Altruria
William Dean Howells -cuyo m¨¦todo novel¨ªstico ha recibido el nombre de realismo reticente, t¨¦rmino acu?ado por ¨¦l mismo- fue uno de los primeros intelectuales americanos que habl¨® en favor de la justicia social. Constituy¨® un verdadero acto de hero¨ªsmo hablar en 1886 para los Anarquistas de Chicago. El fue el primer literato americano distinguido que expuso el socialismo marxista, convirti¨¦ndose en el consejero de muchos j¨®venes rebeldes de la ¨¦poca. Su coraz¨®n estaba al lado de los d¨¦biles y de los explotados. (Hoy estar¨ªa junto a los hombres y mujeres sin trabajo). The Traveller from Alturia (1894) -que inicia sus novelas ut¨®picas- somet¨ªa el sistema capitalista a un severo an¨¢lisis cr¨ªtico. Es un libro inteligente que desarma al lector. Su urbanidad -el bienestar altr¨²rico parece estar en la l¨ªnea de Plat¨®n, Moro y Bellamy- es s¨®lo una m¨¢scara: protegido por ella, ataca al capitalismo, que, a su juicio, es un c¨¢ncer que destruye lentamente la vida y las esencias americanas. Ataca con fina iron¨ªa a las clases profesionales -al cl¨¦rigo, al escritor, al profesor- por una supuesta defensa de los explotados, pues, en realidad, son apologistas del orden existente. Esta obra es un an¨¢lisis con un trasfondo casi marxista. Trece a?os m¨¢s tarde, Howells complet¨® su utop¨ªa con Through the Eye of the Needle (1907), endonde dibuja detalladamente la estructura vital que rige en Altruria: rechaza la sociedad basada en la m¨¢quina y aboga por una vuelta al orden anarquista descentralizado, especie de retorno a las leyes naturales.Su m¨¢s genuino disc¨ªpulo es Hamlin Garland, escritor que siente la amargura de los cambios operados en su pa¨ªs. Nacido en una granja de Wisconsin, trabaj¨® la tierra duramente en Iowa y en Dakota. Cree que los viejos
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tiempos deben conservarse y que, con la m¨¢quina, las f¨¦rtiles praderas del Middle Border han perdido su belleza y su felicidad. Para las generaciones que no conocieron los tiempos ¨¢ureos de aquella regi¨®n, Garland resulta un tanto extra?o o anticuado. Sus descripciones les parecen sombr¨ªa porque pretenden revelar la verdad tal como ¨¦l la ve, sin justicia, sin esperanzas de redenci¨®n para su pueblo. En la hondura de su alma perdura el ingenuo idealismo rom¨¢ntico. Le apasionan los problemas de la agricultura fronteriza y le desazonan los peligros de la industrializaci¨®n: en frases expresivas y escuetas clama porque la tierra pertenezca a todos los hombres y no a unos pocos. Expresa su protesta ante un mundo construido a costa del sacrificio de la humana felicidad. The Captain of the Gray Horse Troop (1902) es un relato que revela el alcance est¨¦tico de Garland: el protagonista descubre que la belleza en s¨ª no puede llenar una vida, y s¨®lo cuando se dedica a proteger a los d¨¦biles encuentra la aut¨¦ntica alegr¨ªa y plenitud. Es decir, no ha de practicar el arte por el arte, sino el arte al servicio del bien de la humanidad. En Crumbling idols (1894) hizo su profesi¨®n de fe: "Todo arte es social". El sustrato de su obra encierra una protesta contra la preponderancia de la vida industrial que ha ahogado los id¨ªlicos tiempos de la agricultura. Y sue?a en que los hombres volver¨¢n a ellos: porvenir en que triunfar¨¢n la belleza y la justicia.
?Es posible creer hoy en la utop¨ªa de estos dos escritores norteamericanos? No, probablemente. Pero los hemos recordado al ver con nuestros propios ojos peque?as parcelas labradas por trabajadores -cesantes o no- en solares abandonados, junto a escombros de casas arruinadas o derruidas: peque?as huertas regadas a mano, que no son irreales, ni son alucinaciones, ni un s¨²bito espejismo. Clandestina y solitariamente, estos hombres -al terminar su trabajo o por carecer de ¨¦l- convierten en verdor y vida pedazos de suelo bald¨ªo. No s¨®lo alimento hort¨ªcola, sino tambi¨¦n felicidad, reafirma en ellos una nueva fe en la existencia, dentro del inh¨®spito entorno industrial y ciudadano. La tierra vuelve a sonre¨ªrles y a tonificar su esp¨ªritu. No son due?os de ella, sino de su fruto, que, por otra parte, cualquiera puede arrebatarles. Pero ver brotar la semilla es ya un puro milagro que merece cualquier sacrificio. Viejos recuerdos y h¨¢bitos ancestrales se tornan esfuerzo dichoso, alegr¨ªa de la vista. ?Tantas memorias de infancia!
Al contemplar estas peque?as huertas, hemos recordado casi con ternura a Howells y a Garland. Los improvisados agricultores espa?oles -que jam¨¢s leyeron sus obras y desconoc¨ªan sus apellidos y nacionalidad practican, sin saberlo, la utop¨ªa altr¨²rica: remanso de Naturaleza en la ruidos urbe contaminada por, humos fabriles y otras miserias. Amor a la tierra de los or¨ªgenes, nostalgia de una Arcadia -Altruria- perdida. Ojal¨¢ fuera salvaci¨®n merecida, al mismo tiempo que rehumanizaci¨®n ciudadana. ?Altruria!
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