Historias perdidas
Un joven de Checoslovaquia abandon¨® su pa¨ªs con el ¨¢nimo de hacer fortuna. Al cabo de veinticinco a?os, casado y rico, volvi¨® a su pueblo natal, donde su madre y su hermana ten¨ªan un hotel.S¨®lo por hacerles una broma, el viajero dej¨® a su esposa en otro hotel del poblado y tom¨® una habitaci¨®n en el hotel de la madre y la hermana, quienes no le reconocieron despu¨¦s de tantos a?os de separaci¨®n. Su prop¨®sito, al parecer, era identificarse al d¨ªa siguiente durante el desayuno. Pero a media noche, mientras dorm¨ªa, la madre y la hermana lo asesinaron para robarle el dinero.
Este es el nudo de El malentendido, la conocida obra de teatro de Alberto Camus, inspirada en una de esas historias sin origen cierto que la tradici¨®n oral transmite -con muy ligeras modificaciones-, no s¨®lo en el espacio, sino tambi¨¦n en el tiempo. Roger Quillot, autor de las notas con que el drama de Camus fue publicado en la edici¨®n de La Pl¨¦yade, dice que la historia se encuentra con muchas variantes en numerosos pa¨ªses y que desde la Edad Media aparec¨ªa en la tradici¨®n oral o en la Prensa. "M. Paul Benicaou me se?al¨® en particular una vieja canci¨®n de Nivernais, El soldado muerto por su madre", escribe Roger Quillot. "De igual modo, en Mon Portrait, de Louis Claude de St. Martin, se refiere esta historia como un caso policiaco que habr¨ªa ocurrido en Tours en junio de 1796. Por ¨²ltimo, el escritor latinoamericano Domingo Sarmiento asegura que la misma leyenda es muy conocida en Chile, y una acci¨®n id¨¦ntica es el tema de la tragedia titulada El 24 de febrero, de Zacar¨ªas Werner".
No s¨¦ si exist¨ªa, aunque deber¨ªa existir, una antolog¨ªa de esas historias que se repiten por todo el mundo y de las cuales -quienes las cuentan- aseguran haber sido testigos presenciales, o bien los narradores mienten, cosa que es muy probable, o bien es cierto que las historias ocurren como y otra vez a trav¨¦s de distintas culturas y de ¨¦pocas diversas. Una de ellas, de las cuales se ha hablado otras veces en esta columna, es la del automovilista que recoge en la carretera a una mujer solitaria, que desaparece de su asiento vecino en el transcurso del viaje. Hay un dato constante: en todas las versiones de los distintos pa¨ªses, en el sitio donde la mujer es recogida ha habido un accidente atroz en el que ha muerto una mujer vestida del mismo modo. La ¨²ltima vez que escrib¨ª sobre esto recib¨ª numerosas cartas en las que me dec¨ªan que el mismo caso hab¨ªa ocurrido en lugares diversos, y en algunas se daban hasta los nombres de los protagonistas. Alguien me mand¨® la fotocopia de varias p¨¢ginas de un libro de mi amigo el escritor catal¨¢n Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n, que hab¨ªa sido publicado mucho antes de que la Prensa francesa publicara la historia como ocurrida en el verano anterior. Vuelvo al tema ahora porque un amigo de M¨¦xico, cuya palabra no se puede poner en duda, me cuenta que vivi¨® la misma historia un d¨ªa de la semana pasada, a pleno sol, cuando regresaba desde Taxco a la ciudad de M¨¦xico por una autopista tan concurrida que uno se pregunta a veces c¨®mo es que no se han instalado sem¨¢foros en algunas esquinas.
Sin embargo, la m¨¢s extra?a, horrorosa y complicada de estas historias recurrentes se supone que ocurri¨® en alg¨²n lugar de Afganist¨¢n hace muchos a?os. Es la de un hombre que se encontr¨® por casualidad en un mercado con una mujer que le pareci¨® la m¨¢s bella del mundo. De acuerdo con las costumbres locales, no trat¨® de seducir a la hermosa con los sanos recursos occidentales, sino que concert¨® la boda con sus padres. La muchacha acept¨® por obediencia, pero le puso al marido la condici¨®n no s¨®lo de dormir en habitaciones separadas, sino tambi¨¦n la de no tener ning¨²n tipo de relaciones sexuales, salvo en las escasas ocasiones en que ella lo dispusiera. El marido se someti¨® a semejantes normas contra natura hasta una noche en que descubri¨® que su esposa sol¨ªa escapar de la casa mientras ¨¦l dorm¨ªa para visitar un amante secreto, que manten¨ªa desde antes de su matrimonio en una caba?a no muy distante de la suya. Entonces el marido la sigui¨® armado con su espada, esper¨® a que ella saliera de la casa ajena para volver a la suya y decapit¨® al amante con un tajo certero. Luego limpi¨® la espada con tanto cuidado que cuando la esposa la examin¨® -sospechando qui¨¦n pod¨ªa ser el autor del crimen- no encontr¨® ning¨²n rastro que le permitiera culpar al marido. Este, por su parte, coron¨® por fin su ambici¨®n de dormir y folgar con la mujer m¨¢s bella del mundo, la cual termin¨® por ser feliz con ¨¦l y le dio tres hijos. Muchos a?os despu¨¦s, cuando pasaron por casualidad frente a la caba?a del amante muerto, la mujer no pudo disimular su nerviosismo y le pidi¨® al marido que se alejaran de all¨ª lo m¨¢s pronto posible. Entonces el marido cometi¨® la imprudencia que lo delat¨®. "En aquel tiempo no ten¨ªas tanta prisa", dijo. La mujer no hizo ning¨²n gesto revelador, pero aquella noche, cuando el marido regres¨® a su casa, encontr¨® a los tres hijos decapitados con la misma espada con que ¨¦l hab¨ªa decapitado a su rival y nunca m¨¢s en su vida volvi¨® a tener la menor noticia de la mujer m¨¢s bella del mundo.
La historia, con toda clase de variaciones, se repite con frecuencia por todas partes; pero el ¨²ltimo que lo cont¨® fue un profesor universitario que asegur¨® haber estado en Afganist¨¢n y haber conocido al protagonista. Y a?adi¨® un dato terminante: el hombre ten¨ªa una cicatriz en la espalda, causada por su propia mujer con la espada insaciable cuando trat¨® de decapitarlo tambi¨¦n a ¨¦l. Esto convertir¨ªa en contempor¨¢nea una historia que se supon¨ªa muy antigua, de los tiempos en que las espadas se anticipaban a las armas de fuego en los cr¨ªmenes pasionales, y cuando no era posible concebir una historia con un final feliz, de esos que hoy se consideran como un desastre literario.
Le¨ª Las mil y una noches cuando apenas empezaba a tener uso de raz¨®n, y tal vez sea una m¨¢s de las razones por las cuales las sigo apreciando como mi libro inolvidable. Ahora bien: cada vez que oigo contar la historia del amante decapitado creo emociones dormidas en aquellas lecturas brumosas de mi infancia, pero no logro encontrar la historia en las distintas versiones que tengo de los relatos fant¨¢sticos de Scherezada. Tropiezo siempre, en cambio, con otra parecida y tremenda: la historia de la mujer que en su casa s¨®lo com¨ªa granitos de arroz, uno por uno y pinch¨¢ndolos siempre con un alfiler, hasta que su marido descubri¨® que no com¨ªa porque de noche escapaba de la casa para irse a comer muertos en el cementerio. Y tropiezo con otra de las m¨¢s hermosas que he le¨ªdo jam¨¢s: la historia del pescador que le pide a su vecino un plomo para su red, con la promesa de que le dar¨¢ a cambio el primer pescado de la jornada. Cumple su promesa, y cuando la mujer del vecino destripa el pez para prepararlo, le encuentra en el est¨®mago un diamante del tama?o de una avellana. Encuentro estas y muchas historias de maravillas, pero no logro encontrar el origen de la otra terrible de la mujer m¨¢s bella del mundo que decapit¨® a sus tres hijos porque el marido hab¨ªa decapitado al amante. ?Habr¨¢ un lector ben¨¦volo que me ayude a encontrarlo?
1983,
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