Compromiso en Italia
ITALIA TIENE, una vez m¨¢s, un Gobierno de compromiso, presidido en esta ocasi¨®n por Amintore Fanfani. La palabra compromiso es la m¨¢s repetida en la pol¨ªtica italiana desde que se agotaron las ilusiones de la ca¨ªda del fascismo y de la retirada de las tropas aliadas, que la dejaron, en principio, en una independencia vigilada. Cuarenta y tres veces -con ¨¦sta- se han presentado Gobiernos y programas como si fueran para siempre. La media resulta a m¨¢s de un Gobierno por a?o transcurrido.Amintore Fanfani es en s¨ª mismo un diplodocus de la vida pol¨ªtica italiana, que reaparece una y otra vez -esta es la quinta que preside el Gobierno-, con distintas f¨®rmulas, que son, al final, siempre la misma. Ha conseguido ahora formar un Gobierno al que la derecha llama de centro-izquierda, y la izquierda, de centro-derecha. Los republicanos -el peque?o partido que hab¨ªa dado al presidente anterior, Giovanni Spadolini, como hombre de compromiso- le reprochan que su plan de austeridad y reformas econ¨®micas no vaya a funcionar porque ha hecho concesiones a los socialistas -en cuesti¨®n de gastos de seguridad social y conservaci¨®n de equilibrio precios-salarios-; los socialistas entran en el Gobierno simplemente malhumorados: no quieren perder la mano que tienen dentro del poder, pero les inquieta que su imagen pueda desgastarse en la colaboraci¨®n. Los comunistas han pasado a la oposici¨®n. Siguen siendo el segundo partido del pa¨ªs.
Dentro de su propio partido, Fanfani tiene cr¨ªticos: aquellos que le consideran coino un arca¨ªsmo vivo, los que atribuyen sus ¨¦xitos a las maniobras para quitarse concurrentes de delante, y los que le reprochan el exceso de vaticanismo, recordando que su oposici¨®n al divorcio caus¨® una de las grandes derrotas a la Democracia Cristiana.
La ¨²ltima crisis de Gobierno y el nombramiento de Fanfani, tampoco se pueden entender sin tener en cuenta la disputa que existe en Italia entre dos personajes y dos partidos: Bettino Craxi, secretario general socialista y Ciriaco de Mita, secretario general democristiano.
Los socialistas, despu¨¦s del llamado fen¨®meno Craxi, que ha dado ox¨ªgeno y deseos de autonom¨ªa a un partido que hab¨ªa sido siempre acusado de monaguillo del partido comunista o donante de sangre de la Democracia Cristiana, no ven el momento de comprobar en las urnas si es verdad lo que dan por descontado todos los pron¨®sticos y sondeos: un avance de su partido como nunca lo tuvo en el pasado.
Apenas nombrado secretario de la Democracia Cristiana, De Mita empez¨®, con sus reformas r¨¢pidas del partido y sus primeras declaraciones, a ocupar el puesto de las primeras p¨¢ginas de los diarios que, hasta ese d¨ªa, eran s¨®lo para el fen¨®meno Craxi. Y por eso se le llam¨® r¨¢pidamente el nuevo Craxi. Para el partido socialista, la llegada de De Mita fue un jarro de agua fr¨ªa, porque era bien conocido por su proclividad hacia el partido comunista.
Y entonces comenz¨® el duelo. Craxi provoc¨®, en el pasado mes de agosto, una insospechada crisis de Gobierno, queriendo convocar elecciones antes de dar tiempo al nuevo le¨®n democristiano a reorganizar sus filas e intentar una renovaci¨®n del partido. Y Craxi estaba seguro de conseguirlo. Pero De Mita hab¨ªa creado ya, como hab¨ªa hecho Craxi, un equipo de intelectuales preparado, progresista, incluso con personajes que no eran del partido. Y puso a punto su estrategia. Decidi¨® que no habr¨ªa elecciones y se lanz¨® al ataque con mucho estilo, afirmando que era in¨²til disolver el Parlamento si no exist¨ªa la posibilidad de una alternativa de Gobierno distinta.
Qued¨® claro que la ra¨ªz de la crisis, desde ese momento, radicar¨ªa en dos cosas: por parte de los socialistas, en obtener lo antes posible las elecciones o bien un pacto que les asegure, al final de la legislatura (abril de 1984), la presidencia del Gobierno. Y, por parte de los democristianos, viceversa, obtener a toda costa que no se interrumpa la legislatura para tener tiempo de llevar a cabo las reformas de renovaci¨®n del partido anunciadas y prometidas por De Mita.
El duelo entre Craxi y De Mita continuar¨¢ hasta las pr¨®ximas elecciones. Por el momento, sin embargo, mientras De Mita ha conseguido la unidad de todo el partido en consonancia con su l¨ªnea, Craxi empieza a tener las primeras dificultades internas. De nuevo aparece el viejo pecado socialista italiano de las dos almas: la comunista y la socialdem¨®crata. Craxi sigue en su l¨ªnea de autonom¨ªa y de alianza con la Democracia Cristiana, mientras sus ex ministros econ¨®micos empiezan a inclinarse hacia la hip¨®tesis de la alternativa de izquierda, planteada hoy por Berlinguer. Y ¨¦ste ser¨ªa el mayor peligro para el nuevo partido de Craxi, cuyos deseos de autonom¨ªa hab¨ªan sido recibidos con aplausos en el pa¨ªs y premiados en todas las elecciones administrativas celebradas en los ¨²ltimos tiempos.
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