El aborto legal y el clandestino
La realidad es que un gran n¨²mero de embarazos son fruto de la ignorancia, la inexperiencia o la falta de una contracepci¨®n adecuada, y condicionan o pueden condicionar fuertemente el derecho de la mujer a su salud y/o felicidad, y son vividos con una actitud de fuerte rechazo por parte de la gestante. Esta realidad conduce a la b¨²squeda, "de la forma que sea", de una interrupci¨®n del embarazo.Estas son las circunstancias que conducen al aborto, y ante ellas, o bien se pone el problema en las manos profesionalmente adecuadas y con las atenciones sanitarias debidas, o se le deja en manos inexpertas, en manos de negociantes del sufrimiento ajeno, con los riesgos que conlleva.
La regulaci¨®n legal del aborto disminuye fuertemente la mortalidad materna. La actitud contrapuesta de los Gobiernos rumano e ingl¨¦s lo ilustra con claridad. En el a?o 1966, el Gobierno de Rumania restringe fuertemente la disponibilidad de servicios de interrupci¨®n del embarazo y, un a?o m¨¢s tarde, la ley inglesa (Abortion Act, 1967) liberaliza la situaci¨®n en su pa¨ªs.
La mortalidad materna por aborto en 1971 cae a la mitad en Inglaterra, mientras que en Rumania se multiplica por cuatro.
La mortalidad materna por 100.000 nacimientos atribuida al aborto era en dicho a?o veinticinco veces mayor en Rumania
Riesgos m¨¦dicos
En Inglaterra la ley de 1967 no pareci¨® influir en el suave descenso de la natalidad, perceptible con anterioridad a la ley. Este descenso es un fen¨®meno general en todos los pa¨ªses europeos, tambi¨¦n en el nuestro, donde, hasta el momento, no ha habido ni indicios de una legalizaci¨®n del aborto.
La ca¨ªda de la natalidad en Europa obedece a causas complejas, ajenas a la limitaci¨®n de este art¨ªculo. Aunque de manera individual el aborto significar¨ªa la interrupci¨®n de la posibilidad de una nueva vida, en una visi¨®n global no parece que su situaci¨®n legal influya en las cifras de natalidad, de la posibilidad de nuevas vidas, por tanto, dentro de una determinada sociedad.
Los riesgos sanitarios del aborto legal son pr¨¢cticamente inexistentes. Los datos del Reino Unido, Hungr¨ªa y otros pa¨ªses muestran que la aspiraci¨®n o el legrado durante el primer trimes tre de embarazo entra?an un riesgo de mortalidad de alrededor de dos por 100.000 procedimientos, muy semejante al riesgo anual de la p¨ªldora anticonceptiva.
Si comparamos el riesgo de la p¨ªldora con otros eventos de la vida cotidiana que aceptamos sin preocupaci¨®n, ¨¦ste es tan escaso como Potts y Swyer (1970) se?alan. "Por t¨¦rmino medio, cada conductor de autom¨®vil ser¨¢ in gresado en el hospital una vez cada veinte a?os como resultado de un accidente por carretera, pero una mujer que usara con traceptivos orales por espacio de 2.000 a?os tendr¨ªa una posibilidad similar de ingresar en el hos pital afecta de un episodio tromb¨®tico. Si se comparan las cajas de cigarrillos y las p¨ªldoras contraceptivas orales y sus respectivas tasas de mortalidad, una p¨ªldora contraceptiva es tan peligrosa como fumar un tercio de un cigarrillo una vez al d¨ªa por espacio de tres semanas de cada cuatro".
A¨²n m¨¢s, como afirman con un modelo matem¨¢tico los ginec¨®logos americanos Tietze y Dawson (1973): "En t¨¦rminos de riesgo de vida, el procedimiento m¨¢s seguro (en cuanto a mortalidad materna) para regular la fertilidad ser¨ªa el uso de contracepci¨®n de barrera (preservativo, diafragma o espermicida), junto con la aspiraci¨®n temprana del contenido intrauterino, en un medio sanitario, en caso de fallo contraceptivo".
Pocas dudas se pueden presentar acerca del gran beneficio que para la salud materna ofrece la regulaci¨®n legal de la interrupci¨®n del embarazo.
Sin embargo, el debate sobre el aborto se mueve frecuentemente en t¨¦rminos de ¨¦tica o moral que, conscientemente, no he abordado, pero que no me resisto a tocar muy brevemente.
A mi modo de ver, el problema del aborto supone una definici¨®n entre dos derechos en conflicto: el derecho del embri¨®n a continuar su desarrollo en el claustro materno y el derecho de la mujer a su libertad, a su felicidad y a una maternidad, libre y voluntaria. Hay que optar. Yo he decidido a favor de la mujer.
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