ahora vuelven los de verdad a prodigar en Mundo Obrero llamamientos a no desfallecer en la fe comunista o a deso¨ªr a las sirenas desfallecientes o burguesas. Nniguna ilustraci¨®n mejor de este revival que el espect¨¢culo montado en estas mismas p¨¢ginas en torno , art¨ªculo de V¨ªctor Manuel y Ana Bel¨¦n. Claro que si el pasado s obstina en volver por este lado, el partido que lo asuma tiene bien poco que hacer en nuestra sociedad. Cifras cantan.
De poco servir¨¢ que, tras el fracaso, se recupere la etiqueta euro comunista cuidadosamente archivada en los d¨ªas de la campa?a electoral. Para preservar su poder el aparato sancion¨® primero la represi¨®n tras el X Congreso y ha clamado ahora por una salida conservadora, con una motivaci¨®n claramente defensiva. La lectura de los res¨²menes del debate en e Central muestra que, antes que razones para la designaci¨®n de Iglesias (alguno confiesa su total sorpresa inicial por la propuesta),se trata de cerrar a toda costa el paso a Nicol¨¢s Sartorius. No hay casi argumentos para respaldar al candidato oficial, pero sobran los de pesos pesados, -como Ariza, Pi?edo y Ballesteros- para descalificar al outsider, al que se opondr¨ªan en todo caso, dicen, nada menos que como corresponsable activo de la crisis del partido. Discrepar es ser pol¨ªticamente culpable. Suena, ?verdad? Queda as¨ª definitivamente aplastado quien remotamente encarnaba a¨²n un proyecto de reconciliaci¨®n entre el comunismo democr¨¢tico y la reforma del partido. Con la sucesi¨®n reci¨¦n lograda, el aparato refuerza su poder sobre unas bases que se deshacen d¨ªa a d¨ªa, mientras el eurocomunismo pasa a ocupar un puesto m¨¢s en la larga lista de ideolog¨ªas de renovaci¨®n frustradas a lo largo de nuestro siglo. A pesar de su buena dosis, dig¨¢moslo retrospectivamente, de validez pol¨ªtica.
La observaci¨®n puede parecer ociosa a la vista del grado de desolaci¨®n alcanzado en la crisis de la versi¨®n hispana del, eurocomunismo. ?Para qu¨¦ preguntarse por la validez de unos planteamientos pol¨ªticos cuando se ha desintegradola fuerza pol¨ªtica en que surgieran y sus principales responsables parecen empe?ados en ser los primeros en mostrar sus trampas y sus contradicciones? No debe extra?ar que algunos renovadores, a la luz de la crisis, proclamen no s¨®lo el fracaso bien visible del eurocomunismo a la espa?ola, sino del marxismo como agente de transformaci¨®n social. Borr¨®n y cuenta nueva, aunque la nueva renovaci¨®n desemboque en silogismos aristot¨¦licos. El comunismo democr¨¢tico no ser¨ªa entonces so lamente una v¨ªa pol¨ªtica clausura da en nuestro caso, sino una propuesta invalidada en sus propias ra¨ªces. En cierto modo, carente de esa legitimidad hist¨®rica que tambi¨¦n le niegan quienes ven en el intento un recurso t¨¢ctico para apropiarse del espacio pol¨ªtico propio de la socialdemocracia.
Semejantes valoraciones olvidan que la tensi¨®n entre comunismo y:democracia, saldada recurrent¨®mente en ruptura, tiene un origen que se remonta mucho m¨¢s all¨¢ de los rituales eurocomunistas de la pasada d¨¦cada. Sus antecedenteb se encuentran en los frentes populares, en la fase auroral de las democracias populares y en la primavera de Praga de 1968, sin olvidar la trayectoria de revisi¨®n en profundidad del estalinismo y del modelo sovi¨¦tico que alientan fundamentalmente los hombres del PCI. Cobra forma as¨ª el objetivo de recuperar la democracia desde una perspectiva de transformaci¨®n socialista, m¨¢s all¨¢ de la constituc¨ª¨®n de un poder compensatorio de la hegemon¨ªa del capital rasgo diferencial del comunismo. democr¨¢tico de consistencia superior a la supuesta tentaci¨®n de privar de su mercado pol¨ªtico a los partidos socialdem¨®cratas. Y no son s¨®lo palabras que pronunciemos en el vac¨ªo. Ah¨ª est¨¢ el diferente comportamiento de nuestros dos partidos de izquierda en la fase de construcci¨®n de la democracia hasta 1979: Pactos de la Moncloa, comprensi¨®n del momento constituyente, pol¨ªtica ante las nacionalidades. No variaban s¨®lo los grados de radicalismo formal, muchas veces m¨¢s acusados en el PSOE, ni las ocurrencias o el saber pol¨ªtico de Carrillo, sino la traducci¨®n en hechos de dos concepciones estrat¨¦gicas diferentes. Algo que tambi¨¦n puede predicarse en relaci¨®n a socialistas y comunistas en el caso italiano.
Estoy m¨¢s cerca, pues, de quienes declaran "que nos vamos del PCE porque estamos en el mismo sitio" que de los que bajo una u otra f¨®rmula extienden el certificado de fracaso del comunismo democr¨¢tico y del marxismo. Por su puesto, aqu¨ª y ahora ambas posturas se traducen en un necesario apoyo al PSOE en la cooperaci¨®n sin reservas con su labor de modernizaci¨®n de Espa?a. Pero con viene subrayar la distancia que las separa a medio plazo, especial mente si tenemos en cuenta la homogeneidad interna y la falta de perspectivas pluralistas en nuestro mundo org¨¢nico socialista. Aqu¨ª no hay ning¨²n CERES y la izquierda del PSOE, con todos los respetos debidos a las personas,- presenta un panorama de precariedad end¨¦mica. Como. contrapartida, hemos de confiar en que esta extra?a transici¨®n no haya suprimido para siempre entre los espa?oles la expectativa de lograr una sociedad democr¨¢tica en que no impere la l¨®gica del capital. Claro que, insistimos en ello, el PCE ha quedado inservible y el contexto pol¨ªtico actual no da pie a nuevos ensayos, aun cuando exista una, demanda clara en ese mill¨®n largo de votantes/travestidos y en muchos que han quedado como mal menor dentro del partido. Consol¨¦monos pensando que las traves¨ªas del desierto no s¨®lo pueden ser, a veces, pol¨ªticamente inevitables, sino incluso resultar fruct¨ªferas. El viejo Marx fue a este respecto un pionero a quien no cabe olvidar.
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