La gasolina y los precios de la energ¨ªa ,
La comodidad en su recaudaci¨®n y la escasa incidencia de un alza de precio en la cantidad demandada, explican que en casi todos los pa¨ªses industriales el precio de la gasolina incluya un componente elevado de fiscalidad. Y Espa?a ha sido una excepci¨®n. El precio de la gasolina aqu¨ª ha sido siempre uno de los m¨¢s altos de Europa, a pesar de la diferencia de renta por persona que nos separa de la mayor¨ªa de estos pa¨ªses.As¨ª, pues, los productos petrol¨ªferos en general, y la gasolina especialmente, soportan una fiscalidad importante en los pa¨ªses industriales. Sin embargo, en Espa?a, a pesar del alto precio de la gasolina, la fiscalidad media es proporcionalmente mucho m¨¢s reducida para el conjunto de los productos petrol¨ªferos. Esto se debe a que los productos petrol¨ªferos se administran bajo r¨¦gimen de monopolio de Estado y, en definitiva, la llamada "renta (fiscal) del petr¨®leo" es el saldo resultante de compensar los productos que arrojan p¨¦rdidas con aqu¨¦llos otros que aportan altos excedentes de venta.
Hay dos razones principales que explican la baja fiscalidad media de nuestros productos petrol¨ªferos:
1. Una tradicional pol¨ªtica de bajos precios a determinados usos: gases licuados del petr¨®leo (GLP) para usos dom¨¦sticos, gas¨®leos para el transporte y fuel-oil para usos industriales y para la producci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica, principalmente.
2. Una participaci¨®n muy elevada de los productos pesados (fuel-oil) en el consumo total, productos que tienen los precios unitarios m¨¢s reducidos y, adem¨¢s de estar pr¨¢cticamente exentos de fiscalidad, son incluso subvencionad9s con cargo a los ingresos de los otros productos petrol¨ªferos.
De aqu¨ª que se pueda afirmar incluso con cifras exactas que, tradicionalmente, los altos precios de la gasolina han tenido que hacer frente a una considerable fiscalidad residual despu¨¦s de haber subvencionado a los gases licuados del petr¨®leo para consumo dom¨¦stico, a los hidrocarburos utilizados en la industria y en la producci¨®n de electricidad, y permitir una baja fiscalidad a los carburantes utilizados en el transporte.
Criterio dual
Hay que decir que este criterio de utilizar los precios de determinados usos de la energ¨ªa como elemento de redistribuci¨®n de sus costes no es exclusivo de los derivados del petr¨®leo. El precio medio de la energ¨ªa el¨¦ctrica para usos industriales, suministrada en alta tensi¨®n, es menos de la mitad que el de la electricidad destinada a los abonados dom¨¦sticos y a usos comerciales, en baja tensi¨®n. Las denominadas tarifas el¨¦ctricas "especiales" (usos industriales con elevado consumo el¨¦ctrico), actualmente vigentes, establecen un precio de kilovatio/ hora que no cubre la mitad del coste del fuel-oil utilizado para producirlo y, en consecuencia, los restantes usuarios tienen que aportar la diferencia -como veremos- para equilibrar los costes e ingresos totales de las compa?¨ªas suministradoras de esta electricidad para abonados "especiales".
Las propias tarifas el¨¦ctricas incluyen una costosa carga redistributiva, ya que el 6,45% de la facturaci¨®n el¨¦ctrica se utiliza como fondo de compensaci¨®n de distintas actividades parael¨¦ctricas. En 1981, el importe de esta compensaci¨®n excedi¨® los 33.000 millones de pesetas, de los que a consumo de carb¨®n se destinaron 4.600 millones; al almacenamiento de carb¨®n, 5.000 millones; al consumo de gas natural, 4.000 millones; para los suministros el¨¦ctricos "especiales", 6.300 millones; los suministros a las islas y a Ceuta y Melilla, 9.100 millones, y la financiaci¨®n del stock de uranio, 4.400 millones.
As¨ª pues, en las decisiones de la Administraci¨®n a la hora de fijar los precios de la energ¨ªa en Espa?a se ha seguido tradicionalmente un criterio dual de altos precios en la energ¨ªa para determinados usos dom¨¦sticos o personales y bajos precios para la energ¨ªa con destino industrial.
La reciente elevaci¨®n de los precios de "la gasolina" reincide, de hecho, sobre la anterior estructura, ya que, aproximadamente, traslada a todos los precios de los derivados del petr¨®leo un alza proporcional de algo m¨¢s del 20% y, en consecuencia, se ampl¨ªa la diferencia absoluta entre los distintos precios de los productos petrol¨ªferos. Su repercusi¨®n se ve con mayor precisi¨®n si consideramos el alza en promedio por tonelada de cada grupo de productos.
Mayor fiscalidad
El aumento medio por tonelada de los cuatro grupos de productos ascendi¨®, por tanto, a casi 9.000 pesetas/ tonelada (ver cuadro n¨²mero 1). Se observa una gran dispersi¨®n entre los distintos valores de la elevaci¨®n desde las 19.962. pesetas por tonelada para las gasolinas (es decir, casi veinte pesetas por kilogramo, equivalente a las quince pesetas por litro de elevaci¨®n), hasta 4.633 pesetas/ tonelada para los fuel-oil; es decir, m¨¢s de cuatro veces es la relaci¨®n entre los precios de estos dos productos. Como consecuencia de esta relaci¨®n de precios, las gasolinas, que s¨®lamente suponen el 16,5% del total de este grupo de productos, contribuyen con el 37,8% del incremento de la facturaci¨®n total.
Parece claro que el crecimiento de los ingresos con los nuevos pre cios excede ampliamente al aumento de coste del crudo en origen. En la anterior subida de precios, en julio de 1981, el precio del barril era de 36 d¨®lares y el cambio en aquellos momentos era 97 pesetas por d¨®lar. Si actualmente se considera un precio de 32 d¨®lares/ barril y un cambio de 129 pesetas/ d¨®lar, los 7,36 barriles por tonelada arrojan un coste actual de 30.382 pesetas por tonelada frente a las 25.701 pesetas en julio de
1981. Es decir, el aumento de coste en origen no llega a las 5.000 pe setas por tonelada, lo que parece indicar una fiscalidad adicional de unas 4.000 pesetas por tonelada compuesta de crudo y que para los 31 millones de toneladas -siempre que se mantenga ese mismo consumo- supondr¨ªa 120.000 millones de incremento de recaudaci¨®n. De esta cantidad, obviamente, habr¨ªa que reducir el incremento de coste de refino y de distribuci¨®n de los productos refinados, as¨ª como el descenso de ingresos fiscales en los ¨²ltimos meses como consecuencia de la revalorizaci¨®n del d¨®lar sin el correspondiente reflejo en el precio interior de los productos petrol¨ªferos. No obstante, hay que decir que el alza de precios de julio de 1981 permit¨ªa un margen de maniobra para esta eventualidad.
Precios y pol¨ªtica energ¨¦tica
En el cuadro n¨²mero 2 he tratado de recoger la importancia, en t¨¦rminos cuantitativos, de la elevaci¨®n de los precios de los principales productos petrol¨ªferos. En total se incluyen 31,7 millones de toneladas correspondientes a los derivados del petr¨®leo m¨¢s significados, cantidad en la que no est¨¢n incluidos los consumos de las zonas no sometidas al monopolio, ni los aprovisionamientos de buques, lubricantes, asfaltos, etc¨¦tera.
La primera observaci¨®n de este cuadro es la elevada cifra global de aumento de facturaci¨®n con los nuevos precios, 284 miles de millones de pesetas, cifra que tendr¨¢, sin duda, una importante incidencia en las grandes magnitudes econ¨®micas y la primera en la renta disponible de las econom¨ªas dom¨¦sticas. Del total aumento de facturaci¨®n, 284.000 millones de pesetas, 156.000 (el 55% repercutir¨¢n directamente sobre el gasto personal (gasolinas,. gases y fuel oil para calefacciones). Esta cifra supone el 1,2% de la renta disponi ble de las econom¨ªas dom¨¦sticas en 1981.
Si consideramos que todo este importe se traslada al ahorro de las econom¨ªas dom¨¦sticas, este aumento supone el 17% del ahorro de las econom¨ªas dom¨¦sticas en 1981.
Est¨¢ claro que el Bolet¨ªn Oficial del Estado no es el instrumento m¨¢s adecuado para reflejar cuanto est¨¢ sucediendo en el mercado del petr¨®leo. Es dif¨ªcil entender c¨®mo puede variar hasta un 30% la panidad de la divisa en que se contratan los crudos, sin que se refleje este hecho en los precios internos. Hay que pensar que o bien alguien estaba perdiendo mucho dinero o bien los precios fueron sobrestim¨¢dos, pues en otro caso no tiene explicaci¨®n c¨®mo ha transcurrido a?o y medio sin modificarlos.
Adem¨¢s, este sistema de elevaci¨®n brusca y espaciada de los precios polariza en un cierto per¨ªodo de tiempo una inmediata tensi¨®n de otros numerosos precios -tarifas el¨¦ctricas, transportes, fertilizantes, etc¨¦tera- que crean un clima desfavorable para una ordenada repercusi¨®n de costes en precios.
Este procedimiento origina una tensi¨®n reivindicativa, dada su incidencia en determinados gastos personales como la gasolina, que estimula los procesos acumulativos de alzas de precios, incluso, como va a suceder en enero, en las negociaciones salariales.
Ser¨ªa conveniente fijar un calendario de precios de la energ¨ªa, de tal manera que trimestral o, al m¨¢ximo, semestralmente, se modificasen de acuerdo con los costes y fiscalidad estimados para evitar estas "convulsiones" que toda variaci¨®n de precios supone. De esta forma se evitar¨ªan los "momentos pol¨ªticos" que desplazan a los momentos econ¨®micos", cuyos calendarios son mucho m¨¢s rigurosos.
Pero no s¨®lamente se utilizan las modificaciones de precios seg¨²n el calendario pol¨ªtico, sino que, asimismo, los precios de las distintas energ¨ªas asumen valores que, a menudo, son contrarios a su rentabilidad econ¨®mica. Por eso, creo que la actual elevaci¨®n de los precios sigue los viejos usos incoherentes entre s¨ª, e incompatibles con los objetivos previamente determinados por la pol¨ªtica. energ¨¦tica.
En este sentido, y puesto que nadie me lo impide, dar¨ªa tres consejos: uno de contenido general, dos de alcance concreto.
En primer lugar es preciso adoptar un criterio claro de precios altos de la energ¨ªa en todas sus variantes y para todos sus usos. Acordada una determinada fiscalidad, ¨¦sta no debe gravitar exclusivamente sobre determinados productos o usos de la energ¨ªa.
Es precisa una reducci¨®n de la intensidad de consumo de energ¨ªa en todas sus aplicaciones y esto s¨®lamente es posible sobre la base de precios altos. De aqu¨ª que, elevaciones de precios como las actuales, en las que los productos de mayor consumo no absorben ni el aumento de los costes en origen, no conducir¨¢n a ning¨²n ahorro energ¨¦tico. La decisi¨®n matenida durante a?os de subvencionar los GLP (butano y propano) (9.000 millones de pesetas en 1981), porque se destinaban a usuarios de baja renta, ha conducido a una mala utilizaci¨®n de esta energ¨ªa en competencia con otras que no tienen tal alto coste de reparto en grandes ciudades.
Los gas¨®leos deben incorporar una mayor fiscalidad. Por una doble raz¨®n: en cuanto al gas¨®leo A para transporte, porque el impuesto debe asumir un concepto de irnpuesto final para el mantenimierito de la infraestructura viaria, al tiempo que se trasvasar¨ªa carga al ferrocarril cuyo d¨¦ficit empieza a ser insostenible. Como comparaci¨®n se puede citar que el gal¨®leo de automoci¨®n es actualmente veinte pesetas en litro m¨¢s caro en la Rep¨²blica Federal de Alemania, trece pesetas en Francia, ocho en B¨¦lgica y s¨®lo en Italia el precio es igual al nuestro.
Por ¨²ltimo, unos precios m¨¢s altos del fuel-oil -el hidrocarburo con mayor consumo- forzar¨ªan la conservaci¨®n de energ¨ªa en la Industria -que no ha existido en diez a?os de crisis- y permitir¨ªan que el gas natural, actualmerite con p¨¦rdidas de 9.000 millones de pesetas anuales, compitiese con el fuel-oil en algunos usos de ¨¦ste.
Tarifas el¨¦ctricas
Sin duda, la herencia de problemas urgentes ha condicionado la decisi¨®n del "20% para todos" en el caso de la reciente elevaci¨®n de los hidrocarburos. La pr¨®xima subida de los precios de la electricidad creo que deber¨ªa tener en cuenta, previa deliberaci¨®n entre todos los "notables", tres aspectos:
- La modificaci¨®n de la estructura de los precios de la electricidad en alta tensi¨®n e industrial de manera que, por lo menos, se equilibren con sus costes de producci¨®n.
- La r¨¢pida supresi¨®n de la compensaci¨®n de actividades y consumos a trav¨¦s del recargo OFICO: A la subvenci¨®n al consumo de carb¨®n -hoy m¨¢s barato que el fuel-oil- y a su almacer¨ªamiento, que puede suponer una subvenci¨®n indirecta a la importaci¨®n. A las industrias de alto consumo y a la electricidad suministrada a las islas que, no se entiende por qu¨¦, est¨¢n subvencionadas en un consumo que en parte se hace por extranjeros.
- Por ¨²ltimo, la inclusi¨®n de la carga financiera total de las empresas el¨¦ctricas como un elemerito del coste en tarifas que permita una mayor autofinanciaci¨®n, porque, si no se hace as¨ª, el Ministe?o de Industria y Energ¨ªa tendr¨¢ en breve que ampliar su secci¨®n de reconversiones industriales a un sector que ha duplicado su inversi¨®n en curso entre 1978 y 1980 (de 481 a 951 miles de millones de pesetas), cuya suma ha sido financiada con endeudamiento (492 millones m¨¢s en 1980 que en 1978) tiene un riesgo financiero importante, que es preciso aminorar a trav¨¦s de una refinanciaci¨®n interna.
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