La manera de entender de Alicia Larrocha
Es error frecuente de pianistas creer que lo suyo es tocar el piano, tocarlo muy bien, perfectamente bien. Y es de todos sabido, pero merece recordarse, que lo que se espera de un int¨¦rprete es su decirla m¨²sica, decir, que es entender, hacer y hacer entender.Alicia de Larrocha entiende, hace y hace entender la m¨²sica -la m¨²sica, no el piano, que es s¨®lo un instrumento-, y eso no se paga con nada del mundo. Cuando la m¨²sica se recrea, y es deber del int¨¦rprete recrearla, lo que sucede en un concierto es novedad, hallazgo, invenci¨®n y fiesta.
El piano hist¨®rico tiene como dos caras. Una cara rom¨¢ntica, que Mozart intuye, Beethoven define, Chopin paladea y Listz consuma; y una cara moderna, que Debussy esboza, Prokofiev contesta, Messiaen consuma y Xenakis hace estallar. Alicia se mueve con regusto alrededor de esa segunda cara, y su programa, con una excepci¨®n, obedece a ella.
Obras de Schubert, Debussy, Ravel y Poulenc
Concierto de Alicia de Larrocha. En la Sociedad Filarm¨®nica de Valencia. Teatro Principal, Valencia. 20 de diciembre de 1982.
Debussy, Ravel y Poulenc hacen piano de timbres, que no es piano sinf¨®nico, porque lo sinf¨®nico es cuesti¨®n de forma y no de efectivos. Y Alicia explora ese piano, enrevesado como una jungla y claro como un cuadro de Degas, y le exprime su jugo instrumental refinado, a veces ¨¢spero, misterioso y siempre algo quebradizo.
Schubert no pertenece a ese mundo, moderno y franc¨¦s a partes equivalentes. Pero la m¨²sica de Francia a partir de Schubert -estoy convencido de ello- est¨¢ casi toda tocada de Schubert, por un fen¨®meno de nostalgia de para¨ªso perdido: Schubert es el para¨ªso irrecuperable que la m¨²sica de Francia ha perdido.
Y Alicia recibe a Schubert como la m¨²sica de Francia, que ella conoce bien -incluido a Alb¨¦niz-; recibe a Schubert como el milagro del sentimiento a punto de quebrar y que no quiebra.
T¨¦cnica imprescindible
Alicia entiende y hace entender en virtud de su t¨¦cnica -imprescindible, por supuesto- y a pesar de su t¨¦cnica en alguna ocasi¨®n. No sabemos si el instrumento, algo envejecido, o el pulso seco de Alicia hacen unos forti abruptos un tanto intempestivos.
Acaso sea una conjunci¨®n de ambas cosas; acaso la sacudida despiadada de Alicia en el cl¨ªmax requiera un piano en mejor forma, mejor templado.
La redondez de un concierto, por otra parte, ha de contar con un auditorio receptivo, no grosero, como el nuestro; que, tras obsequiar a la int¨¦rprete con los mil y un estr¨¦pitos, abandona la sala al t¨¦rmino del programa previsto.
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