La guerra del Rif, en 1927, empuj¨® a Louis Aragon a adherirse al Partido Comunista franc¨¦s
Ultimas revelaciones del poeta sobre su Pensamiento pol¨ªtico
"Escribo no tanto para hacer un nuevo libro, escribo mucho m¨¢s para hacer olvidar los libros que he escrito". (Aragon, entrevista con Francis Cr¨¦mieux, 1964).Louis Aragon recibi¨® en julio de 1981 la Legi¨®n de Honor, ¨¦l que en tiempos de los superrealistas escup¨ªa sobre las condecoraciones. No protest¨® cuando los tanques entra ron en Varsovia, mientras que s¨ª lo hizo cuando la intervenci¨®n rusa en Checoslovaquia.
Dan ganas, al que le visita d hacerle algunas preguntas sobree sus relaciones, durante estos ¨²ltimos a?os, con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. ?No fue recibido otra vez en el Kremlin moscovita en noviembre de 1977?
-?Le ha ido bien su ¨²ltima visita a Breznev?
-Bueno, ?sabe usted lo rid¨ªculo que resulta uno cuando se viaja as¨ª en tren, con algo como eso sobre las rodillas?
Contesta mostrando un jarr¨®n decorado que reina en su sal¨®n, y unos caballitos de madera pintada -t¨ªpica artesan¨ªa-prov¨¦niente del norte de Rusia.
-?Pero hubiera cre¨ªdo que sus relaciones con- el Kremlin se hab¨ªan enfriado desde su toma de postura sobre Checoslovaquia?
-En 1936, cuando fui a Mosc¨² a visitar a Lili Brik...
Odio sobre un fondo de amor
El tono est¨¢ dado: Aragon, que pretende estar sordo (pero no hay peor sordo ... ), es un maestro en el arte de evitar las preguntas que le molestan. Esas preguntas, sin embargo, de las que habr¨ªa tantas que hacerle.
Su nombre tiene el don de provocar, entre los de nuestra generaci¨®n, reacciones violentas de odio sobre un fondo de amor. Aquellos que han conocido y querido a El palurdo de Par¨ªs y a El loco por Elsa, aquellos que han bailado con sus textos, a los que Leo Ferr¨¦ o Yves Montand pusieron m¨²sica, no pueden conciliar mentalmente su exigencia de libertad interior con. su adhesi¨®n inquebrantable al partido comunista, del que, desde hace m¨¢s de medio siglo, sigue religiosamente dogmas y directrices.
En 1925, despu¨¦s de haber participado activamente en la fundaci¨®n del movimiento superrealista, declara (en La revoluci¨®n surrealista, n¨²mero 2): "Si os parezco cerrado al esp¨ªritu pol¨ªtico..., es que siempre he situado, que sit¨²o, el esp¨ªritu de rebeld¨ªa mucho m¨¢s all¨¢ de cualquier pol¨ªtica".
Dos a?os m¨¢s tarde, en enero de 1927, es, sin duda alguna, la guerra del Rif la que lo empuja a adherirse al Partido Comunista franc¨¦s.
"Lo que el partido era en ese momento resultaba intolerable para cualquier hombre de entre nosotros: obrerismo indiscutible, antiintelectualismo, una incomprensi¨®n total de lo que pod¨ªan ser hombres como nosotros hab¨ªa que estar loco para seguir en ¨¦l. Yo estaba loco. Se interpretar¨¢ como se quiera, pero as¨ª es. Y yo segu¨ª" (Aragon habla, entrevista con Dominique Orban, 1968).
Ruptura con los surrealistas
1932: ruptura con los surrealistas, quienes publican un panfleto muy duro sobre Aragon titulado Camale¨®n, en el que fustigan su su misi¨®n incondicional a las directrices del partido, sus compromisos sus virajes.
M¨¢s tarde, el itinerario pol¨ªtico de. Aragon es el de toda una gene raci¨®n de intelectuales franceses estalinistas: justificaci¨®n de los procesos de Mosc¨², de los de posguerra en Europa del Este, apoyo al pacto Ribbentrop-Molotov, denuncia del fascista Tito, aceptaci¨®n de la normalizaci¨®n.. Durante la guerra luch¨® en la resistencia contra los alemanes hizo c¨¦lebre su seud¨®nimo d Franqois-la-Col¨¨re.
No es hasta 1965. que Aragon sale p¨²blicamente en defensa de Siniavski y Daniel, condenados en la URSS a duras penas; despu¨¦s intentar¨¢ fraternizar, e n mayo de 1968, con los izquierdistas, para ser violentamente rechazado por ellos; por fin denunciar¨¢, en septiembre de 1968, la intervenci¨®n sovi¨¦tica en Checoslovaquia. Pero eso no le impedir¨¢, en noviembre de 1977, hacer un emotivo homenaje a Breznev durante una recepci¨®n en el Kremlin.
1982: Aragon no h muerto, Aragon no es un mito. Para llegar hasta su apartamento de la calle Varenne se sube por una escalera tapizada de rojo, cuya barandilla sigue teniendo la silla el¨¦ctrica que conduc¨ªa a Elsa a los pisos.
Aragon trabaja. En uno de sus despachos de paredes cubiertas d y cuadros de Mir¨®, y de libros, hace dibujos que a menudo representan caras. Pero la de ¨¦l es dificil de conocer: en cada visita Aragon se muestra diferente de lo que fue en la precedente, m¨¢scara sobre m¨¢scara.
Tan pronto es un dandy encantador y cort¨¦s, de un cumplido decimon¨®nico, que te hace el honor de sus colecciones ("Esta m¨¢scara maor¨ª no tiene hermano m¨¢s que en Inglaterra. Esta estatuilla inglesa la vi en una anticuaria, pasean do a orillas del Sena. Era impensable comprarla, costaba ocho millones..., ella se dio cuenta que me gustaba y me la envi¨®").
Tan pronto, andando a lo largo y a lo ancho de su habitaci¨®n, que, totalmente empapelada con posta les, con cartas, con fotograf¨ªas evoca un extra?o sarc¨®fago, declama uno de sus poemas clavado en la pared; se enternece ante una fotograf¨ªa de Elsa y de ¨¦l en un claro de bosque. "Ella me dijo, una tarde en que est¨¢bamos sentados ah¨ª a la sombra de los ¨¢rboles, me dijo: 'Cuando yo me vaya, no ser¨¢ lejos de aqu¨ª'. Aquello parec¨ªa una broma. Pero las bromas, a Veces... En efecto, se muri¨® a algunos metros de all¨ª".
Elsa, por otra parte, est¨¢ presente en seguida, por sus fotograf¨ªas, que empapelan los pasillos, por el broche esmaltado con su nombre que Aragon lleva en el ojal, incluso por el olor violento del jazm¨ªn que se dobla en su tiesto: "Era su flor preferida".
Tan pronto, insolente, juega al anciano enfermo, al ni?o mimado y se escabulle ante la ceremonia del retrato.
(Robert Doisneau cuenta: "Cuando la liberaci¨®n, Jean Marcenac me dio una carta de presentaci¨®n para ir a fotografiar a Aragon. Nos dimos cita y me fui en bicicleta, con todo el equipo, desole Bic¨ºtre hasta la calle de la Sourdi¨¦re. Llego sudando mares, subo las escaleras, me abre la puerta y, mir¨¢ndome de arriba abajo, dice: "Llega usted en mal momento, no estoy de humor- para ser fotografiado hoy". Y sin m¨¢s, se cierra la. puerta).
Un mon¨®logo en voz alta
Tan pronto sociable, Aragon te bombardea con f¨®rmulas concisas y brillantes, como tan pronto su mirada se pierde por los espejos, por las ventanas, y se refugia en un mon¨®logo en voz alta, donde el Oriente como el Mediod¨ªa se llaman "el Sur", y Am¨¦rica, "`al otro lado del agua", o en consideraciones melanc¨®licas sobre el tiempo: "Las cosas conten¨ªan razones, de volver incluso all¨ª de donde venimos ... Ahora, todo es diferente..."
As¨ª es hoy Aragon, capaz de comprobar de una ojeada en el espejo la inclinaci¨®n de su sombrero de fieltro y la armon¨ªa camafeo de su traje, de quejarse c¨®micamente de que se le caen los pantalones -lleva un traje Saint-Laurent que le queda grande-, que sujeta con el cintur¨®n del abrigo que lleva por encima, adem¨¢s de ense?arte, por coqueter¨ªa, una fotograf¨ªa de ¨¦l tomada por Man Ray en los a?os veinte ("?Es guapo, verdad? No me estra?a que no lo reconozca usted").
Pero tambi¨¦n, solo ante su mesa, capaz de consagrarse intensamente a su trabajo de benedictino que compara y compila, tras montones de manuscritos in¨¦ditos, cartas y libros que le ha confiado la viuda de Romain Rolland para escribir un largo ensayo so bre el escritor. As¨ª es hoy Aragon, en "este perpetuo morir que llamamos, a falta de otra cosa, el presente", como ¨¦l dice.
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