Europa, en su conferencia
LA CONFERENCIA sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa pasa inadvertida entre el gran grupo de noticias mundiales con realidad; su reanudaci¨®n en Madrid parece una rutina cansada, entre funcionarios ya curtidos en esta deriva hacia la nada. Es, sin embargo, un hecho que conviene reforzar, una fuerza en potencia que deber¨ªa recuperar su carga inicial. El discurso de apertura de Fernando Mor¨¢n ha sido optimista: ha se?alado unas tendencias actuales en el movimiento internacional hacia una reducci¨®n de tensiones y hacia la negociaci¨®n. Podr¨¢ encontrarse en ese suave optimismo, sobre todo, un relativo cambio en la pol¨ªtica exterior espa?ola. Para entenderse brevemente, el pesimismo es la posici¨®n oficial de Estados Unidos desde que la conferencia se institucionaliz¨® en Helsinki, al mismo tiempo que la manipulaci¨®n de la conferencia para convertirla en arma de guerra fr¨ªa, lo cual se ha acentuado en los dos a?os de poder de Reagan; el optimismo -o, si la palabra parece exagerada, la confianza en que la conferencia pueda servir de algo- puede aparecer como un distanciamiento europe¨ªsta.Coincide, en efecto, con una tendencia real a la negociaci¨®n; tendencia que se est¨¢ manifestando como una debilitaci¨®n de la situaci¨®n de Reagan en el mundo y en su pa¨ªs. Ser¨¢ conveniente distinguir esa baja del personaje y de su pol¨ªtica de borde del abismo de lo que podr¨ªa tomarse como una debilidad de Estados Unidos y de la Alianza, que en ning¨²n caso es deseable.
De todo este equ¨ªvoco est¨¢ impregnada la conferencia, a partir de uno fundamental: no se debe tratar de convertirla en un sism¨®grafo que recoja las sacudidas externas, sino en una verdadera instituci¨®n que act¨²e sobre las circunstancias para tratar de amortiguar esas sacudidas. Es la opini¨®n de Europa, de todos los pa¨ªses de Europa, y la fuerza que puedan recoger sus Gobiernos y tener en la realidad, las que deben influir en el desarrollo de su seguridad. En el caso de Polonia, que ha pesado especialmente sobre toda esta fase de Madrid. la conferencia ha respondido ante el desaf¨ªo paraliz¨¢ndose, congel¨¢ndose, convirti¨¦ndose en in¨²til, en lugar de ejercer su verdadero poder -hasta donde llegase- para mejorar esa situaci¨®n. El resultado ha sido que Polonia ha quedado sumergida, y la conferencia, desvirtuada. Es posible que todo eso est¨¦ en el prop¨®sito de las dos grandes potencias: dejar en un estado de incapacidad a los pa¨ªses europeos representados en la totalidad del continente, pronunciando discursos vac¨ªos -o simplemente agresivos- y votos convenidos -cuando ha podido haberlos- para mantener fuera el monopolio de la negociaci¨®n o de la tensi¨®n. Precisamente Europa, sea cual sea el r¨¦gimen de sus pa¨ªses -y est¨¢ bastante demostrado que muchos de los del Este tratan de zafarse de su cabeza de serie-, tiene la obligaci¨®n y la necesidad de recuperar para s¨ª misma decisiones militares y f¨®rmulas de convivencia m¨¢s all¨¢ del di¨¢logo de los grandes.
Si la Conferencia de Madrid consigue llegar al verano con una serie de acuerdos de compromiso que conduzcan a un cierto documento de conciliaci¨®n y a la posibilidad de una nueva fase de conversaciones, habr¨¢ alcanzado un. resultado bastante apreciable. Pero ser¨¢ insuficiente, y seguir¨¢ dejando los centros de decisi¨®n fuera del teatro europeo. Necesitar¨¢ sobre todo una demostraci¨®n de que el continente tiene una fuerza propia, una noci¨®n concreta y s¨®lida de la independencia de sus problemas de los de otros focos, una entidad frente a las hegemon¨ªas. No es f¨¢cil de conseguir. Pero m¨¢s ac¨¢ de eso ser¨¢ un gasto in¨²til, un escaparate vac¨ªo y una rutina m¨¢s bien tonta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.