La austeridad y la negociaci¨®n salarial
LA ESPERANZA de que el PSOE encontrase respuestas a la crisis econ¨®mica ha sido uno de los motivos fundamentales para la votaci¨®n mayoritaria a su favor. La crisis exige una mano firme. Este es el mejor comienzo para consolidar la confianza en los nuevos dirigentes y de obtener incluso las salvaguardias adicionales de que las soluciones son dif¨ªciles, llevan tiempo y adem¨¢s entra?an sacrificios.La opini¨®n p¨²blica ha aceptado sin rechistar las primeras medidas, y en concreto el alza de los precios de los carburantes y combustibles, y, naturalmente, las otras alzas correspondientes, lo que ya supone una merma de su poder adquisitivo. Tambi¨¦n los bancos y las cajas de ahorro han recibido su dosis de austeridad: la colocaci¨®n gratuita del 1% de sus dep¨®sitos en el Banco de Espa?a. Esta retenci¨®n obligatoria no devenga retribuci¨®n alguna, mientras que esos dep¨®sitos redepositados en el Banco de Espa?a les cuestan a los bancos y a las cajas un 8%, como media de pago de intereses a sus clientes. Finalmente, los efectos de la depreciaci¨®n de la peseta resultan m¨¢s dif¨ªciles de cuantificar, pero en definitiva tampoco favorecen el consumo de art¨ªculos de importaci¨®n o de viajes al extranjero que pueden adquirir o realizar los espa?oles. Como muy bien ha dicho ¨¦l ministro Boyer, se trata de que cada uno acepte la parte que le corresponde en el reajuste impuesto por la crisis. Este lenguaje, la inclusi¨®n de las entidades financieras en el paquete de sacrificios y la prontitud de las decisiones han sido interpretados como s¨ªntomas de que el Gobierno habla en serio y tiene los pies firmes sobre la tierra.
El turno de un modo u otro se le plantea ahora a empresarios y trabajadores. Los trabajadores y sus representantes, es decir, las centrales sindicales, tratar¨¢n de mantener el poder adquisitivo de los salarios en el pr¨®ximo a?o. Los empresarios procuran, por su parte, mejorar los m¨¢rgenes de beneficios y, en definitiva, la solidez financiera de las empresas. Los empresarios saben, por otro lado, que una contenci¨®n muy dr¨¢stica de los salarios significa un menor consumo y, en consecuencia, una menor demanda para los bienes y servicios producidos. Los empresarios se mueven entre estos dos condicionantes: incrementos de costes salariales, que amenazan la viabilidad de muchas empresas, y reducci¨®n del consumo, que, junto a la exportaci¨®n, es el ¨²nico componente din¨¢mico de la demanda.
Sin embargo, una negociaci¨®n rigurosa para los trabajadores, con un l¨ªmite superior de la banda de incrementos del 9%-10%, es decir, dos o tres puntos por debajo del incremento esperado del ¨ªndice del coste de la vida, puede interpretarse en parte como consecuencia de las medidas de pol¨ªtica econ¨®mica general hasta ahora adoptadas. En primer lugar, la depreciaci¨®n de la peseta repercutir¨¢ en unos dos puntos en el encarecimiento de los precios, consecuencia de los mayores costes en pesetas de las importaciones de petr¨®leo y otros materiales. Esta repercusi¨®n no es compensable. Los trabajadores-consumidores tienen que correr con su parte en la austeridad proclamada por el Gobierno. Naturalmente que se pierde as¨ª una fracci¨®n de capacidad adquisitiva, y quiz¨¢ el Gobierno deber¨ªa haber sido menos ambiguo en este punto. Pensar que el encarecimiento de los productos de importaci¨®n sea soportado por las empresas es un riesgo bastante temerario cuando muchas de ellas contin¨²an en la cuerda floja y el aumento del empleo est¨¢ pendiente de unas empresas m¨¢s s¨®lidas y unos empresarios menos desanimados.
La anunciada reducci¨®n de la jornada laboral es otro elemento de incertidumbre -aunque menor en comparaci¨®n con el anterior- sobre el coste futuro del factor trabaj¨® en el pr¨®ximo a?o. Las autoridades han tenido el buen sentido pol¨ªtico de no gobernar por decreto-ley, y aunque la mayor¨ªa parlamentaria socialista garantiza el buen fin de los proyectos de ley -como lo es el de la reducci¨®n de jornada y el aumento del per¨ªodo de vacaciones-, se tendr¨¢ la oportunidad de un debate abierto. Sin duda, en el mismo el Gobierno indicar¨¢ cu¨¢l es el coste salarial que suponen estas medidas. De este modo se contrarrestar¨¢n las afirmaciones de los empresarios seg¨²n las cuales los costes de las reducciones horarias pueden ir del 3,4% al 9% del salario-hora. En cualquier caso, el Gobierno deber¨ªa mostrar sus c¨¢lculos lo m¨¢s pronto posible, aunque s¨®lo fuera por su trascendencia en la negociaci¨®n salarial pendiente y para disipar cualquier duda sobre el coste de esta medida.
Por otro lado, una banda salarial con un l¨ªmite como el indicado siempre permite desviaciones, en especial en las empresas que marchan bien. En esos casos los empresarios prefieren un clima laboral distendido, y los trabajadores saben que sus reivindicaciones salariales no comprometen sus puestos de trabajo en el futuro. Si los compromisos entre empresarios y trabajadores se concentran en definir una banda salarial razonable, en un breve espacio de tiempo se habr¨¢ conseguido consolidar el clima de realismo y celeridad que est¨¢ imprimiendo el nuevo Gobierno a los aspectos m¨¢s generales y significativos de la pol¨ªtica econ¨®mica. En definitiva, una negociaci¨®n r¨¢pida en la que los trabajadores acepten las austeridades que les corresponden y en la que los empresarios apuesten por el realismo pol¨ªtico-econ¨®mico y pasen r¨¢pidamente a la acci¨®n de mejorar los vol¨²menes de empleo.
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