As¨ª se asesina en Guatemala
Trescientas cincuenta y dos personas, la casi totalidad de los habitantes de una peque?a aldea guatemalteca cercana a la frontera de M¨¦xico, fueron muertas por el Ej¨¦rcito del general R¨ªos Montt el 17 de julio pasado. Esta matanza impresionante, una de las quince o veinte ocurridas durante el corto mandato del dictador, ha sido reconstruida y descrita por el autor de este reportaje, jesuita guatemalteco y antrop¨®logo.
Aunque parezca un reportaje tard¨ªo, conviene regresar al evento concreto para imaginarnos, a partir de una, lo que pueden haber sido las quince o veinte matanzas masivas de los primeros nueve meses del r¨¦gimen del general Efra¨ªn R¨ªos Montt, quien asumi¨® el poder el 23 de marzo de 1982 por golpe de Estado.El poblado es un caser¨ªo de sesenta ranchos de campesinos de habla mayance chuj, ubicado cerca de la frontera de M¨¦xico. Se llama San Francisco y fue arrasadao casi completamente el 17 de julio de 1982.
Ya que el Gobierno de Guatemala y el Departamento de Estado de Estados Unidos repetidamente han rechazado la veracidad de los relatos sobre las matanzas cometidas por el Ej¨¦rcito de R¨ªos Montt, a quien se pretende hacer pasar por un pac¨ªfico cristiano reci¨¦n convertido, es importante conocer las fuentes de la informaci¨®n. Los principales testigos oculares han sido dos hombres que cruzaron la frontera de M¨¦xico huyendo de los soldados guatemaltecos.
Huida masiva
Ellos han sido entrevistados en M¨¦xico por diversas personas, incluso por nosotros, en distintas fechas y por separado. Sus relatos coinciden. Adem¨¢s, de los caser¨ªos y aldeas vecinas de San Francisco huyeron a finales de julio a M¨¦xico unas 9.000 personas. Jam¨¢s habr¨ªan hu¨ªdo s¨ª la matanza de San Francisco, que ellos han dado como raz¨®n, no hubiera sido un hecho hist¨®rico.
El p¨¢rroco del lugar se acerc¨® a ese lugarcito de la monta?a cuatro o cinco d¨ªas despu¨¦s del hecho y se encontr¨® all¨ª con un espect¨¢culo dantesco: mujeres decapitadas y calcinadas dentro de sus casas, cad¨¢veres apilados, perros hambrientos comiendo huesos humanos....
Si esta noticia, como otras similares, ha tardado tanto en conocerse es porque desde julio de 1982 existe un cerco tupido a la informaci¨®n y el Ej¨¦rcito no permite la presencia de periodistas en zonas de guerra, a no ser cuando son conducidos en veh¨ªculos militares a escenarios montados por el propio Ej¨¦rcito.
En el caso que relatamos, los responsables fueron los soldados y oficiales del Ej¨¦rcito. Lo atestiguan los sobrevivientes y los refugiados de los lugares vecinos sin asorno de duda.
Llegaron seiscientos soldados, comandados por seis oficiales, hasta una aldea cercana, donde los dejaron los camiones. Fueron acompa?ados hasta San Francisco por un helic¨®ptero, que aterriz¨® en el campo de f¨²tbol del caser¨ªo con cajas de comida. El camuflaje pinto distingue a los soldados del verde oscuro que utiliza la guerrilla.
Los soldados separan a los hombres de las mujeres, encerrando a ambos grupos en locales distintos, el juzgado auxiliar y la iglesia. Luego, a las mujeres se las separa de los ni?os y se las lleva a las casas dispersas, para que indiquen, seg¨²n se supone, d¨®nde se encuentran los guerrilleros. All¨ª se las asesina a machetazos. Las m¨¢s j¨®venes son violadas. Despu¨¦s de robar peque?os objetos -radios, sencillas grabadoras, relojes- o dinero, los soldados queman el rancho con los cad¨¢veres dentro.
Enseguida se mata a los ni?os que han quedado en la iglesia llorando y gritando. Los testigos indican la forma: les abren el est¨®mago de una cuchillada, o los estrellan contra un tronco duro o una piedra. No se gasta bala. As¨ª mataron a los ni?os de meses y a los que pod¨ªan apenas caminar. Como han dicho en varias ocasiones los oficiales guatemaltecos al amenazar a poblados que apoyan a la guerrilla: "Vamos a barrer hasta no dejar semilla".
Los ni?os son la semilla. Los soldados descansan un poco y comen carne de un novillo de los campesinos, desastado al llegar. La matanza mezcla rasgos de rutina con otros de furia desenfrenada. Luego arremeten contra los hombres. Les atan y uno por uno van siendo sacados del juzgado y tirados boca abajo. En esa posici¨®n los acribillan. Cuenta un testigo que uno de los soldados se arroja sobre un cad¨¢ver a¨²n caliente, le saca el coraz¨®n y se lo lleva a la boca: "La gran puta, son como animales", dice en su espa?ol quebrado.
La org¨ªa de sangre ha durado desde la una de la tarde hasta las siete de la noche. En esas seis horas, los soldados matan a 352 personas, seg¨²n los c¨¢lculos de los sobrevivientes. Tenemos una lista de 352 nombres confeccionada por ellos, no con fines pol¨ªticos, sino rituales. Quer¨ªan que se recitaran los nombres de los asesinados en una misa que celebramos entre los refugiados en M¨¦xico. Para evitar repeticiones, recogimos edades y parentescos de 220.
Los sobrevivientes de San Francisco son de tres clases: los que estaban en los campos o fuera de la aldea, como treinta (por eso el Ej¨¦rcito trata de llegar en s¨¢bado o domingo, o en d¨ªa de mercado, a la aldea que quiere arrasar); un segundo grupo, el de los que se escaparon por una ventana del juzgado en el momento que intentaban prenderle fuego los soldados. Siete lograron saltar, pero s¨®lo tres est¨¢n vivos. El resto fue ametrallado.
Un solo superviviente
Un solo hombre vivi¨® la experiencia completa. Cuando los soldados pretendieron acabar con los ¨²ltimos dentro del juzgado, por medio de granadas, ¨¦ste se tir¨® al suelo. Fue ba?ado por la sangre de sus compa?eros y apilado por los soldados ya de noche, como si estuviera muerto.
Mientras los soldados descansaban y se distra¨ªan oyendo las grabadoras robadas, ¨¦l se escap¨® por la ventana. Lleg¨® a M¨¦xico al d¨ªa siguiente, como a las once de la ma?ana. Iba tan turbado, relata, que no se daba cuenta que era ya de d¨ªa. Hab¨ªa perdido a treinta familiares ¨ªntimos: esposa, hijos, nietos, hermanos, sobrinos, yernos, nueras.
La raz¨®n de esta pol¨ªtica del Ej¨¦rcito y Gobierno de Guatemala es acabar con la guerrilla. Pero como ¨¦sta goza de un respaldo popular tan difundido, especialmente entre la poblaci¨®n ind¨ªgena, entonces la estrategia consiste en quitarle el agua al pez. El pez es la guerrilla y el agua es la poblaci¨®n civil. Parece que no caen en la cuenta de que no es agua, sino sangre.
es un jesuita guatemalteco, experto en antropolog¨ªa ind¨ªgena.
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