Karl Jaspers, entre la fragmentaci¨®n y la nostalgia
Hoy se celebra el centenario del nacimiento -en Oldenburg (Alemania del Norte, el 23 de febrero de 1883- de Karl Jaspers, eminente psiquiatra, fil¨®sofo e historiador de la filosof¨ªa Entre sus obras m¨¢s importantes cabe destacar: psicopatolog¨ªa general (1913), Psicolog¨ªa de las concepciones del mundo (1919), Raz¨®n y existencia (1935), Filosof¨ªa de la existencia (1935), El problema de la culpabilidad (1946), Los grandes fil¨®sofos (1957), La bomba at¨®mica y el futuro de la humanidad (1958). Una abundante cantidad de estas obras ha sido traducida a la lengua castellana. Karl Jaspers falleci¨® en Suiza un lejano, y a la vez pr¨®ximo, 26 de febrero de 1969.
Tras un evidente purgatorio, el existencialismo -o la "filosof¨ªa de la existencia", como prefieren los puristas del matiz- ha vuelto a dibujar su presencia en los ¨®rganos de expresi¨®n y en los marcos institucionales de cierta variguardia cultural europea. ?Acaso por la similitud, no menos evidente, de esta ¨¦poca nuestra, que a pocas palabras como a crisis confiere un protagonismo diario tan agobiante, con la que al hilo de guerras y cat¨¢strofes alent¨® Ser y tiempo o La n¨¢usea? ?O tal vez como mera consecuencia indirecta de esa fatiga conceptual que tantos surcos molestos ha ido abriendo ¨²ltimamente, y tras dos largos decenios de hegemon¨ªa, en los rostros monol¨ªticos de la filosof¨ªa anal¨ªtica y de los marxismos oficiales?
El (im)posible futuro
En cualquier caso, no parece que vaya a ser Jaspers -frente al Heidegger de la diferencia y de un pensar exiliado que se interroga por su (im)posible futuro o al Sartre de la decisi¨®n irreductible y del proyecto abierto que se resuelve en lucidez lunar- un beneficiario claro de la relectura del existencialismo que parece ir imponi¨¦ndose.
Y no sin cierta l¨®gica, por supuesto. Porque por mucho que Jaspers -de cuyo nacimiento en una ciudad alemana de segundo orden se cumplen hoy cien a?os- comparta algunas de las claves existencialistas m¨¢s significativas y sea incluso el m¨¢s existencialista de los fil¨®sofos contempor¨¢neos de la existencia, no deja, en definitiva, de ser un pensador situado, como el tiempo ha ido revelando, muy en los m¨¢rgenes de esa nada homog¨¦nea corriente.
El castillo y el granero
Como Heidegger o Sartre, Jaspers tom¨® nota muy pronto, en efecto, de que "no podemos filosofar verdaderamente (hoy) si olvidamos, aunque sea por un momento, lo que ha acontecido por obra de Nietzsche y de Kirkegaard". Y al igual que todos los hombres de su generaci¨®n, vivi¨® en 1914 el final de una ¨¦poca -¨¦poca cuyo cad¨¢ver no termina, por cierto, de ser enterrado del todo-. Y lo vivi¨® con intensidad muy decisoria del futuro curso de su pensamiento: "En 1914 sobrevino, con la primera guerra mundial, la gran ruptura de la vida europea. Nunca m¨¢s podr¨ªa retornar aquella vida paradisiaca, ingenua dentro de su sublime espiritualidad, que exist¨ªa antes de aquella guerra. La filosofia, con toda su profunda gravedad, se hizo entonces m¨¢s importante que nunca".
Y sac¨® sus consecuencias, desde luego. Entre ellas, la de la inanidad de la ciencia, en cuanto conocimiento especial de cosas que
no prestan finalidad alguna a la vida, de cara a lo verdaderamente importante: la aprehensi¨®n, dadora de sentido, de la totalidad del Ser. O la de la ya inexcusable renuncia al sistema, ese sistema al que en ¨¦pocas m¨¢s ingenuas o integradas dedicaban los fil¨®sofos su empe?o, oficiando al modo de quienes, como Kirkegaard se?alaba, "se construyen un enorme castillo y luego se retiran a vivir en un granero, reacios e incapaces de vivir personalmente en sus enormes edificios sistem¨¢ticos". O la de que se impone un largo e implacable viaje interior -una interpretaci¨®n en profundidad, orientadora en el mundo y existencialmente clarificadora del sentido de la existencia concreta y sus rasgos, del existente humano en su singularidad irreductible- cuyo punto de llegada deber¨¢ ser lo envolvente que somos: el hombre.Un hombre cuyo ser, en cuanto ser en el tiempo, ha de ser descubierto. Pero un ser que, en cuanto envolvente, es tambi¨¦n criatura desgarrada, escindida, fragmentada en los m¨²ltiples emp¨ªricos. O la consecuencia, en fin, de que la gran tarea de nuestro tiempo -el de las inseguridades y las quiebras, el del absurdo y la muerte de Dios- se identifica ya, y habr¨¢ de identificarse largamente, con la superaci¨®n del nihilismo. Una superaci¨®n para la que cabr¨¢ buscar el trampol¨ªn incluso "en las situaciones l¨ªmite de lo absurdo, de lo insoluble y lo sin salida, incluso en el fracaso integral". Incluso en el caos y la noche (o precisamente en ellos): Nietzsche, Strindberg, Van Gogh. Sencillamente porque este trampol¨ªn es "el trampol¨ªn para la posesi¨®n interna del ser trascendente".
?El Otro o lo Mismo?
Sin esa posesi¨®n no hay, para Jaspers, concepci¨®n interna, hermen¨¦uticamente v¨¢lida y cargada de sentido, del hombre, dado que ¨¦ste "no puede ser concebido desde s¨ª mismo, y en la representaci¨®n del ser del hombre se muestra lo Otro, por virtud de lo cual el hombre es. Esto es para el hombre, en cuanto existencia posible, la trascendencia". Para Jaspers, el hombre no es, pues, sin el otro absoluto, anterior a ¨¦l, "con el que se le compara, de donde viene y al que va". Poco importa su nombre: nada, Tao, uno, trascendencia, el Dios de Jerem¨ªas. En definitiva, se trata del Ser eternamente buscado. Y ello hasta el punto de que para Jaspers "hacerse existencial quiere decir aceptar y ser la profunda seriedad que es el hombre; y ser hombre es serlo de acuerdo o en relaci¨®n a ese Ser por el cual y en el cual somos nosotros. No hay existencia sin trascendencia".
Que las posibilidades de di¨¢logo con la filosof¨ªa perenne, en cualquiera de sus versiones up to date, con Jaspers sean mayores que las que haya podido procurarle Sartre es cosa obvia. Por mucho, claro es, que al definir -?y c¨®mo no iba a hacerlo?esta trascendencia, que tanto ha luchado ¨¦l mismo por descifrar, como Divinidad, Jaspers se?ale a un tiempo que la filosofia no se ocupa de ella al modo de la religi¨®n. (Por lo dem¨¢s, alguien podr¨ªa bien no ver en ello sino una nueva versi¨®n de la conocida tesis de la doble verdad ... )
Diferencias con Heidegger
Las diferencias con Heidegger tampoco son desde?ables, como diferentes son tambi¨¦n las relaciones que uno y otro guardan con una historia, como la de la filosof¨ªa, en la que tanta inspiraci¨®n han buscado. Aunque, en definitiva, la larga b¨²squeda heideggeriana de ese ser cuyo olvido constituye, a sus ojos, la m¨¦dula misma de nuestra cultura no ha dejado de consumarse en una fascinante y crispada teolog¨ªa blanca, en la que si unos encuentran el exilio, otros buscan, desde luego, el reino.
La apuesta por la paz
En esta hora de rememoraci¨®n y homenaje convendr¨ªa no olvidar, de todos modos, lo que algunos se ver¨ªan tentados a considerar como lo m¨¢s vivo de su legado: su apelaci¨®n a la conciencia moral de la humanidad contra el peligro del holocausto at¨®mico. En 1950 escrib¨ªa, en efecto:"Que cada individuo, mediante la propia acci¨®n, la propia vida y el propio pensamiento (siga) el camino que conduce a ese mundo en que sea imposible la bomba at¨®mica". Y: "... en caso contrario, si la humanidad se destruye a s¨ª misma y nada queda de aquello que no es caro y nos hace amable la vida, entonces plegu¨¦monos como Job al no saber. Pero mientras viva, resta al hombre que se sepa racional vivir abierto e inconmovible all¨ª donde la oculta divinidad parece designarle el camino".
Se dir¨ªa, ante la posibilidad creciente de que la especie humana opte al fin por el camino de la autodestrucci¨®n -lo que no dejar¨ªa de subrayar y revelar, sin duda, la siniestra grandeza de esa desmesura que la define-, que esa divinidad oculta parece ir decant¨¢ndose por el silencio. Pero Jaspers fue una de las voces que m¨¢s tempranamente lucharon por romperlo. Dato este m¨¢s importante hoy para nosotros -?qui¨¦n podr¨ªa dudarlo?- que el del evidente envejecimiento del lenguaje al que recurri¨® para hacerlo.
es catedr¨¢tico de Historia de la Filosofila de la Universidad Complutense de Madrid. Perterneci¨® a la redacci¨®n de Materiales.
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