Asegurar el despliegue industrial, primer objetivo del Gobierno de Fran?ois Mitterrand
Las ¨²ltimas semanas de 1982, en Francia, se inscribir¨¢n en su historia bajo un t¨ªtulo que pudiera ser, "Bendita sea la sant¨ªsima empresa". Manifestaciones oficiales, presididas por el ministro de Industria. Estados generales de la patronal gala, con la asistencia de 25.000 jefes de empresa, r¨¦cord sin precedente en la historia del pa¨ªs. Despliegues de la Prensa en honor de la empresa o del desarrollo econ¨®mico. Declaraciones del presidente de la Rep¨²blica, Fran?ois Mitterrand, y del primer ministro, Pierre Mauroy, o del ministro de Econom¨ªa, Jacques Delors, en torno a la significaci¨®n determinante de la empresa.Objetivo de esta operaci¨®n: que los franceses perciban una imagen de la empresa como de algo bueno, que es necesario y, sobre todo, que hay que apoyar en beneficio del bien com¨²n. Hecho nuevo de la misma operaci¨®n: la participaci¨®n, pr¨¢cticamente cogidos de la mano, de la patronal y del Gobierno socialista, que, durante el ¨²ltimo cuarto de siglo que pas¨® en la oposici¨®n, hizo de las empresas, de los patronos y de sus beneficios, la diana a pulverizar, como base de la soluci¨®n al paro, a la inflaci¨®n y las desigualdades, realmente escandalosas en un pa¨ªs rico, de la escala salarial francesa.
Ofensiva a favor de la empresa
La ofensiva patronal-Gobierno en favor de la imagen p¨²blica de la empresa tiene una explicaci¨®n primera y fundamental. En Francia, hist¨®ricamente, ganar dinero ha sido sospechoso. La t¨¦cnica, la industria, el materialismo en suma, y m¨¢s que nadie los banqueros, pertenecen a un universo de explotadores que el inconsciente colectivo galo ha rechazado. No hace tanto a¨²n, un hombre considerado por la izquierda francesa como su referencia de lucidez, Pierre Mend¨¨s France, batall¨® sin escr¨²pulos contra la creaci¨®n del mercantil Mercado Com¨²n.
Adem¨¢s, la radicalizaci¨®n ideol¨®gica de este pa¨ªs entre la derecha y la izquierda ha perpetuado el alma anticultural del dinero. Y la patronal gala, asoci¨¢ndose al r¨¦gimen fascista de Vichy durante la ¨²ltima contienda mundial, no arregl¨® las cosas. Un miembro de la c¨¦lebre familia Rothschild, el bar¨®n Guy, condens¨® en una frase ya hist¨®rica esta alergia francesa a la innoble cultura del dinero y de la t¨¦cnica: "A los franceses les gusta el dinero, pero detestan el dinero de los dem¨¢s".
Curiosamente, la confrontaci¨®n entre los enemigos del dinero y del provecho y los que no piensan m¨¢s que en eso (socialistas contra patronos) est¨¢ propiciando la evoluci¨®n de la sociedad francesa hacia el campo de los pa¨ªses en los que el pecado es fracasar y no triunfar. D¨ªas pasados, ante una pl¨¦yade seleccionada de jefes de empresa, uno de los ministros m¨¢s importantes del Gobierno, Pierre Beregoboy, jefe de la cartera, de la Seguridad Social, reiter¨® que "para repartir hay que ganar primero, y que a la cultura la preceden los beneficios econ¨®micos".
Esta atm¨®sfera de transfiguraci¨®n de una sociedad que empieza a admitir que,. como un poema o una pintura, el mundo tecnol¨®gico industrial econ¨®mico es un elemento determinante de su cultura, es desarrollada por la Administraci¨®n socialista como base psicol¨®gica, para encarar su problema n¨²mero uno en 1983: el nuevo despliegue de su industria, asfixiado por la crisis internacional y por su equivocada gesti¨®n inicial y, adem¨¢s, en el sector nacionalizado, desorientado a¨²n, social, financiera y estrat¨¦gicamente.
La crisis de la industria
La producci¨®n industrial en Francia, en 1982, ha bajado el 3,8% y su inflaci¨®n ser¨¢ del 1,0%, aproximadamente. Estados Unidos ha perdido m¨¢s del 8% de su producci¨®n industrial y la Rep¨²blica Federal de Alemania m¨¢s del 5%, pero en estos dos pa¨ªses la inflaci¨®n es del 5,2% y del 4,9%, respectivamente. Inglaterra y Jap¨®n son los dos ¨²nicos pa¨ªses occidentales en los que la producci¨®n industrial ha aumentado ligeramente en el a?o que acaba y sus inflaciones son del6,8% y 3,2%, respectivamente. Esta escueta sinopsis evidencia las dificultades serias de la industria francesa frente a sus competidores, todos en crisis tambi¨¦n, pero mejor armados econ¨®micamente, y sin la problem¨¢tica que ha creado en Francia el cambio de estructuras coyunturales y estrat¨¦gicas que realiz¨® el socialismo a la francesa desde mayo de 1981.
El hecho internacional es, en efecto, la crisis general de la industria, lo que relega brutalmente a quien no es competitivo. Por ello, el aspecto grave de la crisis industrial francesa radica en la p¨¦rdida constante de mercados, quiz¨¢ irrecuperables. Su recesi¨®n en este sector clave se debe al factor de la crisis multinacional y, sobre todo, a los efectos perversos que ocasionaron en un primer tiempo la estrategia economicosocial del Gobierno socialista, fundada en la reactivaci¨®n y los cambios estructurales, es decir, las nacionalizaciones, primordialmente.
El coste de las reformas sociales
Las reformas sociales, en primer lugar; la reducci¨®n del tiempo de trabajo (de 40 a 39 horas, pagadas estas ¨²ltimas como 40), el aumento de las cotizaciones sociales, la quinta semana de vacaciones pagadas y, durante los ¨²ltimos meses, el bloqueo de precios han supuesto para las empresas privadas 100.000 millones de francos de gastos suplementarios en un a?o, hecho que argumentan como la raz¨®n esencial de su debilidad inversora. Por a?adidura, la reducci¨®n de una hora de trabajo no ha creado empleos como se esperaba y, por ello, el Gobierno, aunque afirma que sigue creyendo en el reparto del trabajo como medio para solucionar el paro, ha frenado en seco su acci¨®n en tal sentido. Y en contra de lo programado, si hubiese nuevos recortes del horario laboral, ser¨ªa acompa?ado de reducciones proporcionales de sueldo.
Reformas estrat¨¦gicas. Es decir, las nacionalizaciones en el caso m¨¢s espec¨ªficamente industrial: los cinco grupos que los socialistas concluyeron que deb¨ªan, seg¨²n sus c¨¢lculos, convertirse en la vanguardia de la tercera revoluci¨®n industrial francesa y paralelamente movilizar¨ªan al resto de la industria. A?o y medio despu¨¦s, estas empresas, modelo social y econ¨®micamente, son a¨²n un enjambre de problemas.
El clima de desmoralizaci¨®n o de descontento que cunde en todo el mundo laboral y, sobre todo, en el de izquierda, es m¨¢s acentuado en el sector nacionalizado. Para los trabajadores, la izquierda en el poder representa mejora de vida, pero la p¨¦rdida del poder adquisitivo es la perspectiva m¨¢s general. La virtud m¨¢s apreciada de las nacionalizaciones por los empleados de las empresa! p¨²blicas era la seguridad de que nunca ser¨ªan licenciados, pero ha hecho falta pocos meses para que la realidad se imponga.
Se calcula que 40.000 empleos deben ser suprimidos si se quiere primar la competitividad, y esto sin contar con la p¨¦rdida de eficacia que ha supuesto en ese sector "la burocratizaci¨®n, la incoherencia y las dudas sobre los objetivos que a¨²n persisten", escribe. Roger Priouret, experto prosocialista, y sin contar igualmente los despidos ya efectuados de m¨¢s de 3.000 personas en Rh?ne Poulenc y Thomson.
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