Nora, abortista
En la misma jornada madrile?a en que se aprobaba pol¨ªticamente el aborto (parcial) en Espa?a, y las feministas se manifestaban ante la Moncloa, Ana Diosdado presentaba en el Bellas Artes su versi¨®n de Casa de mu?ecas, de Ibsen. Nora, el ya eterno personaje de Ibsen, es una abortista que no lo sabe.Hoy Nora hubiese abortado. Cuando decide hacer la lectura en profundidad y extensi¨®n de su propia vida, descubre lo que ya sab¨ªa: que no ha salido jam¨¢s del patriarcalismo (Eva Figes). Que ha pasado del padre al marido sin ser nunca ell misma. Y, por supuesto, que no ama. Se va de casa, se pierde en la noche de Noruega, abandonando al marido y los hijos, que definitivamente no son ella. Nora -repito-, hoy hubiese abortado. Pero entonces el aborto no era f¨¢cil, ni cient¨ªfica ni jur¨ªdicamente (tampoco en Noruega). Hay un aborto moral, vital, existencial, que es la ruptura con la vida impuesta, con los hijos impuestos, y contra ese aborto, de antes y despu¨¦s de lbsen, de siempre, nada pueden las campa?as hist¨¦ricas o m¨ªsticodir¨ªgidas de "aborto asesino" (como le han puesto en la tapia a D¨¢maso Alonso, que no entra ni sale en el tema, imagino). Ni siquiera de los abortos de la Academia es responsable maestro D¨¢maso. De modo que el aborto (entendido esto no como interrupci¨®n de una vida, sino como decisi¨®n de la mujer de empu?ar su propio cuerpo) ha existido siempre, en Lis¨ªstrata y en las abortistas de Bilbao, en los comedi¨®graflas griegos y en los ministros del PSOE.
Rosa Mar¨ªa Mateo, en el entreact¨®, elegant¨ªsima en negro, feminista, madre del despabilado Germ¨¢n, me consigue un co?ac con leche (aunque no consiga entender mis vicios) y me manifiesta serenamente su adhesi¨®n al probleriria y el personaje (que no al espect¨¢culo, carente de imaginaci¨®n, y tautol¨®gico). Lo que ignoran la Iglesia, las Asociaciones de Padres de Familia, Fraga Iribarne y las se?oritas redichas que descalificart estad¨ªst¨ªcamente el aborto por la tele, es el aborto moral, que se ha dado a s¨ª, libremente, la mujer, quiz¨¢ desde las sociedades primitivas, y qu no s¨®lo aborta del embri¨®n, sino del padre del embri¨®n, de la familia del embri¨®n, del contexto del embri¨®n. Lo que explica lbsen en Casa de mu?ecas, sin saberlo, es un aborto actual¨ªpimo de hace un siglo. La devoluci¨®n de anillos de la ¨²ltima escena no es sino un simbolismo vicario, precario y burg¨²es de lo que le pasa a Nora: aborta.de sus hijos ya creciditos y de su marido, tambi¨¦n crecidito (sobre todo en el alt¨ªsimo actor Jos¨¦ Mar¨ªa Pou). Uno, ya que no las dorsianas "palpitaciones de los tiempos", vive el baudeleriano spleen de una ciudad que ama- "una ciudad es un mundo si amarnos a uno de sus habitantes", dice Lawrence Durrell de Alejandr¨ªa, y yo amo a varios-, y a uno le parece prod¨ªgio de la Historia que, el mismo d¨ªa y a la misma hora en que las feministas van a la Moncloa con antorchas para pedir .m¨¢s aborto", m¨¢s derecho a su propio cuerpo, el teatro del legendario Tamayo reponga a Ibsen, autor que figura -?involuntariamente?- en la pancarpia del fen¨²nismo rnasculinolfemenino. Ibsen, pese al "benaventismo" (lo digo al rev¨¦s para que se me entienda) de su obra, consigui¨® en Casa de mu?ecas su mayor y mejor preg¨®n por los derechos de la mujer, que ven¨ªan a completar los Derechos del Hombre, instaurados en la Revoluci¨®n Francesa y corregidos o ampliados por la naciente burgues¨ªa.
En el estreno estaba Buero Vallejo. Nieto lejano de Ibsen (ha adaptado algunas de sus obras), ¨¦l podr¨ªa (ya que el tan nombrado teatro del silencio franquista se ha manifestado incapaz) plantear el aborto moral (rechazo de la mujer a una vida que se le da hecha), a trav¨¦s del aborto real, que lbsen no pod¨ªa imaginar. Engels, me parece, dijo que "la mujer es el proletario del hombre".
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