El extraterrestre
Le he comprado a Elenita Paredes, hija de un gran m¨¦dico amigo, el mu?eco del Extraterrestre de la peli, que de momento viene muy rudimentario y como a troquel: el consumismo va graduando sus productos y los mejora progresivamente, para seguir vendiendo: es lo que me pasa a m¨ª con las m¨¢quinas Philips de cabezas flotantes, de afeitar, que en. seguida hay otra mejor en el mercado.Y me la compro, claro porque, soy un vicioso de la Philips. Me dicen ni?os y grandes (qu¨¦ gran relato Ni?o y grande, de Gabriel Mir¨®, tan olvidado por los realistas pseudoclarinianos) que han llorado viendo el filme El extraterrestre. Siempre he pensado que la literatura del futuro, de Orwell a Bradbury, pasando por Huxley, no trata sino del pasado. Ese extraterrestre desvalido y feo, superdotado y tierno, no es sino la met¨¢fora espacial de los miles de ni?os que mueren de hambre o hidropes¨ªa diariamente, en la India y todo el Oriente. Siempre damos grandes rodeos para encontrarnos con nosotros mismos.
Los ni?os pobres y navide?os de Dickens no eran m¨¢s que una traducci¨®n de los ni?os espa?oles hambrientos, chatos de impaciencia contra los cristales de los grandes restaurantes. En ¨¦sta columna, a veces, por necesidades del ajuste, me meten debajo un anuncio de la Unicef, Pienso que el anuncio sirve como ilustraci¨®n involuntaria de lo que de mejor hay en mi columna, detectado por Mart¨ªn Prieto y que le agradezco m¨¢s que cualquier elogio literario: solidaridad. Y no es que uno vaya a ser el Lech Walesa de este peri¨®dico, sino que, para m¨ª, los ni?os son las focas de Brigitte Bardot, y todo el ternurismo de El extraterrestre, tan taquillero, no es sino expresi¨®n de la mala conciencia planetaria, que por no enternecerse directamente con un ni?o de Biafra, descarga su sentimentalidad y su culpa en un extraterrestre infantiloide y desgraciado.
Puedo comprender que haya pa¨ªses adultos y marginados por el trapicheo pol¨ªtico. No puedo comprender que las grandes potencias dejen morir a los ni?os de hambre, por miles, por millones, diariamente. Los ni?os no hacen pol¨ªtica. (V¨¦ase al respecto un convulso texto de Cort¨¢zar en La vuelta al d¨ªa en 80 mundos, sobre los ni?os de la India.) Joan B¨¢ez cantaba a los ni?os de Biafra, pero la B¨¢ez, por esas cosas del mundo del disco, se ha pasado de moda. El hambre y la muerte de mis adorados extraterrestres de India y Biafra dependen de la moda discogr¨¢fica. Como por navidades parece obligado contarles a los lectores un cuento de Navidad (felices tiempos del costumbrismo literario, estudiado por Francisco Rico en su tomo del romanticismo/naturalismo), y este matutino/manchego va de europeo y no acepta eso, yo les planteo a ustedes la met¨¢fora del Extraterrestre cinematogr¨¢fico, que no es sino la sublimaci¨®n y el distanciamiento, mediante la' ciencia/ficci¨®n, de la suerte que corren los seres d¨¦biles y menesterosos en este planeta cruento. El extraterrestre es un Dickens gal¨¢ctico, distanciado, porque ni el se?or Reagan ni el p¨²blico en general habr¨ªan podido soportar la acusaci¨®n. directa y eficaz del hambre infantil, de la muerte inocente que decora esta cultura finisecular y pretenciosa que ha conquistado ya la Luna.
Cuando USA/URSS re¨²nan fondos, entre ambos, para acercar un caldillo caliente a un ni?o de Biafra, creeremos que la carrera de la paz ha comenzado, y no la de la guerra. Ramonc¨ªn se va a cantar a Venezuela y comienza una columna period¨ªstica. No a todos los ni?os suburbiales (suburbios del mundo) se les puede exigir la marcha de Ramonc¨ªn para salvarse del hambre.
No soportamos el testimonio directo de nuestra crueldad, pero cuando nos la sirven metaforizada en un extraterrestre, incluso la consumimos fruitivamente, morbosamente. Esto explica las colas, las l¨¢grimas en torno a E. T. Y la reventa.
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