La modernizacion de nuestra sociedad
En los ¨²ltimos meses, pol¨ªticos y empresarios pol¨ªticamente influyentes hablan con cierta frecuencia de la modernizaci¨®n de nuestra sociedad. Al utilizar ese vocablo, al igual que otros t¨¦rminos de moda, aunque m¨¢s inteligibles entre juristas y dem¨¢s expertos (concertaci¨®n, nacionalidades, etc¨¦tera), existe el riesgo de caer en la confusi¨®n sem¨¢ntica y conceptual que ha envuelto esa noci¨®n, tan controvertida y poco comprendida en la propia literatura sociol¨®gica y de ciencia pol¨ªtica.Por lo pronto, el primer mensaje de la alocuci¨®n, "la sociedad espa?ola debe modernizarse", o bien "hay que modernizar el Ej¨¦rcito, las relaciones laborales, etc¨¦tera", es el de pensar que hay que ponerse al d¨ªa y al nivel de otros pa¨ªses europeos. Es decir, despu¨¦s de compararse con ellas, hay que imitar a otras sociedades que se encuentran en un estadio m¨¢s avanzado en el continuum que discurre desde la tradici¨®n hasta la modernidad. Pero modernidad se presupone como un conglomerado de caracter¨ªsticas-l¨ªmite de orden econ¨®mico, social, pol¨ªtico, cultural, etc¨¦tera, identificables en un determinado n¨²mero de democracias industriales urbanas occidentales. De este modo, se identifica modernizaci¨®n con occidentalizaci¨®n y, en sentido m¨¢s estricto, con europeizaci¨®n o americanizaci¨®n.
El etnocentrismo de esa ecuaci¨®n puede servir para legitimar y, hasta cierto punto, justificar el orden social occidental existente, a la vez que su dominio cultural (aparte el econ¨®mico y pol¨ªtico), sobre las llamadas sociedades en v¨ªas de desarrollo. No es por casualidad que el inter¨¦s de los soci¨®logos y cient¨ªficos pol¨ªticos, la mayor¨ªa funcionalistas de tendencia neoevolucionista, norteamericanos (por ejemplo, K. W. Deutsch, D. Lerner, S. N. Smelser, S. N. Eisentadt, M. Levy) por el tema de la modernizaci¨®n surgiera en los a?os sesenta. No es tampoco casualidad que la respuesta inmediata corriera a cargo de sus colegas latinoamericanos (G. Germani, J. Cardoso, E. Faletto, R. Stavenhagen y otros). Esa es la ¨¦poca del final del colonialismo y nacimiento de movimientos nacionalistas en muchos lugares de Africa y Asia, que se suman a las tensiones recurrentes entre pa¨ªses latinoamericanos y sus vecinos del Norte.
Lo moderno representa, para la mayor¨ªa de los hombres, una cosa buena, deseable, a, alcanzar. Para otros, no obstante, puede igualmente asociarse con la posibilidad de algo malo, a evitar, como es el caso de una guerra nuclear. En ambos casos, moderno implica una cosa nueva, puesta al d¨ªa, diferente de cualquier estado y condiciones previas. Moderno se opone tambi¨¦n a tradicional. En este sentido, se refiere a algo cualitativamente superior respecto a una situaci¨®n anterior. Desde este punto de vista, la modernizaci¨®n, como proceso de cambio social en la ¨¦poca contempor¨¢nea, sustituir¨ªa a la idea ochocentista de progreso incorporada al vocabulario de los pensadores de la ¨¦poca, herederos de la Ilustraci¨®n, de marxistas y revolucionarios.
La idea de progreso llevaba subyacente el supuesto de que el hombre tiende por naturaleza a buscar su mayor perfectibilidad y felicidad. Se presupon¨ªa tambi¨¦n que los hombres har¨ªan recto uso de las fuerzas que el incremento de conocimientos y m¨¦todos cient¨ªficos pon¨ªa a su disposici¨®n. A finales de 1940, la utilizaci¨®n de avances tecnol¨®gicos con fines destructivos rebate definitivamente estos supuestos. Las implicaciones ¨¦ticas de la idea de progreso dejan paso a criterios m¨¢s objetivos, como eficacia y racionalidad. Paulatinamente deja de mencionarse la palabra progreso para hablar de modernizaci¨®n.
El punto en com¨²n entre ambas nociones sigue siendo el papel del conocimiento cient¨ªfico. El proceso de modernizaci¨®n puede definirse ya como la aplicaci¨®n, total o parcial, de la ciencia y tecnolog¨ªa a las diversas esferas (econ¨®mica, administrativa, defensiva, educativa, cultural, etc¨¦tera) de la vida social de un Estado-naci¨®n en el contexto internacional. Pero la aplicaci¨®n, en proporciones y amplitud crecientes, de las innovaciones cient¨ªficas y tecnol¨®gicas s¨®lo tendr¨¢ efecto en una sociedad si sus miembros son receptivos a ellas. Es decir, si son asimiladas por quienes proponen o imponen (Gobierno, elites nacionales),
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por quienes implementan (profesionales, t¨¦cnicos, expertos; en suma, la intelligentsia) y por quienes aceptan (el conjunto o la mayor¨ªa de la poblaci¨®n) la modernizaci¨®n de su sociedad como objetivo. Ello comporta la formaci¨®n y educaci¨®n de la poblaci¨®n ind¨ªgena de la sociedad que quiere modernizarse. Aunque se puedan introducir desde el exterior innovaciones cient¨ªficas y tecnol¨®gicas, ¨¦stas no se traducir¨¢n en modernizaci¨®n, a menos que sean internalizadas y aplicadas por la propia poblaci¨®n ind¨ªgena y, m¨¢s operacionalmente, por su intelligentsia modernizadora. De otra forma, existe el peligro de sumirse en un neocolonialismo cient¨ªfico, tecnol¨®gico y cultural. La educaci¨®n en sentido amplio, aunque menos omn¨ªmodo que el concepto de cultura, Incluye aspectos como la educaci¨®n completa, profilaxis, educaci¨®n pol¨ªtica y otros, y desempe?a un papel revolucionario en el proceso de modernizaci¨®n. Todo ello bajo las directrices de racionalizaci¨®n y secularizaci¨®n en el sentido que Max Weber dio a esos conceptos, y que a su vez configurar¨¢n la mentalidad del hombre moderno.
En nuestro pa¨ªs se habla de modernizaci¨®n sin que se cumplan muchos de sus requisitos. La aplicaci¨®n de ciencia y tecnolog¨ªa seg¨²n criterios de ¨®ptima racionalidad y eficacia (al sistema educ¨¢tivo, a la Administraci¨®n, etc¨¦tera) ha sido suficientemente lenta y dificultosa como para no poder notar sus efectos. Las innovaciones (reformas que se han propuesto desde programas de gobierno o elites para racionalizar la gesti¨®n de la cosa p¨²blica) se han retrasado recurrentemente. Esas innovaciones se han llevado a cabo por una intelligentsia sobre la cual la demanda social ha sido poco exigente; no se ha visto obligada, por tanto, a formarse y actuar con profesionalidad. No se ha garantizado el pleno y libre acceso a la informaci¨®n exhaustiva, a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, sobre asuntos que conciernen a todo ciudadano. Las leyes reguladoras de una educaci¨®n racional y secular han sido obstaculizadas por poderes f¨¢cticos (como la Iglesia cat¨®lica).
Desde estas condiciones, a la poblaci¨®n ind¨ªgena le resultar¨¢ dificil educarse y ser receptiva a las iniciativas modernizantes. Tampoco se podr¨¢ evitar cierto grado de neocolonialismo cient¨ªfico y / o cultural. Desde hace unos meses, es manifiesta la intenci¨®n de modernizar y modernizarse por parte de gobernantes y gobernados. Pero no basta con. la voluntad individual de unas personas, l¨ªderes o electores. Los buenos deseos no deben confundirse con la realidad del imprescindible funcionamiento democr¨¢tico de las instituciones para que gestionen y act¨²en con eficacia, racionalidad y, en consecuencia, rapidez. S¨®lo as¨ª la sociedad espa?ola comenzar¨¢ a modernizarse. Y en el proceso podr¨ªa pensarse tal vez en recuperar alguno de los presupuestos ¨¦ticos que conlleva la vieja idea de progreso.
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