El poder la imaginaci¨®n
Lo estamos oyendo. Acaba de decirlo un gran nombre de la ciencia econ¨®mica anglosajona: "Los economistas hemos descompuesto el aparato, s¨®lo los creadores pueden volver a ponerlo en marcha". Algo despu¨¦s, el jefe del Estado anfitri¨®n, a?ade: la cultura es el ¨²nico espacio en el que cabe construir nuestro futuro. La ?cultura que cuatrocientos intelectuales -expertos, artistas, cient¨ªficos- creadores agitan en este cen¨¢culo que ha vivido los razonamientos y las ¨ªmpasibilidades de Roberto de Sorb¨®n y de Sigerio de Barbante, pero tambi¨¦n las impaciencias y las fervores de mayo del sesenta. Porque de eso se trata. De agitar culturalmente una realidad mundial ineficaz e injusta. De convocar la capacidad creadora de la cultura frente al marasmo de la econom¨ªa, la aton¨ªa de lo social, las ¨ªmpotenc¨ªas de la po l¨ªtica, las ambig¨¹edades de la ciencia, los miedos individuales, balance con el que estamos cerrando un s¨ªglo XX que nacio bajo el signo del progreso ¨ªndefinido.Tres mesas redondas: Creaci¨®n y econom¨ªa, Craci¨®n y cambio, de sociedad y Creaci¨®n y retacio-m nes internacionales, presididas, respectivamente, por Galbraith, Schwartzenmerg y Giogio Strehler, y pasillos, mucho furor en los pasillos. ?Qu¨¦ pueden tener en com¨²n en premio Nobel como Leontieff, un director de cine como Ettore Scola y el fundador de Amist¨ªa Internacional, Sean MeBride? ?Qu¨¦ puede reunir a Graham Greene, Leopold Sedar Senghor, Edgar Morin, el premio Nobel de Qu¨ªrnica, Ilya Prigogine, Kate Millett, Inmanuel Wallerstein, Yamaguchi, Lutoslawski, Francis Ford CoppoIa, Melina Mercouri, Susan Sontag, Celso Furtado, Atlan, Norman Mailer y un largu¨ªsimo etc¨¦tera de celeb¨¦rrimos, ilustr¨ªsimos carrozas con quien me he estado cruzando estas ¨²ltimas 48 horas?.
Sampedro, protagonista
Su compartido patrimonio: la angustia del presente y la pasi¨®n de futuro. Que cada cual vive y dice seg¨²n su diferencia. Que confortador o¨ªr a alguien que lo ha sido todo en su pa¨ªs. La diferencia que Ki-Zerbo, gran historiador de Africa, Lef, con la lectura de un poeta del Alto Volta, que ha le¨ªdo a Rilke, milita por el progreso, el pueblo que acepta que su futuro sea el pasado de otros, renuncia a morir de su propia.muerte. O verle suscribir a un ministro de Cultura la certera afirin aci¨®n de Jos¨¦ Luis Sampedro, destacado protagonista de ese encuentro: la cultura de Estado no es cultura. La un¨¢nime contestaci¨®n del hombre cocac¨®lico o de la dallasadicci¨®n televisiva encuentran su fundamento en esta exacerbada reivindicaci¨®n de la autonom¨ªa en la. independencia.
Este fin de semana, en la Sorbona, las cosas sin valor han recobrado su valer y la invenci¨®n. La creaci¨®n, la imaginaci¨®n han sido consagrados instrumentos privilegiados de la movilizaci¨®n ciudadana y del crecimiento econ¨®mico. Michel Crozier nos hab¨ªa explicado hace tres a?os desde la derecha francesa que "la sociedad no pod¨ªa cambiarse por de¨¦reto", pero hac¨ªa falta que el l¨ªder de un gran partido socialista europeo nos curara del sue?o burocr¨¢tico de la transformaci¨®n social impuesta a golpe de reglamento y de bolet¨ªn oficial. Mitterrand nos ha sacado de la racionalidad administrativa para meternos en la innovaci¨®n cultural y cuando ha dicho que los doctrinarios del liberalismo y del dirigismo de Estado, al qyerer conservar f¨®rmulas caducas del siglo pasado, nos colocan en un callej¨®n sin salida, el asentamiento ha sido total.
La cultura, "lo que dejaremos en com¨²n a nuestros hijos" (Coppola), se constituye as¨ª en soporte decisivo de la expansi¨®n de la econom¨ªa. No se trata s¨®lo, ni principalmente de que las industrias culturales sean hoy uno de los sectores econ¨®micos de mayor capacidad de dinamizaci¨®n global, sino al haberse quedado el desarrollo sin modelo su reactivaci¨®n pasa por el proceso de creaci¨®n cultural, es decir, por la transformaci¨®n de ese "modo de hab¨¦rnosla con la realidad" (Sampedro), que hacendel cambio cultural nuestra primera baza econ¨®mica. Por eso, la inversi¨®n en la cultura, en la investigaci¨®n y en la creaci¨®n cultural son las inversiones econ¨®micas m¨¢s seguras y rentables.
El progreso de los pueblos
Estamos muy lejos del crecimiento -cero, del no desarrollo como base de la cultura. Jacques Attali, en su resumen final, lo pone de relieve. El progreso de, los pueblos y de los hombres es el objetivo permanente de toda aci¨®n colectiva. No puede tener otro. Por eso el ¨²nico sentido de cualquier pol¨ªtica cultural es que el Estado haga posible que la cultura sea desarrollo de todos -la sociedad- y ca da uno. Un paso m¨¢s y entenderemos a Umberto Eco, siempre a contramano: lo propio del creador cultural es abrir la crisis como lo propio del pol¨ªtico es cerrarla. Creaci¨®n y crisis, modos de cultura cuya gesti¨®n de la violencia colectiva impedir¨¢ que ¨¦ste encuentre en la autodestrucci¨®n comunitaria su colo posible cumplimiento.
Claro est¨¢ que la reuni¨®n de la Sorbona ha sido tambi¨¦n otras cosas. Una destacada acci¨®n dela pol¨ªtica exterior francesa. Una importante operaci¨®n socialista cara a la pr¨®xima confrontaci¨®n electoral del mes de marzo. Un reaseguramiento de la cotizaci¨®n pol¨ªtica de Jack Lang frente a un posible reajuste ministeri¨¢l. Pero todo ello son consideraciones menores de gacetilleros locales. Lo que cuenta es el alcance pol¨ªtico de esta investigaci¨®n, de lo simb¨®lico en fundamento, raz¨®n, plataforma, instrumento, v¨ªa de la acci¨®n econ¨®mica del progreso social. Los comentadores que objetan -palabras, palabras, palabras- la falta de propuestas concretas, siguen cautivos del fetichismo de los decretos y de los n¨²mero. Que justamente no funcionan. El Wall Street Joumal se indigna de que, cuatrocientas personas eminentes hayan perdido un fin de semana a cargo del contribuyente franc¨¦s, dif¨ªcilmente un Gobierno progresista europeo habr¨¢ recibido elogio m¨¢s sutil de la gran banca americana. El mensaje es sin embargo claro. No la imaginaci¨®n al poder, que corrompe, y / o esteriliza, sino el poder a la imaginaci¨®n. Que es incorruptible. Que es creadora.
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