La Dragonera
Basilio Baltasar me escribe desde La Dragonera, Mallorca, esquina mediterr¨¢nea que no olvidar¨¦ desde que, Ulises mes¨®crata y madrile?o, yo, le daba vueltas a lo tonto -a lo listo- al mar de las culturas.La isla Dragonera lo ha pasado m¨¢s bien mal a trav¨¦s de la historia, y si uno fuese poeta -como el fino y fuerte Antonio Colinas, retirado en Ibiza-, pues uno se retirar¨ªa a La Dragonera, por ejemplo, a escribirlo todo de la nada. Como debe ser. Ahora, Dragonera Lliure recoge firmas y mantiene controversia, desde hace cinco a?os, sobre si aquella tierra de dragones debe ser o no urbanizada.
De lo que se trata, claro, es de que no muera la isla. Aguas sucias, humos, edificios altos, alimentos adulterados, colores borrados e insultos met¨¢licos: todo esto va cercando la isla m¨ªnima, que en su d¨ªa -en su noche- se estremeci¨® con el paso lejano y cercano, con la inminencia de Ulises. Cielos de azufre pasan por el cielo de mi recuerdo, todav¨ªa azul. Pamesa y otras gloriosas industrias quieren urbanizar la isla, convertirla en una planta industrial y seguir as¨ª contaminando el Mediterr¨¢neo, que es ya, m¨¢s o menos, el cad¨¢ver de un mar flotando sobre un lago. La Dragonera, adem¨¢s de una isla, es un -dulce nudo de verdades / mentiras, todas inofensivas, extra?as, raras y poco ro¨ªdas.
No s¨®lo los escritores que se lo hacen de Morand / Hemingway (qu¨¦ viejo todo ese cosmopolitismo pseudoliterario) han dado vueltas, ulisaicos, al mar interior de Plat¨®n. Seg¨²n Abraha de Orteilo, La Dragonera es una de esas islas "que se ven de lejos, mas no de cerca". La imaginaci¨®n de Ansias March pasa por aqu¨ª, puesta de t¨²nica.
Angel Montoto, fabuloso personaje, hoy director de la revista Cr¨ªtica, tan cr¨ªtica, me tiene muy iniciado en Mediterr¨¢neos interiores y dragoneras con / sin dragones. En La Dr¨¢gonera, los monjes se entend¨ªan por se?as y los dragones no cre¨ªan en esa paparrucha de los caballeros andantes, como bien cuenta Tolkien. ?Y qu¨¦ se hace en La Dragonera? Hacer nudos, reponer ligamentos, trenzar la nada a la nada. Dos picos azules contra el cielo del recuerdo, cortes a pico, almenas, alguna lancha, la bandera de la juventud al viento de ahora mismo, dulces acratillas de senos al fin solos, la serena arquitectura balear, entre d'Ors y Dal¨ª. La Dragonera, ya se comprende, no es sino una vi?eta de lo que est¨¢ pasando en todo el Mediterr¨¢neo: la destrucci¨®n de un mar que es agua aislada y, por lo tanto, en m¨¢s peligro. Desde los crudos residuales de Arist¨®teles ex / Onassis a las heces fecales del turismo hortera de Benidorm, el Mediterr¨¢neo, que es nuestra bandera, est¨¢ perdiendo su calidad de cielo laico, la esbeltez de sus mitolog¨ªas. Y digo que el Mediterr¨¢neo es nuestra bandera porque, siguiendo con el rollo de reciente columna, piensa uno que el socialismo griego, la Alejandr¨ªa sin bibliptecas, la M¨¢laga del PSOE y la Yugoslavia de Tito / post, por no alargar la relaci¨®n, tienen en este peque?o mar (negro, rojo b¨®sforo) su tertulia de pueblos antiguos y mnemot¨¦cnicos. La Sexta Flota, o la que sea (ya lo tengo dicho) ha mareado en exceso las aguas del Mediterr¨¢neo, con su patrullar l¨®brego. Hay una comunidad de pueblos, razas, culturas e inculturas que, como ha visto Colinas, poeta / profeta, tiene su reducto natural en el Mediterr¨¢neo, mejor que en convencionales atlantismos.
Pero, pol¨ªticas aparte, se trata de salvar el Mediterr¨¢neo. Por la ecolog¨ªa y por la mitolog¨ªa. Desde los greenpace a los catedr¨¢ticos de griego. Salvarlo de la guerra y, lo que es m¨¢s dif¨ªcil, de la paz, con sus negocios sucios (sucios de estroncio y petr¨®leo, quiero decir). As¨ª, Ausias March: "A extra?o mal conviene extra?a pena".
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