Dos grupos de ochenta personas, primeros 'turistas' del Liceo
El teatro del Liceo abri¨® ayer sus puertas para una visita a las instalaciones. El p¨²blico entr¨® en dos tandas de ochenta personas. Una m¨ªnima parte eran turistas ilustrados. Otro peque?o sector de p¨²blico estaba formado por lice¨ªstas habituales. Estos salieron muy frustados de la visita, porque s¨®lo vieron lo que ya conoc¨ªan. Quienes s¨ª aprovecharon la oportunidad fueron las personas que jam¨¢s hab¨ªan pisado el local.
A las once, en el interior del Liceo se ultimaban los preparativos. El precio es de 75 pesetas, la tarifa de los museos municipales. Adelita Rocha ha sido la encargada de la organizaci¨®n y Cristina Montserrat es la cicerone del trayecto, que dura una media hora. El primer grupo de visitantes entr¨® a las once y media. En el vest¨ªbulo, presididos por la Musa de la M¨²sica estatua que sustituy¨® al busto de Isabel II cuando unos revoltosos, en 1868, lo echaron al mar, empez¨® el recorrido con un sucinto recordatorio a la historia arquitect¨®nica del Liceo, construido gracias a las aportaciones de particulares que se convirtieron en propietarios de la sala, con derecho vitalicio a butaca o palco.La primera comitiva subi¨®, luego, al sal¨®n de los Espejos de decoraci¨®n renacentista que fue reconstruido tras la guerra civil. Apolo en el Parnaso contemplaba imp¨¢vido esta nueva concurrencia a horas inhabituales. Tras echar una ojeada en los antepalcos, decorados al gusto de sus propietarios, y repasar las l¨¢pidas del pasillo, se lleg¨® a la platea, estaci¨®n t¨¦rmino del trayecto. All¨ª, Montserrat explic¨® las matem¨¢ticas del edificio: una platea de 670 metros cuadrados; 592 butacas; sala sin columnas; cabida para tres mil espectadores; 15.94 metros de boca de escenario... Luego vino la cronolog¨ªa catastr¨®fica: el incendio de 1861, la bomba de 1893... La visita termin¨® alz¨¢ndose el tel¨®n entre los aplausos de los visitantes. Estos no pueden entrar en las salas de? C¨ªrculo del Liceo.
Tampoco se visita el Conservatorio ni las bambalinas. "Eso no se hace en ning¨²n teatro europeo", coment¨® Montserrat. Esta visita fue valorada de muy distinta manera. Para los que iban normalmente a los estrenos de la casa, la visita era redundante. Para los ciudadanos que jam¨¢s se hab¨ªan atrevido a pisar el Liceo, para quienes este teatro es, todav¨ªa, un nido art¨ªstico de lujo, la gira sirvi¨® para desacralizar el recinto.
Babelia
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