La Conferencia Episcopal considera "gravemente injusta y del todo inaceptable" la despenalizaci¨®n del aborto
La Comisi¨®n Permanente de la Conferencia Episcopal difundi¨® ayer un extenso documento, bajo el enunciado La vida y el aborto, en el que critica la decisi¨®n del Gobierno de despenalizar el aborto en tres supuestos concretos. Los obispos consideran que no hay argumentos v¨¢lidos para justificar la iniciativa gubernamental y piden a los cat¨®licos que expresen su desacuerdo, "vali¨¦ndose para ello de los recursos legales que autoriza la Constituci¨®n y con el respeto que imponen el esp¨ªritu c¨ªvico y la ley del Evangelio". En su rechazo a la despenalizaci¨®n, los obispos estiman que no se puede reconocer a la mujer el derecho a disponer de la vida del hijo y opinan que es especialmente grave incluir la pr¨¢ctica del aborto, en los casos previstos, dentro de los servicios de la Seguridad Social. El texto del documento es el siguiente:
1. La iniciativa gubernamental de enviar a las Cortes para su tramitaci¨®n urgente un proyecto de modificaci¨®n del C¨®digo Penal incluyendo la despenalizaci¨®n del, aborto en tres supuestos concretos ha motivado en la opini¨®n p¨²blica espa?ola un intenso debate social en el que se han dejado o¨ªr opiniones y argumentos de muy diversos signos.2. Tambi¨¦n los obispos, reunidos en comisi¨®n permanente y como portavoces de la totalidad del Episcopado Espa?ol, nos creemos en la obligaci¨®n de hacer o¨ªr nuestra voz en un asunto tan grave como ya lo hicimos en octubre de 1974 por medio de nuestra Comisi¨®n Episcopal para la Doctrina de la Fe. Hablamos, pues, ejerciendo el derecho a manifestar nuestro pensamiento que como personas y como grupo nos reconoce la Constituci¨®n. Y lo hacemos muy especialmente en ejercicio de nuestro ministerio pastoral que quiere ser fiel a la tradici¨®n y al magisterio de la Iglesia, tan constante y tan un¨¢nime en esta materia concreta y que el propio papa Juan Pablo II ratific¨® con tanta claridad durante su reciente estancia en Espa?a.
3. Al hacer p¨²blica esta declaraci¨®n pastoral nuestra intenci¨®n es:
- Clarificar ante la comunidad cat¨®lica y la opini¨®n p¨²blica nuestra propia postura, que es la de la Iglesia, rindiendo as¨ª servicio a la verdad,
- Defender expresamente el don sagrado de la vida, prestando nuestra voz a quienes por carecer a¨²n de ella no pueden hacer valer el primero y m¨¢s elemental de sus derechos;
- Fomentar la necesaria unidad de criterio entre los fieles en asunto de tanta trascendencia;
- Fortalecer la conciencia de los creyentes que se pudieran sentir afectados por algunas voces aisladas que no representan el com¨²n sentir de la Iglesia expresado autorizadamente por su magisterio;
- Oponernos a la degradaci¨®n moral y al desmantelamiento de importantes valores ¨¦ticos y humanos que supone, a nuestro juicio, la despenalizaci¨®n del aborto.
4. Nuestra palabra se dirige especialmente a los creyentes cat¨®licos, sobre los que tenemos una particular responsabilidad y cuya conciencia nos proponemos orientar con ulteriores ense?anzas de mayor amplitud que la que permite la urgencia de esta nota. Pero estamos seguros de que nuestra voz ser¨¢ tambi¨¦n escuchada por todos aquellos que se sienten comprometidos en la defensa del hombre y del futuro de la humanidad. A todos creemos poder ofrecer una luz, dada a importancia y la universalidad de los valores que est¨¢n en juego.
La vida, el primer derecho
5. Nuestro punto de partida no puede ser otro que el de la sagrada dignidad del hombre y el valor supremo de su vida para toda conciencia recta. Vivir es el primero de los derechos humanos, ra¨ªz y condici¨®n de todos los dem¨¢s. El derecho a la vida se nos muestra a¨²n con mayor fuerza cuanto m¨¢s inocente es su titular o m¨¢s indefenso se encuentra: un enfermo muy grave, un anciano, un disminuido f¨ªsico o mental, un hijo en el seno materno.
6. No podr¨¢ escapar a la calificaci¨®n moral de homicidio lo que hoy se llama aborto provocado o, de forma encubierta, interrupci¨®n voluntaria del embarazo; porque es verdad que el hombre transmite la vida, pero ni la crea ni es due?o de ella. Desde la fecundaci¨®n de la madre y en las sucesivas etapas de la gestaci¨®n existe ya una vida humana distinta de la suya aunque se encuentre sostenida y protegida por la madre, como estar¨¢ encomendada a sus cuidados despu¨¦s del nacimiento. La ciencia moderna ha venido a corroborar, con creciente firmeza y claridad, la afirmaci¨®n de Tertuliano en el siglo III: "Es ya un hombre aqu¨¦l que est¨¢ en camino de serlo".
7. Para comprender la gravedad del aborto provocado basta caer en la cuenta de que dos o m¨¢s personas se ponen de acuerdo para causar la muerte violenta de un ser humano inocente e indefenso, so pretexto de unas situaciones que, si bien en determinados casos, como veremos despu¨¦s, merecen comprensi¨®n y ayuda, otras veces obedecen a oscuros planteamientos ego¨ªstas. En un aborto permitido por la ley concurre siempre la agravante de que quienes destruyen o desamparan a seres inocentes son precisamente aquellos que tienen el encargo sagrado de su protecci¨®n: la madre, el m¨¦dico y el Estado.
8. ?C¨®mo puede una conciencia sana asistir impasible a semejante desafuero? ?C¨®mo podr¨ªamos olvidar la validez permanente del no matar¨¢s en los mandamientos dados a Mois¨¦s? (Ex. 20,13). Para nosotros, el hombre es imagen de Dios y est¨¢ destinado a vivir eternamente con El. Esta realidad de nuestra fe inunda de sentido y de esperanza la dura condici¨®n humana que fue compartida por Jesucristo Hijo de Dios, d¨¢ndonos as¨ª la clave suprema de nuestra dignidad. Jes¨²s dijo: "Dios no es Dios de los muertos sino de los vivos" (Mat. 23,32).
Juicio moral sobre el proyecto presentado
9. En consonancia con estos principios y viniendo al an¨¢lisis concreto tanto de los supuestos en que se pretende al despenalizar el aborto como de los argumentos que se utilizan para justificar este proyecto, proponemos las siguientes consideraciones.
El proyecto legal en cuesti¨®n ha sido presentado como una concesi¨®n limitada a muy pocos casos que s¨®lo modificar¨ªa levemente la situaci¨®n actual. Pero una lectura m¨¢s atenta de su texto revela que existen aspectos y condiciones que permitir¨ªan utilizar la norma aplic¨¢ndola a un gran n¨²mero de casos que a primera vista no aparecen como incluidos en ella.
-Cuando est¨¢ en peligro la vida de la madre, el hijo sigue teniendo derecho a vivir. Afortunadamente, gracias a los adelantos de la medicina estas situaciones son cada vez m¨¢s raras. Mucho menos se puede privar de la vida al hijo para remediar otros males referentes a la salud f¨ªsica o ps¨ªquica de la madre. El aborto es ya de por s¨ª un trauma grave y peligroso para quienes lo padecen.
En los casos de violaci¨®n no es justo tampoco desproteger la vida de un inocente indefenso para anular las consecuencias de una injusta agresi¨®n cometida por otro. Las dificultades que se siguen para la madre han de ser aliviadas y aun remediadas con otras medidas personales y sociales, capaces de pacificar a la madre agredida, y dignificar a la sociedad que las procura.
Cuando se trata de previsibles anormalidades del feto, aparte de la dificultad de predecirlas con exactitud y con certeza, tampoco es justo negar la vida de un ser humano atropellando su derecho y su capacidad de vivir. No pierde el hombre su dignidad ni su derecho a la existencia por el hecho de estar disminuido o de ser d¨¦bil, como no la pierden los enfermos desahuciados ni los ancianos. Ser¨ªa, en cambio, un comportamiento inhumano tolerar el sacrificio de los d¨¦biles en pro del bienestar o del ego¨ªsmo de los fuertes.
Ante este derecho primordial del ser humano no cabe apelar tampoco al pluralismo social o al principio de tolerancia civil, puesto que se dejar¨ªa el campo abierto a patentes delitos contra la vida humana, cuyo obligado defensor es siempre el Estado.
10. A nuestro juicio, resulta in¨²til legitimar la despenalizaci¨®n del aborto esgrimiendo falsas razones por mucho que ¨¦stas se repitan y se difundan aprovechando las grandes posibilidades de los medios de comunicaci¨®n. Con frecuencia se aducen adem¨¢s cifras desorbitadas que nadie ha podido comprobar.
Por otra parte, la existencia de un hecho delictivo cometido en la clandestinidad no es causa suficiente para permitirlo, as¨ª como tampoco es razonable extender a todos los casos el abuso de quienes disponen de recursos para realizar pr¨¢cticas abortivas en otros pa¨ªses.
Tampoco se puede reconocer a la mujer el derecho a disponer libremente de la vida del hijo, como si ¨¦ste fuera una parte de su propio cuerpo. No debe olvidarse que el concebido es desde el inicio de su vida un ser distinto de la madre. ?Y c¨®mo llamar progreso a una medida que favorece la inhumanidad y debilita los valores morales que sustenta la convivencia humana?
Finalmente, si el aborto llegara a permitirse "en nuestro pa¨ªs, a muchos ciudadanos podr¨ªa sonarles a incoherencia, cuando no a insinceridad, la apelaci¨®n a los valores ¨¦ticos y al rearme moral de nuestro pueblo.
11. Como consecuencia de estas consideraciones, no podemos menos de afirmar sin ambig¨¹edad de ninguna clase que la proyectada despenalizaci¨®n del aborto nos parece gravemente injusta y del todo inaceptable. No se puede dejar sin protecci¨®n legal la vida amenazada de tantos seres humanos ni poner en peligro el patrimonio moral del pueblo. "Por ello", dijo el Papa en Madrid, "quien negara la defensa a la persona humana m¨¢s inocente y d¨¦bil, a la persona humana ya concebida aunque todav¨ªa no nacida, cometer¨ªa una grav¨ªsima violaci¨®n de orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minar¨ªa el mismo fundamento de la sociedad".
Pensamos, por tanto, que ning¨²n cat¨®lico ni ninguna otra persona que reconozca el derecho a la vida del otro como norma moral del propio comportamiento podr¨¢, en conciencia, colaborar en la elaboraci¨®n de la ley, y mucho menos en la realizaci¨®n del aborto. Es m¨¢s en nombre de las personas afectadas gravemente en su conciencia, sean o no cat¨®licos, pedimos desde aqu¨ª el derecho a obrar en conciencia para los parlamentarios, los funcionarios y los profesionales de la medicina, que han tenido siempre a t¨ªtulo de honor la defensa de la vida como el valor m¨¢s alto y sagrado que existe sobre la tierra.
M¨¢s grave nos parecer¨ªa a¨²n que se pretendiera incluir la pr¨¢ctica del aborto en los casos previstos dentro de los servicios de la Seguridad Social. Ello equivaldr¨ªa a considerarlo de hecho como algo legal, cuyo ejercicio debe ser facilitado por el Estado, destinando para la muerte lo que est¨¢ ordenado a la vida.
Defensa de la vida
12. Los problemas que intenta re mediar este proyecto de ley requieren sin duda, soluciones justas, pero nunca atribuy¨¦ndose el derecho a decidir sobre la vida de los seres indefensos. La soluciones, por el contrario, han de abordarse previniendo las causas que desembocan en tan dolorosas situaciones y promoviendo una ayuda real de la sociedad a los casos y personas que se encuentren en ellas.
13. Toda acci¨®n pol¨ªtica digna de tal nombre supone el intento de corregir los males de la sociedad, no mirando tan s¨®lo a sus consecuencias, sino prestando atenci¨®n a las causas que las originan. Por ello se impone tomar en serio, desde la ni?ez y la adolescencia, una s¨®lida formaci¨®n de la sexualidad humana con insistencia en la primac¨ªa del amor, en la finalidad procreativa, en el valor sagrado de la vida y en la dignidad de la persona humana.
14. Consideramos importante y urgente que se instrumenten medios y ayudas a aquellas madres para las que el embarazo supone un serio problema y para aquellas otras a las que la eventualidad de un hijo disminuido las hace acreedoras a un mayor apoyo por parte de la sociedad.
15. Una familia normal, estable y sana constituir¨¢ siempre, sin lugar a dudas, el ambiente ¨®ptimo para la procreaci¨®n y la formaci¨®n de los hijos. Pero cuando, por desgracia, no es as¨ª, la sensibilidad cristiana y social ante un embarazo o nacimiento fuera del matrimonio ha de ver en la mujer afectada ante todo a una madre, y en el hijo que concibe o alumbra, a un ser humano con plenitud de dignidad, que merece el respeto y la protecci¨®n del cuerpo social y de las autoridades que lo rigen.
16. Cuando por circunstancias de hecho, la madre gestante o la que ya ha alumbrado no est¨¢n dispuestas a asumir la responsabilidad del propio hijo habr¨¢ de propiciarse la agilizaci¨®n de los sistemas de adopci¨®n y la tutela de los poderes p¨²blicos en favor de estos ni?os. Tambi¨¦n los matrimonios que dese¨¢ndolos no pueden tener hijos tienen derecho a ser atendidos por una sociedad que obrar¨ªa mejor ofreciendo padres a ciertos ni?os no deseados que aceptando su destrucci¨®n,
17. Nos sentimos hondamente conmovidos en nuestra conciencia de pastores ante las situaciones angustiosas y a veces dram¨¢ticas en las que se debaten algunas mujeres tentadas de recurrir al aborto. Y convocamos a la comunidad cristiana para que busque activamente soluciones id¨®neas para estos casos tan dolorosos dentro del amor y del respeto al don supremo de la vida. En esta misma l¨ªnea ofrecemos a la sociedad y a los poderes p¨²blicos nuestra leal colaboraci¨®n, como ya lo vienen haciendo multitud de instituciones y de personas de la Iglesia. La defensa y la promoci¨®n de la vida encontrar¨¢n siempre en nosotros unos fervientes partidarios y servidores.
Conclusi¨®n
18. Al t¨¦rmino de estas reflexiones, y frente a la gravedad de la situaci¨®n que plantea la proyectada reforma del C¨®digo Penal, exhortamos a los cat¨®licos a una aceptaci¨®n sincera y un¨¢nime de la doctrina de la Iglesia en este punto.
Les pedimos tambi¨¦n que acepten con coherencia las consecuencias concretas de su fe, expresando su desacuerdo, como lo hacemos nosotros, con la ley que se pretende introducir, vali¨¦ndose para ello de los recursos legales que autoriza la Constituci¨®n y con el respeto que imponen el esp¨ªritu c¨ªvico y la ley del evangelio, as¨ª como negando su colaboraci¨®n a toda clase de pr¨¢cticas abortivas.
Encomendamos a los sacerdotes, padres, educadores y agentes de la pastoral la transmisi¨®n fiel y perseverante de las ense?anzas de la Iglesia en este punto con plena fidelidad a la doctrina y a las orientaciones contenidas en esta declaraci¨®n. Rogamos a los gobernantes y legisladores que ponderen en conciencia la trascendencia de sus decisiones y que no introduzcan en nuestra sociedad un principio de descomposici¨®n moral como el que supone la vulneraci¨®n del derecho de todos a la vida.
19. Por nuestra parte, nos comprometemos a proseguir nuestra labor de orientar y vigorizar a los creyentes en consonancia con nuestro deber pastoral, convencidos como estamos de que obrando con claridad y coherencia prestamos un se?alado servicio a toda la comunidad espa?ola.
Quiera Dios, autor y fuente de la vida, que el respeto a tan sagrado don aumente y se fortalezca entre nosotros.
Madrid, 5 de febrero de 1983.
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