Madrid-Paris, ?colaboraci¨®n o subordinaci¨®n en Marruecos?
Ante el renacer de un esp¨ªritu de concertaci¨®n en el Magreb entre los Gobiernos socialistas de Par¨ªs y Madrid, el autor de este art¨ªculo se sumerge en la historia de la colaboraci¨®n franco-espa?ola en Marruecos, para llegar a la conclusi¨®n de que mucho habr¨ªa de cambiar su rumbo para garantizar que Espa?a no ser¨¢ utilizada como freno a los intereses norteamericanos que amenazan la hegemon¨ªa francesa.
Hace setenta a?os, el diario El Socialista del 17 de agosto de 1913 insertaba una vi?eta sin firma (?Tovar?) con el enunciado Tartar¨ªn y su perro, a la caza de moros. Un obeso y sonriente cazador -con salacof, botas, cartucheras, fusil y un letrero en la faltriquera en el que indicaba Francia- fumaba, entre un paisaje de palmeras y morabitos, arrastrando -atado con una cadena en la que se le¨ªa Tratado de Par¨ªs- al viejo y cansado le¨®n de Espa?a. La imagen, expresiva, revela c¨®mo se ve¨ªa popularmente, a escasos meses de la firma del convenio hispano-franc¨¦s de 1912, la acci¨®n mancomunada de los dos pa¨ªses que se repartieron en esa fecha el reino de Marruecos.Parece necesario replantearse, en estos d¨ªas en que se habla de "renovaci¨®n de la hist¨®rica colaboraci¨®n franco-espa?ola en el Magreb", c¨®mo fue ¨¦sta en realidad a lo largo del siglo XX. La medida en que la imagen que un humorista supo encarnar en el quijotesco personaje de Alphonse Daudet resume una relaci¨®n que fue, por mucho tiempo, de subordinaci¨®n espa?ola a la pol¨ªtica exterior francesa. En qu¨¦ medida eso es ya as¨ª o no. En qu¨¦ medida tambi¨¦n la colaboraci¨®n a prop¨®sito de Marruecos no afect¨® con exclusividad a los Gobiernos de los dos pa¨ªses vecinos, sino que moviliz¨® a la vez, y con signo contrario, a nuestros dos pueblos.
La primera expresi¨®n contempor¨¢nea de la colaboraci¨®n franco-espa?ola en Marruecos fue la declaraci¨®n conjunta del 3 de octubre de 1904, con el tratado, secreto hasta 1911, por el que se establec¨ªan dos zonas de influencia en el territorio marroqu¨ª. Dicha declaraci¨®n no era sino una consecuencia del acuerdo franco-brit¨¢nico de abril de 1904, en el que, con el pretexto de reconocer los intereses de Espa?a en Marruecos y de expresar los "sentimientos sinceramente amistosos" que la un¨ªan a ambas potencias, se asignaba a nuestro pa¨ªs el papel de tamp¨®n entre la colonia brit¨¢nica de Gibraltar y las colonias francesas en el norte de Africa. Poco despu¨¦s, Francia y Espa?a obtendr¨ªan de la Conferencia de Algeciras, el 7 de abril de 1906, la capacidad de organizaci¨®n de la polic¨ªa cherifiana y de represi¨®n del contrabando de armas, a pesar de las declaraciones de la plena soberan¨ªa del sult¨¢n marroqu¨ª. Y en virtud de este mandato de polic¨ªa se inaugur¨® tristemente la acci¨®n com¨²n hispano-francesa con el env¨ªo a Casablanca, a primeros de agosto de 1907, del ca?onero Alvaro de Baz¨¢n para asociarse a la flota francesa, que realizaba una acci¨®n de castigo contra los marroqu¨ªes a ra¨ªz de la muerte de unos obreros franco-hispano-italianos que trabajaban en la construcci¨®n del puerto.
Los socialistas, lejos del poder
Frente a la acci¨®n de los Gobiernos, los partidos obreros franc¨¦s y espa?ol, que no sab¨ªan que habr¨ªan de tardar a¨²n tres cuartos de siglo para verse simult¨¢neamente en el Gobierno de sus respectivos pa¨ªses, organizaron una campa?a contra la acci¨®n colonial en Marruecos, convocada por el manifiesto a los trabajadores suscrito por Louis Dubreuilh, Bracke, Pierre Renaudel, del Consejo Nacional del PSF, y por Pablo Iglesias y Mariano Garc¨ªa Cort¨¦s, del PSOE. La campa?a se inici¨® con los m¨ªtines del 6 de octubre de 1907, en Par¨ªs y Madrid, que costaron a Iglesias y al diputado socialista franc¨¦s Willm sus respectivas expulsiones de Francia y Espa?a.
En los a?os sucesivos hasta el establecimiento del protectorado, en 1912, el progresivo avance hacia zonas y ciudades del interior marroqu¨ª por parte de Francia y Espa?a no vino marcado por el signo de la cooperaci¨®n, sino de la rivalidad: de hecho, la ocupaci¨®n espa?ola de Larache, en junio de 1911, fue m¨¢s bien una respuesta al temor a una penetraci¨®n francesa en la zona asignada a Espa?a por el tratado secreto de 1904.
El convenio hispano-franc¨¦s del 27 de noviembre de 1912 conced¨ªa a Espa?a una influencia sobre unos 20.000 kil¨®metros cuadrados, una vig¨¦sima parte de la superficie total de Marruecos, que no era precisamente la zona m¨¢s f¨¦rtil del pa¨ªs. Francia se convert¨ªa en due?a y se?ora de casi todo el territorio marroqu¨ª y ced¨ªa a Espa?a un papel secundario. Los a?os que seguir¨¢n al establecimiento del protectorado vendr¨¢n marcados por una escalada militar en la que franceses y espa?oles actuar¨¢n por separado. Ser¨¢ la guerra del Rif, en la que nuestro Ej¨¦rcito sufri¨® descalabros de tan pesadas consecuencias como el de Annual, en 1921, la que mover¨¢ a una nueva etapa de colaboraci¨®n franco-espa?ola, con dos enemigos principales: Abd el Krim el Jattabi y una opini¨®n p¨²blica interior contraria a la acci¨®n colonial de sus Gobiernos. No se olvide que los superrealistas franceses y algunos intelectuales espa?oles -con Unamuno y Aza?a a la cabeza- hicieron causa com¨²n con Abd el Krim.
De hecho, Francia hab¨ªa conseguido por entonces deslizar a Espa?a hacia la ¨®rbita de su influencia, apart¨¢ndola de la tradicional pol¨ªtica de alianza con el Reino Unido.
La preparaci¨®n del desembarco de Alhucemas, precedido por la entrevista del mariscal P¨¦tain con el general Primo de Rivera en Tetu¨¢n, en julio de 1925, ser¨¢ el arranque de la nueva etapa de colaboraci¨®n. En la realizaci¨®n del desembarco, iniciado el 8 de septiembre de 1925, participar¨¢n las escuadras de los dos pa¨ªses, al tiempo que las tropas francesas atacaban a los rife?os por el Sur y ayudaban a los espa?oles en otras zonas, como Larache. En enero de 1926 se firm¨® un convenio de cooperaci¨®n de Espa?a y Francia en el norte de Africa, que contribuy¨® definitivamente a la rendici¨®n de Abd el Krim.
Otro episodio de lo que puede denominarse colaboraci¨®n hispano-francesa en el Magreb viene marcado por la ocupaci¨®n de Ifni, en 1934, en la que Francia ten¨ªa m¨¢s inter¨¦s incluso que la propia Espa?a para eliminar de este modo lo que era hasta entonces un santuario de los guerrilleros marroqu¨ªes de la regi¨®n comprendida entre el alto Atlas y el r¨ªo Draa, ¨²ltima en rebeld¨ªa de todo el territorio de su protectorado.
La guerra civil espa?ola abre un per¨ªodo en el que las pol¨ªticas francesa y espa?ola en Marruecos se vuelven antit¨¦ticas. Por necesidades de conseguir apoyos a su causa, el general Franco convierte por un breve per¨ªodo la zona espa?ola en refugio de nacionalistas marroqu¨ªes hasta que ¨¦stos empiezan a reivindicar en voz demasiado alta su aspiraci¨®n a la independencia, sobre todo tras el congreso sobre el Magreb convocado por la Liga Arabe en febrero de 1947. Franceses y espa?oles entablan un nuevo acercamiento, sellado con la reuni¨®n de Varela y Juin, en T¨¢nger, a principios de 1948.
La deposici¨®n y exilio del sult¨¢n, el futuro Mohamed V, decidida unilateralmente por los franceses en agosto de 1953, va a provocar la condena del hecho por el Gobierno franquista, que aprovechar¨¢ la ocasi¨®n para intentar ganar la confianza de los nacionalistas marroqu¨ªe. Pero el recrudecimiento de la resistencia armada marroqu¨ª y el curso de los acontecimientos en Argelia desde el inicio de la guerra de liberaci¨®n decidir¨¢n a los franceses a conceder, de nuevo unilateralmente, la independencia a Marruecos, con la consiguiente sorpresa espa?ola al ver que ya no era posible seguir con el protectorado. Son a?os, pues, de tensas relaciones entre los dos vecinos, que no acabar¨ªan hasta la operaci¨®n militar conjunta, denominada Hurac¨¢n (conocida con su nombre franc¨¦s de operaci¨®n Ecouvillon), en apoyo de las tropas espa?olas cercadas en el Sahara occidental por el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Marroqu¨ª en 1958.
Avance galo, retroceso hispano
Tras la independencia de Marruecos, Francia ha conservado all¨ª posiciones econ¨®micas y estrat¨¦gicas muy importantes. Espa?a, en cambio, ha visto retroceder su escaso papel hasta en el terreno de la lengua, cada vez m¨¢s perdida en la zona norte si no fuera por la influencia ben¨¦fica -hay que decirlo- de la televisi¨®n espa?ola.
Como se ha visto, la cooperaci¨®n hispano-francesa ha sido primordialmente militar y con el objetivo de defender una presencia colonial. En todo momento, el papel desempe?ado por Espa?a fue secundario. Sin embargo, en el momento actual, cuando comienzan a aparecer los primeros s¨ªntomas de lo que puede verse como una rivalidad comercial hispano-francesa a prop¨®sito de Marruecos, surge de nuevo el esp¨ªritu de concertaci¨®n.
La reciente visita del presidente Mitterrand a Marruecos ha servido de marco para que se se?ale entre los objetivos primordiales de las pol¨ªticas exteriores francesa y espa?ola el "mantenimiento de las actuales instituciones marroqu¨ªes". Pero ?en qu¨¦ medida esta concertacion es posible cuando est¨¢ por medio el tema de los acuerdos preferenciales de Marruecos con la CEE, en el que Mitterrand le ha prometido apoyo, mientras no se ve pr¨®ximo nuestro ingreso en la Comunidad?
La estabilidad del actual r¨¦gimen marroqu¨ª se confiesa, pues, como prioritario para los Gobiernos socialistas de Par¨ªs y Madrid. A la luz de esto, ?qu¨¦ interpretaci¨®n tienen los rumores e informaciones publicadas acerca del spielbergiano accidente del 25 de enero pasado, que cost¨® la vida al primer militar del reino, general Dlimi? Quiz¨¢ la necesidad de concertaci¨®n est¨¦ en la b¨²squeda por Francia de un socio modestamente competidor para frenar la rivalidad aut¨¦ntica, que es la planteada hoy en Marruecos entre Washington y Par¨ªs.
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