La ¨®pera rom¨¢ntica 'La vestale', de Spontini, regresa al Liceo casi setenta a?os despu¨¦s
Se sit¨²a en la encrucijada l¨ªrica previa a la aparici¨®n de la 'grand opera'
La Vestale, de Spontini, se representar¨¢ el domingo, d¨ªa 26 de diciembre, en el Gran Teatro del Liceo, con un reparto importante -Nunzio Todisco, Montserrat Caball¨¦, Vicente Sardinero, entre otros- y una producci¨®n de Beni Montresor, que viene del T¨¦atre du Capitole de Toulouse, y que dirige Carlo Felice Cillario. La Vestale no, hab¨ªa sido representada en el Liceo desde hace casi unos setenta a?os. Este hecho, y el significado est¨¦tico de esta ¨®pera, convierten esta representaci¨®n en un aut¨¦ntico acontecimiento.
Los presupuestos est¨¦ticos que empujaron la creaci¨®n oper¨ªstica en la segunda mitad del siglo XVIII se desarrollan (con excepci¨®n de Mozart y de Haendel) en dos parcelas: la de la gran tradici¨®n francesa iniciada por Lully en el siglo anterior y que, seguida por Rameau, cristaliz¨® en las graves y profundas realizaciones de Gluck, y la de las creaciones de los bufos italianos que, arrancando de las situaciones dom¨¦sticas planteadas ya en La serva padrona, de Pergolese, determinaron el ulterior desarrollo de la llamada ¨®pera napolitana. La Querelle des bouffons fue el motivo inmanente de esta escisi¨®n estil¨ªstica e intencional, que, con sus connotaciones pol¨ªticas, tuvo corno causa trascendente o de fondo el agotamiento de las estructuras l¨ªricas patrocinadas por el ancien r¨¦gime. Despu¨¦s de tanto h¨¦roe de cart¨®n-piedra y de tantos personajes mitol¨®gicos, el pueblo -la burgues¨ªa naciente- pugnaba por manifestarse en el escenario l¨ªrico. Esta fue la aportaci¨®n de los bufos.Al filo del cambio de siglo, la tradici¨®n gluckiana desemboca en el academicismo conservador de Cherubini, en tanto que en la vertiente napolitana resplandece con singular gozo el genio sin par de Rossini. El nacionalismo germano (Weber y despu¨¦s Wagner) no tardar¨¢ en hacer su aparici¨®n y , mientras tanto, la escuela italiana, con Bellini, Donizetti y Verdi, con su alocado culto a la voz, inicia la carrera bel-cantista.
Entre estas coordenadas surge esta estrella de segunda magnitud que fue Gasparo Spontini (1774-1851), quien con sus ¨®peras Fernand Cortez y La vestale se sit¨²a como un p¨¢lido continuador de la noble tradici¨®n de Gluck por la indudable entidad de su entonaci¨®n mel¨®dica, si bien, con sus dilatadas creaciones, constituye el inmediato antecedente -y el real precedente- de otra v¨ªa oper¨ªstica que tuvo gran predicamento a lo largo de todo el siglo: la de la grand op¨¦ra, que tiene en las figuras de Mehul, Auber, Meyerbeer, y Halevy los m¨¢s calificados representantes. El truculento genio de Scribe se oculta como libretista detr¨¢s de la nueva proyecci¨®n l¨ªrica.
La vestale, de Spontini, se halla en la encrucijada de la mayor¨ªa de las corrientes apuntadas. Seguidora de Gluck, seg¨²n se ha dicho, es precursora de un nuevo g¨¦nero (la grand op¨¦ra). Con un argumento t¨ªpicamente rom¨¢ntico (el del amor sacr¨ªlego, que luego se encarnar¨¢ en Norma, de Bellini), con un trato de la voz que anuncia las traidoras falacias del bel canto y con un trato orquestal que prefigura el comentario de la acci¨®n que m¨¢s adelante hallaremos en Wagner, La vestale es una obra que, sin tener la genialidad de los grandes pivotes del arte l¨ªrico, ha de figurar en una hipot¨¦tica antolog¨ªa oper¨ªstica, por cuanto constituye, en su discreta altura espiritual, un gozne esencial en la evoluci¨®n del g¨¦nero. Sus hallazgos l¨ªricos y dram¨¢ticos no fueron desde?ados por Berlioz ni el propio Verdi. Este drama l¨ªrico, con libreto de Etienne de Jouy, fue estrenado en Par¨ªs el 15 de diciembre de 1807. Su exhumaci¨®n y recuperaci¨®n moderna se debe a Mar¨ªa Callas, que encarn¨® el personaje central, en la Scala de Mil¨¢n, en 1955.
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