Homenaje a Brahms en los conciertos de Barenboim
Tras Barcelona, la Orquesta de Par¨ªs, en Madrid
El primer concierto de Daniel Barenhoim en Barcelona constituy¨® un aut¨¦ntico homenaje a Brahms. Ayer por la noche, al frente de la Orquesta de Par¨ªs, se despidi¨® del p¨²blico barcelon¨¦s. Los pr¨®ximos d¨ªas 12 y 13 de enero, la misma formaci¨®n, con el mismo programa, estar¨¢ en el Teatro Real de Madrid.
Cualquier ocasi¨®n es propicia para organizar una conmemoraci¨®n. En este a?o reci¨¦n estrenado se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Brahms, por lo cual, aqu¨ª y en todo el mundo occidental, el nombre de Brahms (y el de Wagner con motivo del centenario de su muerte) figurar¨¢n en un lugar preferente en las carteleras musicales, conciertos y ¨®pera.
Sinfonismo al l¨ªmite
Brahms, considerado continuador del testamento espiritual de Beethoven, lleva el sinfonismo al l¨ªmite de la perfecci¨®n gracias al equilibrio entre su singular potencial expresivo y el recio y original r¨¦gimen formal que lo contiene. Con la riqueza imaginativa desplegada en el desarrollo tem¨¢tico, se opera el raro milagro de que, emoci¨®n e inspiraci¨®n, sujetas al control de la inteligencia (o, si se prefiere, del c¨¢lculo), adquieren una peculiar intensidad, sin que ello afecte a la radical esencia de su idea musical. En el inicial concierto de los de la Orquesta de Par¨ªs, con las dos primeras sinfon¨ªas del compositor, Daniel Barenboim ofreci¨® unas brillantes versiones de estas p¨¢ginas, en las que puso en su adecuado relieve el caudal de m¨²sica aprisionado en sus compases. El t¨¦rmino brillante no ha surgido al azar. Descontado el alto nivel t¨¦cnico y, por ende, interpretativo de la orquesta, en sus ejecuciones la natural grandeza sinf¨®nica de Brahms se troca en ampulosidad y, por tanto, el citado brillo expositivo, sin ocultar su real musicalidad, deslumbra transitoriamente con su efectismo, mermando la hondura de su entidad comunicativa.
Tono cordial
Las versiones ofrecidas parecen haber sido pensadas (casi dir¨ªa calculadas) para un p¨²blico musical, pero no para una audiencia de m¨²sicos. Debe admitirse, no obstante, que aunque este elemento adjetivo (el resplandor) priv¨® sobre el sustantivo, es evidente que Barenboim ofreci¨® realmente m¨²sica. En este aspecto, anotamos el tono cordial de su interpretaci¨®n de la Primera Sinfon¨ªa, y en particular al car¨¢cter anhelante que confiri¨® a su ¨²ltimo tiempo, que, una vez m¨¢s, acreditan su ¨®ptima condici¨®n.
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