Risa de la libertad
La ¨²ltima vez que Eduardo Westerdahl vino a Madrid se tropez¨® en un restaurante con la que entonces era ministra de Cultura, Soledad Becerril. Hablaron brevemente y creo que ella le record¨® que hab¨ªa pendiente en su departamento la resoluci¨®n sobre una medalla de Bellas Artes que el cr¨ªtico fallecido se merec¨ªa. Ahora el expediente honor¨ªfico parece que sigue su curso. La vida -la muerte- ha querido que la soluci¨®n del tr¨¢mite adquiera car¨¢cter p¨®stumo. No importa: las medallas las dan la historia, los recuerdos y la vida, y Eduardo Westerdahl se las ha llevado todas.De origen sueco, pase¨® por Canarias la elegancia de cierta sabidur¨ªa socarrona; se ri¨® de la historia pasada y con sus compa?eros de generaci¨®n tach¨®, en su memorable revista, Gaceta de arte, la historia insufrible de una cultura convencional contra la que apostaron. Aglutin¨® en su torno la estructura de lo que fue la mayor sorpresa cultural de la historia reciente de Canarias. All¨ª floreci¨®, por primera vez en Espa?a, la planta del surrealismo, que no nac¨ªa s¨®lo del car¨¢cter surrealista que a las islas quiso darle Andr¨¦ Breton, sino que surgi¨® de la voluntad de explicaci¨®n intelectual de la historia, de la identidad y de los fantasmas de la imaginaci¨®n.
Fue una generaci¨®n apasionada, risue?a y creativa. Sus pilotos principales eran Domingo P¨¦rez Minik, Pedro Garc¨ªa Cabrera y Eduardo WesterdahI. El primero dec¨ªa ayer que era natural que la generaci¨®n se diezmara de modo tan grave, pero se querellaba contra la muerte porque supone el final de la risa y es la ¨²nica voz implacable que puede acabar con el sentimiento de la libertad. No eran exactamente surrealistas; eran hombres de su tiempo. Lo eran antes y lo son ahora. Por eso siguen siendo libres.
Los que no vivimos la ¨¦poca de Gaceta de arte en Canarias no podemos subrayar suficientemente la importancia que para la identidad intelectual de Canarias tuvo la presencia de aquella generaci¨®n en aquel momento. Luego se han asumido los frutos de aquella ruptura y ya se vive como si aquello hubiera sido posible porque la casualidad domina los gestos de los hombres. Aquella libertad, sin embargo, fue ganada a pulso gracias a la vitalidad de un grupo de intelectuales que se resistieron a permitir que la muerte los cercara. Estuvieron en la c¨¢rcel, sufrieron la persecuci¨®n de la censura, fueron anulados, arrinconados, pero nadie pudo acabar con un optimismo generacional que los hizo generosos y les permiti¨® olvidar.
Cuando Gaceta de arte fue reeditada en facs¨ªmil, en fecha reciente, los que no vivieron aquella aventura creyeron estar ante una historia cultural del presente; lo que preocup¨® a aquella gente, en los a?os 30, era estar en su tiempo, por eso llegaron al futuro con la misma lozan¨ªa que entonces predicaron. Hoy extra?a que se mueran, porque la suya siempre fue una lucha por la vida.
Canarias, que tantas carencias tiene y que tantas veces ha sido azotada por la pobreza y por las consecuencias de las diversas lejan¨ªas que padece, atesor¨® con la generaci¨®n que pilot¨® Eduardo Westerdahl una entra?able herencia: la herencia de la libertad intelectual y de la imaginaci¨®n, sobre, la que la guerra, las pistolas y la censura no han podido nada. Sobre la tumba de Westerdahl est¨¢ hoy la medalla de su risa, la carcajada de la libertad.
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