Los primeros 80 a?os de Rafael AIberti
M¨¢s de una vez me he propuesto la tarea de formular afor¨ªsticamente cu¨¢l es el papel social -el rol, como ya es ineludible decirque cumplen los hombres de actividad no utilitaria, en el sentido habitual que el t¨¦rmino utilitario posee entre nosotros. ?Para qu¨¦ sirve, qu¨¦ nos ense?a el pintor? Respuesta: "El pintor nos ense?a a ver algo que antes no ve¨ªamos; en definitiva, a ver". Para qu¨¦ sirve, qu¨¦ nos ense?a el fil¨®sofo? Respuesta: "El fil¨®sofo nos ense?a a pensar algo que antes no pens¨¢bamos; en definitiva, a pensar". ?Y el poeta? ?Qu¨¦ nos ense?a, para qu¨¦ sirve el poeta? Respuesta: "El poeta nos ense?a a decir lo nunca dicho; y, por supuesto, a sentir eso que ¨¦l por vez primera dice".He aqu¨ª un verso inmortal y mil veces repetido de Rub¨¦n: "Pero es m¨ªa el alba de oro". Desde la experiencia de advertir que dentro de uno se est¨¢ yendo o ya se ha ido el divino tesoro de la juventud -se est¨¢ iniciando ya o ya se ha iniciado la tercera edad, si de la poes¨ªa po¨¦tica de Rub¨¦n queremos pasar a la prosa sociol¨®gica de este tiempo-, ?qui¨¦n hab¨ªa dicho que el hombre, si en alg¨²n sentido es creador, si no es simple ¨¢rbol que con los a?os se seca y descaece, puede siempre conocer en su vida nuevas albas de oro? Rub¨¦n Dar¨ªo, poeta, nos ha ense?ado a decir lo nunca dicho y, esto es lo de veras importante, a sentir en nosotros eso que ¨¦l por vez primera dijo.
A nadie, pues, podr¨¢ extra?ar que yo, pobre profesor, y por a?adidura jubilado, recurra a las palabras de un poeta egregio para decir de Rafael Alberti egregio poeta tambi¨¦n, algo de lo que sobre ¨¦l puede decirse. "Para siempre ha trepado usted" -escribi¨® Juan. Ram¨®n Jimenez a Rafael Alberti en 1925, reci¨¦n publicado Marinero en tierra"- el trinquete del la¨²d de la belleza... La retama siempre verde de la virtud es la suya. Con ella, en gr¨¢cil golpe, ha hecho usted saltar otra vez, de la nada plena, el chorro feliz y verdadero. Poes¨ªa popular, pero sin acarreo f¨¢cil personal¨ªsima; de tradici¨®n espa?ola, pero sin retorno innecesario: nueva; fresca y acabada a la vez: rendida, ¨¢jil, graciosa, par padeante, andaluc¨ªsima".
Cosas po¨¦ticas
Cincuenta y siete a?os han pasado desde que estas palabras fueron escritas. Desde entonces cu¨¢ntas cosas po¨¦ticas, comenzando por,51 alba del alhel¨ª, Cal y canto y Sobre los ¨¢ngeles, en la obra del poeta, y cu¨¢ntas cosas terribles, sangrientas, en la vida de Espa?a.
Movida y alimentada por estas ¨²ltimas, la voz de Rafael Alberti se ha visto obligada no pocas veces a, expresar la ira, el dolor y el sarcasmo. Su poes¨ªa, ?habr¨¢ perdido las cualidades que en la nunca aduladora y casi nunca amable pluma de su genial conterr¨¢neo pusieron esos juicios? M¨¢s reposados y serenos, m¨¢s llenos de experiencia vital de nostalgia -vivir con el alma abierta es con frecuencia una cambiante mezcla de esperanza a toda costa y depurada y depuradora nostalgia-, los versos de A la pintura y Ora mar¨ªtima dieron pronta respuesta negativa a esa interrogaci¨®n, acaso inevitable en los a?os duros y amargos inmediatamente posteriores a nuestra guerra civil.
General alianza
Y luego todo lo que despu¨¦s de Ora mar¨ªtima ha venido. Con nuevos matices, m¨¢s honda, en riquecida y modulada por todo lo que los a?os y las leguas han de parado a su autor, la poes¨ªa de quien escribi¨® Marinero en tierra sigue siendo rendida, ¨¢gil (puesto que ahora no cito entre comillas, usar¨¦ la ge), graciosa, parpadeante, andaluc¨ªsima. Aunque en ocasiones caiga en la dulce tentaci¨®n irresistible de mezclar el juego y la gracia con el lim¨®n y el ac¨ªbar.
No poco, pero tampoco demasiado es desear, pienso yo, que el destino del mundo -creciente y general alianza, conflictiva siempre, eso s¨ª, entre la libertad y la justicia- y el destino de Espa?a no id¨ªlica, pero s¨ª definitiva convivencia dialogal, nunca armada, entre los espa?oles discrepantes- potencie al m¨¢ximo la total genialidad, lim¨®n y acibar comprendidos, de este marinero andaluz, tan rico de aventura.
Rafael Alberti acaba de cumplir ochenta a?os; sus primeros ochenta a?os, para repetir otra vez la t¨®pica ingeniosidad de Guti¨¦rrez Gamero. Cuando tan lozano de cuerpo, alma y atuendo se nos muestra, ?c¨®mo no ver que ¨¦l sigue haciendo suyo el verso de Rub¨¦n; que escribiendo, pintando y viviendo puede declarar suya -una y otra vez- el alba de oro?
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