En el umbral de la mediocridad
Durante algunos a?os el anticatalanismo no estuvo de moda. En la euforia de la recuperaci¨®n democr¨¢tica se arrinconaron viejos, mitos y recelos, y la comprensi¨®n ante lo que ha venido en denominarse el hecho catal¨¢n se convirti¨® en una especie de s¨ªmbolo de los nuevos tiempos. Libertad, democracia, autonom¨ªa eran los valores que se conjugaban al un¨ªsono, y Catalu?a ven¨ªa, en cierto modo, a ejemplarizar su perfecta compatibilidad.No obstante, las cosas han evolucionado. De los planteamientos filos¨®ficos y de principio hemos pasado a las concreciones pr¨¢cticas, y en este terreno las cosas nunca son tan sencillas. Han resurgido viejos recelos, se han planteado problemas, se ha avanzado con dificultad e incluso, en ocasiones, se ha retrocedido injustamente. No quiero ahora profundizar en estas cuestiones, no es el momento; ni quisiera contribuir a cultivar la leyenda del masoquismo catal¨¢n, aquella que quiere presentarnos como unos constantes denunciadores de agravios inexistentes para justificar con ello nuestra propia incompetencia.
Pero tan falso como esta leyenda es cierto que muchos de los que se vieron obligados a subirse al carro del viva Catalu?a se sienten hoy aligerados al poder volver por sus fueros, los aut¨¦nticos, y dar rienda suelta a sus ataques y cr¨ªticas de siempre. Sienten como un cierto alivio al poder decirse a s¨ª mismos: puedo Aparentar ser progre y anticatal¨¢n a la vez. ?Qu¨¦ maravilla! ?Qu¨¦ tristeza!, dir¨ªa yo.
En esta l¨ªnea, la figura de Jordi Pujol ha pasado al primer plano de la actualidad. En la medida en que su trayectoria pol¨ªtica y su actual funci¨®n de presidente de la Generalitat le convert¨ªan en un cierto exponente de aquel catalanismo tan recelado, el ataque a su persona es un buen y eficaz primer paso para recuperar la l¨ªnea cr¨ªtica ante el fen¨®meno catalanista. Por otra parte, si el ataque es personal, tanto mejor; obliga a profundizar menos; permite una mayor vulgaridad en homenaje a la mediocridad. Ya no es necesario decir ni el porqu¨¦ ni en qu¨¦ consiste la cr¨ªtica; hay que hundir al personaje desde el exabrupto, la groser¨ªa, la mezquindad, o la mentira. Todo vale. Y, adem¨¢s, incluso, puede hacerse en t¨¦rminos tan ocurrentes que pueda divertirse al personal. ?Qu¨¦ m¨¢s puede pedirse?
Se trata de denunciar su mala imagen, que su gesti¨®n es pobre, que sus pretendidos intereses bancarios han condicionado su pol¨ªtica, que le falta imaginaci¨®n o energ¨ªa, que pretende seguir viviendo de sus rentas carcelarias. ?Cu¨¢n f¨¢cil ser¨ªa responder a todo ello! ?Vale la pena? Creo que no, por cuanto no se pretende aclarar nada; lo que se quiere es confundir. Pero, a pesar de ello, nadie olvida que Jordi Pujol es presidente de la Generalitat porque lo quiso la voluntad popular, y que si alguna decepci¨®n provoc¨® su nombramiento lo fue, obviamente, en el campo socialista y no en el de la ecolog¨ªa, como alg¨²n comentarista invocaba recientemente (sic).
Que nadie olvide que las rentas carcelarias de Jordi Pujol son muchos los catalanes que las recuerdan como propias, porque su nom.bre va indisolublemente asociado a una etapa de la lucha por la libertad en Catalu?a. Minimizar esto es tanto como minimizarnos a todos. Y que nadie olvide que las dificultades de Banca Catalana no son un motivo de alegr¨ªa en Catalu?a para nadie: unos han perdido en ello sus ahorros; otros, una ilusi¨®n colectiva que se resisten a archivar. Pero todos, unos y otros, desde su sacrificio, no caen en la tentaci¨®n de acusaciones f¨¢ciles pero que saben falsas. Es curioso que muestren m¨¢s coraje en esta funci¨®n los que nada pierden en ello que los directamente afectados.
Queda a¨²n lo de la imaginaci¨®n. ?Qu¨¦ imaginaci¨®n? ?La imaginaci¨®n necesaria para consolidar unas instituciones auton¨®micas reci¨¦n recuperadas? Esta la ha tenido. ?La imaginaci¨®n para desarrollar una acci¨®n de gobierno eficaz? Esta ya la ha demostrado. ?La imaginaci¨®n para administrar desde la normalidad situaciones dif¨ªciles y complejas? La ha reiteradamente puesto en evidencia. ?La imaginaci¨®n y la energ¨ªa para defender la causa de la democracia y la libertad, cuando los representantes de la soberan¨ªa popular hab¨ªan sido secuestrados? La tuvoi y fueron muchos, los catalanes y no catalanes, los que con sus palabras se traquilizaron.
Que no nos ciegue la pasi¨®n. Cr¨ªtica, la que se quiera, pero nunca tan mediocre como la que es olvidadiza y cicatera.
Pero, ?qu¨¦ se persigue con esta cr¨ªtica? ?Desgastar a Jordi Pujol, a Converg¨¦ncia o a Catalu?a? Si se trata de desgastar la imagen de Pujol, se equivocan; otros lo intentaron y s¨®lo consiguieron auparle a la presidencia de la Generalitat. Si se trata de sembrar ciza?a en Converg¨¨ncia, tiempo perdido; si hay una cosa clara es que un comportamiento ¨¦tico exige incorporar nuestros posibles activos a la defensa del patrimonio colectivo del partido. Este mismo art¨ªculo es una prueba de ello; para unos, quiz¨¢ dir¨¢n que mejor me ir¨ªa de no haberlo escrito. Para m¨ª, no he perdido el tiempo pens¨¢ndolo. Lo ¨¦tico era decir que el ataque a Jordi Pujol trasciende de su persona, y, por tanto, su defensa tambi¨¦n nos corresponde a todos los que con ¨¦l compartimos una misma opci¨®n pol¨ªtica.
?Un ataque a Catalu?a? Esto s¨ª que no; no se la puede atacar desde el umbral de la mediocridad. Mediocre la cr¨ªtica; mediocres las intenciones; mediocres las realizaciones que amparan a los presuntos cr¨ªticos.
Elevemos todos el nivel del debate en beneficio del respeto que debe inspirar cualquier controversia. Que no sea en el ataque personal, a veces con ribetes barriobajqros, donde se centre un debate pol¨ªtico en profundidad. Si hay moti.vo para una cr¨ªtica, que se haga, pero sin refugiarse en el umbral de la mediocridad como pretexto para la vaguedad, la inconcreci¨®n y la abstracci¨®n acusatoria. As¨ª no se sirve a la libertad.
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