Reflexiones cr¨ªticas sobre la cultura catalana
Nuevamente se vuelve a hablar en los peri¨®dicos, de cultura catalana. Se trata, sin duda, de uno de esos temas guadiana que, como todos los que son de dif¨ªcil aprehensi¨®n, emerge cuando uno se estrella al intentar penetrar la compleja realidad actual de Catalu?a. Para unos sectores de opini¨®n, la cultura catalana es algo as¨ª como el Titanic, un venerable armatoste que se hunde. En ello coinciden gentes que demuestran muy poco inter¨¦s, y menos simpat¨ªa, por el fen¨®meno cultural catal¨¢n con otras cuyos postulados pol¨ªticos de nacionalismo radical (independentista) les impiden asumir el reto de una construcci¨®n cultural democr¨¢tica, plural y no homog¨¦nea. Ambas actitudes reh¨²san valorar positivamente los logros infraestructurales que se han alcanzado, al menos desde 1977, y adoptan un mismo planteamiento idealista-catastrofista. De hecho, la diferencia fundamental entre las dos actitudes se reduce a lo siguiente: mientras los primeros se lamentan de que la lengua catalana conquiste nuevos ¨¢mbitos p¨²blicos (esfuerzos in¨²tiles -dicen- en una cultura que est¨¢ desapareciendo), los segundos se quejan de que estos progresos son tan lentos y tard¨ªos que no pueden salvar a la cultura catalana. Para otros sectores, la cultura catalana se encuentra en uno de sus mejores momentos, y lo demuestran con pruebas irrebatibles: la edici¨®n en catal¨¢n alcanz¨® en 1981 la cifra de 2.140 t¨ªtulos, los espect¨¢culos teatrales y musicales tienen en muchas ocasiones un gran ¨¦xito, las manifestaciones art¨ªsticas obtienen respuestas multitudinarias, la ense?anza de la lengua y la literatura catalanas se afianza de a?o en a?o, etc¨¦tera. Estos hechos son ciertos, pero esgrimirlos para instalarse en el conformismo o cofoisme (palabra de dif¨ªcil traducci¨®n en castellano: aproximadamente ser¨ªa satisfechismo o contentismo), es desde luego, abusivo. Tambi¨¦n aqu¨ª hay que distinguir entre los conformistas que frecuentan los medios oficiales auton¨®micos, cuya estrechez de miras pol¨ªticas les impide una visi¨®n cr¨ªtica, y los conformistas del regionalismo-bien-entendido (por ejemplo, AP), para quienes es ya suficiente, por no decir demasiado, lo que se ha avanzado en la recuperaci¨®n cultural, y quieren conjurar su desarrollo mostrando completa satisfacci¨®n por las esencias regionales. A pesar de las discrepancias pol¨ªticas entre ambas actitudes, en el terreno cultural tienen muchos puntos de contacto (ense?anza privada, tradicionalismo religioso, populismo cultural, folklorismo, etc¨¦tera), lo cual en la pr¨¢ctica les condena a entenderse: las elecciones municipales pueden despejar a este respecto muchas inc¨®gnitas.Ahora bien, ni las actitudes catastrofist¨¢s ni las conformistas sirven para analizar y resolver los problemas de la compleja realidad de nuestra cultura. La cultura catalana merece un tratamiento serio, riguroso, que no puede hallarse en aquellos planteamientos. En este sentido, aplaudo la iniciativa del Departamento de Cultura de la Generalitat, que ha organizado un ciclo de conferencias precisamente bajo el mismo enunciado que el t¨ªtulo de mi art¨ªculo. El rigor del enunciado (reflexiones cr¨ªticas), la solvencia de los conferenciantes y el inter¨¦s con que el p¨²blico viene siguiendo las sesiones permiten augurar un debate serio. Que as¨ª sea.
Ser¨ªa ilusorio, sin embargo, que esper¨¢semos del actual debate la soluci¨®n definitiva. En efecto, la cultura catalana presenta numerosas contradicciones, y hay que tenerlo en cuenta. Cuando en un peri¨®dico tan activamente catalanista como Avui se publican multitud de cartas sobre La Trinca, y s¨®lo una escasa minor¨ªa se atreve a defender a este grupo musical por traducir al castellano algunas de sus canciones y cantarlas fuera de Catalu?a, es que existe entre nosotros un esp¨ªritu de campanario muy arraigado, que nada tiene que ver con los intereses nacionales de una comunidad moderna .
Otro ejemplo parad¨®jico del fen¨®meno catalanista ser¨ªa la reacci¨®n ante el art¨ªculo de Francisco Umbral sobre Jordi Pujol. Debo advertir que, personalmente, yo no suscribo algunas de sus afirmaciones o valoraciones sobre Pujol (lo de "las rentas carcelarias" me parece, cuando menos, de mal gusto) y creo que la cultura catalana que el articulista da a entender puede desorientar en alg¨²n aspecto al lector; pero lo que no puedo admitir es la reducci¨®n de catalanismo apujolismo que tan alegremente han asumido todos los detractores de Umbral hasta la fecha.
Finalmente, un tercer ejemplo reciente estar¨ªa en lo sucedido con el semanario El M¨®n, que ha dejado de publicarse por dificultades econ¨®micas, al menos temporalmente. Si es grave que suceda tal cosa con el ¨²nico semanario independiente en catal¨¢n, aun me parece m¨¢s grave que las instituciones P¨²blicas se hayan inhibido del problema -cuando es notorio que la Prensa en catal¨¢n, mientras subsistan factores desfavorables a la plena normalizaci¨®n, debe recibir ayuda, como la reciben generosamente los peri¨®dicos oficialistas-, y que cierta opini¨®n p¨²blica se haya mantenido callada ante este desastre.
Esas reacciones viscerales (casos La Trinca y Umbral) y esas inhibiciones (caso El M¨®n) s¨®lo en parte pueden explicarse como exponentes de la pugna ideol¨®gica entre catalanismo conservador y catalanismo popular. De hecho, en las filas del catalanismo popular -que en las urnas es y ha sido siempre mayoritario, como se comprueba sumando los votos de PSC, PSUC, ERC, etc¨¦tera, sin olvidar que tambi¨¦n se da en amplios sectores de CDC- hay dirigentes que a¨²n no han asumido en todas sus consecuencias el formidable reto de la reconstrucci¨®n nacional de Catalu?a. Ante ciertas vacilaciones pol¨ªticas y acaso indefiniciones culturales, ?puede sorprendernos que la ideolog¨ªa del catalanismo conservador siga influyendo en mentalidades m¨¢s proclives a los sentimientos que a la raz¨®n? Debo detenerme aqu¨ª, puesto que la discusi¨®n requerir¨ªa un largo comentario. Ahora bien, que un art¨ªculo sobre cultura catalana se concluya una vez m¨¢s en cuestiones netamente pol¨ªticas no es s¨®lo un estigma ya tradicional de nuestra historia. Es tambi¨¦n un indicio de que el debate cultural no admite parcelaciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.