La subida de la gasolina
EL H?BIL truco de filtrar primero la noticia de que la gasolina s¨²per se pondr¨ªa a noventa pesetas, para informar m¨¢s tarde de que s¨®lo ser¨ªan 86, apenas ha servido para evitar la indignaci¨®n popular por una medida que, sin embargo, parec¨ªa inevitable. A nadie le gusta una subida de precios de esta categor¨ªa, pero no se puede negar, por otro lado, que el Gobierno ha tenido un coraje inusual a la hora de tomarla. Parece como si Felipe Gonz¨¢lez quisiera hacer cuanto antes, y de forma indubitable, las dr¨¢sticas operaciones que tiene que llevar a cabo para el saneamiento econ¨®mico de este pa¨ªs, en la suposici¨®n a?adida de que el rechazo popular no llegar¨¢ tan lejos que le perjudique en las elecciones municipales y de que dos a?os malos al principio de su mandato le pueden garantizar mejores perspectivas cara a la segunda mitad del mismo.La continua revaluaci¨®n del d¨®lar durante el a?o que expira ha venido manteniendo en vilo a los consumidores sobre el cu¨¢ndo y cu¨¢nto de una elevaci¨®n de los precios de la gasolina. En julio parec¨ªa inminente su llegada, pero el Gobierno de UCD demor¨® de forma indefinida el alza de los carburantes. La devaluaci¨®n de la peseta, aprobada por el Gabinete el fin de semana pasado, imped¨ªa nuevas demoras. El incremento medio del 20,5% en los carburantes y combustibles est¨¢ as¨ª estrechamente ligado al valor en d¨®lares de estos productos y la sucesiva paridad real de la peseta.
En julio de 1981, el d¨®lar se cotizaba a 97,5 pesetas y en diciembre de 1982 se cotiza a 127 pesetas. En las mismas fechas, el precio medio del barril de petr¨®leo era de 35 y 32 d¨®lares, respectivamente. Esto significa que el valor de la tonelada de crudo ha pasado de 25.116 a 29.911 pesetas; por tanto, se ha producido un incremento de unas 4.800 pesetas por tonelada, que equivale a un 16%. El alza decretada por el Gobierno socialista incluye, sin embargo, un componente adicional fiscal para el a?o 1983. Es decir, el Gobierno socialista ha aumentado con esta medida la presi¨®n recaudatoria a trav¨¦s de los impuestos indirectos. Una medida de clara regresividad respecto a cualquier programa social, que es de suponer no gustar¨¢ a los votantes del PSOE, pese a que est¨¦n dispuestos a entender su inevitabilidad.
Si la devaluaci¨®n de la peseta con relaci¨®n al d¨®lar sirve para justificar la elevaci¨®n de los precios de los productos petrol¨ªferos, hay adem¨¢s otras razones complementarias. La primera y m¨¢s importante es la necesidad de mantener una pol¨ªtica de ahorro de energ¨ªa sin discontinuidades. En Espa?a se consume actualmente el 25% m¨¢s de energ¨ªa que cuando se inici¨® la crisis en 1973, mientras que los grandes pa¨ªses industriales han contenido el consumo a los niveles de entonces. La raz¨®n fundamental es que estos pa¨ªses han sido mucho m¨¢s contundentes y han conseguido efectuar todo un proceso de sustituci¨®n de crudos por otras energ¨ªas, proceso que Espa?a ha iniciado hace solamente dos a?os. En todo este proceso de ahorro, la pol¨ªtica de precios tiene un papel decisivo, y ser¨ªa de todo punto imposible pensar en una recuperaci¨®n de la econom¨ªa sin reducir el consumo de energ¨ªa general y del petr¨®leo en particular. Junto a esta raz¨®n existe otra importante, como es la de reducci¨®n del d¨¦ficit del sector p¨²blico.
La subida de los precios energ¨¦ticos generar¨¢ a su vez la de otros precios en una cadena casi interminable s¨ª no se le pone coto de alguna forma. El Gobierno va a encontrarse con las peticiones de los impenitentes demandantes de subvenciones y con la l¨®gica presi¨®n social de unos ciudadanos que han escuchado de la boca de Felipe Gonz¨¢lez que se pensaba mantener la capacidad adquisitiva de los salarios en el futuro. Ahora parece que la pol¨ªtica devaluatoria y este serio empuj¨®n dado a los precios de la energ¨ªa apenas servir¨¢n de nada si el Gobierno se ve incapaz de resistir las presiones de los diversos sectores en demanda de subvenci¨®n, o si las empresas p¨²blicas o bajo tutela p¨²blica -grandes consumidoras de carburantes y combustibles- y con monopolios en su sector tratan de reducir sus d¨¦ficit mediante la traslaci¨®n directa de los precios a los consumidores. En una palabra, un control de precios parece necesario de una u otra forma, y tambi¨¦n medidas que eviten que se desboquen los salarios. Algo muy parecido a un plan de estabilizaci¨®n. Un Gobierno socialista tiene, no obstante, la necesidad y el deber de hacer que paguen m¨¢s los que m¨¢s tienen y de repercutir a medio plazo los beneficios de un menor d¨¦ficit p¨²blico y una econom¨ªa estatal m¨¢s saneada sobre las clases sociales m¨¢s bajas mediante la creaci¨®n de servicios comunes que justifiquen los sacrificios que ahora se exigen. Pero si Felipe Gonz¨¢lez no es fuerte frente a la presi¨®n social que se le puede ya vaticinar, ser¨¢ harto dif¨ªcil que el Gobierno pueda realizar su compromiso de mantener los niveles de inflaci¨®n en una tasa del 12% para el pr¨®ximo a?o.
En resumen, gran parte del inmenso capital pol¨ªtico Con el que los socialistas han llegado al poder va a comenzar a ponerse en entredicho con las medidas econ¨®micas adoptadas. Su realismo no impide su dramatisrno. Y el conocimiento de que todos somos m¨¢s pobres -todos, y no s¨®lo unos cuantos- debe ser demostrado con hechos contundentes por el Gobierno. Medidas complementarias, en definitiva, que esperamos se hagan p¨²blicas cuanto antes.
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