El viaje a Marruecos
FERNANDO MOR?N es un diplom¨¢tico con larga experiencia y, sin duda, ha llevado en su equipaje, durante su breve viaje a Marruecos, un buen conocimiento de los datos del contencioso que separa a Espa?a del Reino alau¨ª, viejo litigio contrapesado por lo que Hassan II y algunos altos funcionarios marroqu¨ªes suelen definir como la condena a entenderse entre los dos pa¨ªses. Nuestro Ministro de Asuntos Exteriores hab¨ªa anunciado prudentemente que su visita ser¨ªa una conversaci¨®n -con el mismo rey, gobernante absoluto, a pesar de las instituciones, y su colega de Relaciones Exteriores- y no una negociaci¨®n. Cabe suponer, sin embargo, que las charlas mantenidas hayan dibujado una l¨ªnea hacia el futuro que permita asentar sobre bases firmes, a salvo de esos virajes coyunturales que la pol¨ªtica interior suele transmitir a la pol¨ªtica exterior a fin de exportar algunos delicados problemas dom¨¦sticos, unas relaciones de vecindad geogr¨¢ficamente inevitables e hist¨®rica y culturalmente deseables.Es evidente que nadie puede borrar el pasado y que los antecedentes de nuestras relaciones con Marruecos son funestas. Durante los a?os previos a la descolonizaci¨®n, el anterior r¨¦gimen jug¨® por razones de habilidad -m¨¢s que por convicci¨®n o ¨¦tica- la carta de proteger y ayudar a los nacionalistas frente a Francia, en el marco de una estrategia dominada al principio por las simpat¨ªas hacia la causa alemana (los nacionalistas del mundo ¨¢rabe tomaban esa opci¨®n contra el imperio franco-brit¨¢nico) y luego por hostilidad hacia la IV Rep¨²blica y como represalia por el cierre de fronteras. Es muy probable, sin embargo, que Franco y sus consejeros diplom¨¢ticos no creyeran nunca en la descolonizaci¨®n de Marruecos. Esta hip¨®tesis explicar¨ªa la paradoja de que la independencia de Marruecos pillara desprevenido al gobierno franquista, que pretendi¨® incluso ofrecer algunas d¨¦biles y desesperadas resistencias al hecho consumado de la descolonizacion. En cualquier caso, Francia ha tenido y sigue teniendo una presencia mucho mayor en el antiguo protectorado que Espa?a, lo que ha redundado en detrimento de nuestras relaciones bilaterales y de los intereses de espa?oles en el Reino alau¨ª. Esta mala herencia, como otras del r¨¦gimen anterior, condiciona, sin duda, el espacio de maniobra de nuestra diplomacia pero no debe impedir una rectificaci¨®n del rumbo y el planteamiento de una acci¨®n exterior imaginativa y eficaz.
La posici¨®n equ¨ªvoca de Espa?a con respecto al Sahara, consecuencia de aquellos tenebrosos meses en que coincidieron la agon¨ªa de Franco y la Marcha Verde, la provisionalidad de los acuerdos pesqueros, el tr¨¢nsito hacia la Comunidad Econ¨®mica Europea de las naranjas marroqu¨ªes por territorio espa?ol, el incremento de nuestras exportaciones industriales, los ambiciosos proyectos de cooperaci¨®n, las comunicaciones a trav¨¦s del Estrecho y el futuro de Ceuta y Melilla son cuestiones que, aunque de importancia desigual y naturaleza despareja, necesitan ser globalizadas en acuerdos de largo alcance que eliminen los malos entendidos.
?Cu¨¢l ser¨¢ la actitud del nuevo Gobierno hacia Marruecos?. Por parte de los marroqu¨ªes hay una cierta predisposici¨®n a considerar a los socialistas como m¨¢s amigos de Argelia que del reino alau¨ª. Buena parte de las referencias oficiales a la pol¨ªtica exterior en el discurso de investidura de Felipe Gonz¨¢lez se refirieron al Magreb (concepto geogr¨¢fico en el que se incluyen Argelia y Marruecos, pero tambi¨¦n Libia y T¨²nez), sin duda con la intenci¨®n de manifestar una voluntad de equilibrio y equidistancia en la regi¨®n. No es descartable que, en un momento en que Argelia se apresta a modificar su pol¨ªtica con respecto a Occidente y a los saharauis, Espa?a pueda servir de mediadora. Aunque las noticias de una entrevista en Madrid entre Hassan II y el primer ministro argelino han sido desmentidas, tal vez el rumor sea algo mas que una fantas¨ªa. En cualquier caso, la personalidad de nuestro Ministro de Asuntos Exteriores puede permitirle desempe?ar en el replanteamiento de nuestras relaciones con Marruecos un papel tan ambiguo como el que tal vez le haya sido asignado respecto a la OTAN. Fernando Mor¨¢n, que ha teorizado sus discrepancias sobre nuestra entrada en la Alianza Atl¨¢ntica y del que existe la impresi¨®n de simpatizar con Argelia, puede ser lo mismo el ejecutor pr¨¢ctico de esas estrategias que el hombre adecuado para modificar las actitudes socialistas en estos dos terrenos, convirti¨¦ndose en el negociador de nuestro definitivo ingreso en la OTAN y en el patrocinador de acuerdos de gran alcance con Marruecos. Nadie mas indicado para protagonizar un viraje diplom¨¢tico que una persona pragm¨¢tica de quien se presume, sin embargo, un compromiso doctrinario con las posiciones que un Gobierno desea abandonar.
El resultado inmediato del viaje de nuestro Ministro de Asuntos Exteriores ha sido la pr¨®rroga por seis meses del acuerdo pesquero, solicitado por el Gobierno espa?ol. Es probable que Fernando Mor¨¢n haya explicado tambi¨¦n al rey y a su ministro de Asuntos Exteriores la parte en que pueda afectar a Marruecos los eventuales cambios de la pol¨ªtica espa?ola respecto a la OTAN y a las relaciones bilaterales con Estados Unidos. Una de las especulaciones del anterior Gobierno de UCD era que nuestra entrada en la OTAN pod¨ªa facilitar un arreglo mediterr¨¢neo del tri¨¢ngulo Gibraltar-Ceuta-Melilla, con el establecimiento de bases conjuntas en las tres ciudades y alguna participaci¨®n marroqu¨ª, y la utop¨ªa de Espa?a como puente entre Europa (y Estados Unidos) y Marruecos. El sue?o pretend¨ªa, as¨ª, que Africa se aproximase a la OTAN a trav¨¦s de Espa?a. A nadie se le oculta, sin embargo, que a la estrategia de Estados Unidos y de la OTAN le sobran medios, m¨¢s directos y menos complejos, para cubrir tal objetivo. En todo caso, este Gobierno est¨¢ tan compenetrado como los anteriores -y quiz¨¢s de manera todav¨ªa mas intensa como medio para disipar recelos y desconfianzas y ganarse la confianza de las Fuerzas Armadas- con el principio de que Ceuta y Melilla no son negociables.
Las veinticuatro horas en Marruecos del ministro Fernando Mor¨¢n no pod¨ªan dar mas de s¨ª pero han constituido un gesto cargado de contenido simb¨®lico que preparar¨¢ la visita de Felipe Gonz¨¢lez a Hassan Il y la eventual apertura de nuevas tandas de negociaciones. Era necesario que el monarca marroqu¨ª conociera de viva voz, y mediante el di¨¢logo con un diplom¨¢tico experto, las posiciones del nuevo Gobierno socialista. La visita no ha sido m¨¢s que un principio, que no puede desprenderse de las hipotecas acumuladas a lo largo de la historia, pero abre perspectivas de futuro para la mejor¨ªa de las relaciones entre dos vecinos condenados a entenderse pero propensos a las suspicacias y los temores mutuos.
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